Ethan
Mire el cielo por la ventana de mi habitación, estaba muy nublado, pero aun así bajé para ir a correr. Hacía semanas que no salía a correr. La noche anterior no había podido descansar sin dejar de pensar en la sonrisa de Beth cuando recibió aquella llamada del restaurante.
Tuve que tener mucho cuidado al salir de mi habitación y no tropezar con los vidrios de mi móvil que lo había arrojado contra la pared.
Al bajar a la cocina me sorprendí al ver a Lea preparando el desayuno, ese era un lugar donde Lea nunca iba a estar.
—Siéntate pequeño hermano.— Dijo con un tono de voz que me extrañó un poco, señalando uno de los banquillos de la cocina.
—No puedo. Voy a ir a correr.— Le dije girándome hacia la puerta, pero Lea fue más rápida y me tomo del brazo guiándome hasta el banquillo. Mire extrañado a Lea cuando camino en frente de mí y me miró fijamente, con preocupación e incluso con miedo en su mirada.
Después de un rato dijo.
—Ethan, ellos quieren hablar contigo.— Me habló lentamente.
—Yo no tengo nada que hablar con ellos. Que tú ahora actúes como si nunca hubiera pasado nada, no quiere decir que yo haga lo mismo.— Dije levantando la voz más de lo esperado. La noche anterior, antes de ir a dormir, lo primero que quise hacer fue llamar a Beth, pero cuando entro esa llamada en mi móvil, mis manos comenzaron a temblar, y para la tercera llamada, ya había arrojado el móvil contra la pared.
Lea volvió a mirarme con súplica.
—Ethan... quieren verte.— Volvió a decirme con suavidad.
—Y yo no quiero vernos a ellos.— Le dije con la voz firme. Me levanté del banquillo. Salí de casa sin mirar a atrás, y comencé a correr. Sabía que estaba actuando como un crío, pero no me importo. No sé cuánto tiempo estuve corriendo hasta que casi tropecé con la acera de la calle. Me detuve exhausto apoyándome de las rodillas mientras recuperaba el aliento. Sentía los tendones tensos, estire un poco los músculos.
Me di cuenta que había llegado prácticamente a la cuidad, así que debí de correr un buen tramo. Mire por dónde había llegado, pero no quería regresar a casa, y además necesitaba comprar un móvil nuevo. Estuve deambulando en las calles hasta que me gruño el estómago, y decidí en entrar al café donde siempre me gustaba ir.
En el momento que entre al lugar, sentí una especie de corriente de aire, una sensación que conocía muy bien. Recorrí el lugar con la mirada pero no había nada anormal, excepto que había más gente. Me senté en la única mesa libre. Siempre iba a ese lugar cuando no tenía a dónde ir y pedía una sándwich con una malteada de chocolate. La comida era mi único consuelo, era como mi anestesia ante el dolor.
—¿Ethan?— Me pregunto alguien a mi espalda, pero no me gire, conocía esa voz.— Está bien ignórame.— Escuche cuando Sara rodó la silla y se sentó a mi lado.— ¿Qué haces aquí?
—Lo que todas las personas hacen en un cafetería con comida en su mesa.— Le contesté irritado.
—Está bien, volvemos a la fase de la amargura.— Dijo sonriendo como una víbora a punto a soltar su veneno.
—Ahora no estoy para tus cosas, Sara— Le dije señalando la puerta con la cabeza.
—¿Qué? ¿Beth ya te dejo? He escuchado que los han visto muy juntos últimamente.— Me dijo con odio cuando menciono su nombre.
—Ese no es tu problema, ni el de nadie.— Le dije secamente. Pero Sara era muy insistente al parecer no entendía cuando no la querían en un lugar.
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Inmarcesibles ||Destinados|| +18
RomanceBeth Hawk, querría creer que vivía en un mundo color rosa, y sabe que la vida puede cambiar de un momento a otro. Ella podría ser cualquier cosa que deseara en el mundo, pero decidió ser de él. Ethan O'Neill, era un chico reservado, y por ello, le e...