Capitulo 34. Te traen del cielo.

12 3 0
                                    

Beth

Nada podía hacer que una habitación se sintiera más vacía que querer a alguien en ella.

Esa mañanas, al salir de casa, les pedí a papá y a Grace que no nos acompañasen al aeropuerto, con la excusa de que podría ser demasiado. Pero cuando Ethan y yo nos subimos al auto, quise hacer lo que nunca pensé. Le pedí a Ethan que estacionara el auto en una floristería, dónde compre orquídeas blancas para ella y Ken.

—¿Estás segura en querer ir?— Me pregunto preocupado, aunque su pregunta era más como; ¿Estás segura que puedes sopórtalo? Y la respuesta era no, no podía hacerlo, pero aun así, asentí y dije que sí.

Ethan me sostuvo de la cintura mientras caminábamos, y aunque mis pies se negaban a continuar, llegué a la pequeña colina, y me arrodille frente a sus lápidas, sin importarme la nieve.

—Quizá si los hubiésemos llamado antes, o si hubiésemos ido de vacaciones a un lugar cálido, ellos no tendrían por qué haber manejado en la nieve...— Se me quebró la voz.

—No, no claro que no, nadie pudo haberlo evitado, no te culpes por lo que paso, nadie pudo saberlo.— Ethan me abrazo desde atrás, apoyando su cabeza en la mía.— No te culpes.

***

Cuando aterrizamos en Londres era de noche, un poco más de las once, por suerte siempre habían taxis en el aeropuerto. Ethan le dio la dirección de su departamento a la mujer taxista, y nos llevó a los edificios de Mayfair.

Decir que me sorprendió saber que los padres de Ethan le habían regalado un piso en Mayfair, fue muy poco al ver el elegante departamento. El piso estaba claramente decorado por un profesional, o alguien con muy buen gusto, todo era nuevo y limpio. Habían colores rústicos y fuertes en las paredes y el suelo, que iban de marrones oscuros a azules intensos, y el color crema del gran sofá frente a la ostentosa televisión en la estancia, y los hermosos ventanales del piso al techo que dejaban ver la hermosa ciudad. A pesar de las condiciones por las que me encontraba en aquel lugar no podía negar que era un departamento hermoso y acogedor.

—¿No habías venido antes?— Le pregunte al notar que él también estaba sorprendido al ver donde viviríamos.

Ethan negó, y siguió observando el departamento.

—Será mejor que vayamos a echarle un vistazo a este piso.— Me dijo caminando hacia los pasillos.

Me encogí de hombros, y lo seguí.

—¿Puede ser mañana? Ahora quiero descansar un poco.— Susurré.

—Por supuesto, pero primero necesitamos saber dónde están las habitaciones.— Me dijo, y siguió el camino hacia el pasillo.

La primera puerta que abrió, había un perfecto lugar para leer y descansar, era una biblioteca. Era como la mini versión de la biblioteca en la mansión. Camine hacia el interior, los libros que tenían en las repisas eran antiguos, habían obras de Anne, Emily y Charlotte Brontë, junto con León Tolstói, y algunos poemarios de Pablo Neruda, no sabía quién coleccionaba esos libro, pero sin duda tenía buen gusto. Definitivamente sería mi habitación favorita en todo el piso.

—Encontré las habitaciones.— Me dijo Ethan desde la puerta.

Asentí y camine detrás de él.

—Solo hay dos habitaciones, quizás te guste esta.— Me dijo señalando las dos puertas en el pasillo, pero abrió la puerta junto a la biblioteca.

La habitación estaba llena de colores cremas, era una decoración muy reconfortante, pero no había ventana. Ethan me animo a seguir mirándola, y fue cuando note el enorme armario que ocupaba una gran pared, fue cuando la rechace por completo y me dirigí hacia la otra habitación. Esa era mucho mejor, los colores eran entre grises oscuros y claros, pero lo que me enamoro fue la terraza que tenía.

—¿Quieres quedarte aquí?— Me pregunto Ethan detrás de mí.

Asentí.

Me sonrió.

—Solo hay un baño así que tenemos que compartir.

Asentí.

—Voy por tus cosas.— Dijo antes de marchaste.

Suspiré cuando se cerró la puerta, y cine hacia la ventana, y abrí con cuidado la puerta de vidrio para poder salir al exterior. Sentí el fuerte viento azotando mi cuerpo en cuanto puse un pie fuera.

Después de un rato, escuché los pasos de Ethan acercándose. Y luego, me cubrió con una manta y dejo que llorara en su pecho de nuevo.

Esa noche después de ordenar pizza, le pedí a Ethan que durmiese conmigo, y la noche siguiente y la siguiente a esa. Ese fin de semana antes de ir a la universidad comenzamos una nueva rutina. Me despertaba un poco antes de salir el sol, luego me metía en el baño por media hora, dejaba dormir a Ethan un par de horas más, y luego comenzaba a preparar el desayuno. Cuando Ethan se despertaba desayunábamos juntos frente al televisor, luego el lavaba los platos, y comenzábamos a ordenar el departamento, o a darle un poco de vida.

Era una rutina que al menos que hacía levantarme de la cama e ir a ver cómo había amanecido el mundo. Ethan nunca me obligó hacer o decir nada, siempre fue muy paciente. Aunque sabía que no le gustaba verme en aquel estado, y lo intentaba. Intentaba recuperarme, pero era complicado.

Cuando era la hora de la comida, Ethan preparaba algo, y luego tomábamos una siesta muy merecida. Después veíamos una película hasta que era muy de noche, y Ethan pedía comida rápida. Y en las noches, cuando nos íbamos a dormir, Ethan me permitía, abrazarme a su pecho. Su cuerpo me trasmitía calor, su pecho subía y bajaba en un ritmo constante, sus brazos estaban alrededor de mí como si temiera que saliera corriendo, y mi oído estaba exactamente sobre su corazón latiendo, eran latidos fuertes y enérgicos. Algunas veces lo miraba mientras dormía, su cabello caía sobre su frente de forma desordenada, parecía más joven durmiendo, casi como un bebe. Porque cuando sus brazos me abrazaban, me sentía protegida, y solo pensaba en que lucharía por hacerlo feliz, y ser feliz yo, que lucharía por ser una persona normal...

Pero yo nunca había sido una persona normal, no estaba en mí serlo

Ese lunes, cuando al fin salí del departamento, estaba muy nerviosa, no sabía porque, nunca me había molestado salir de casa, era cierto que era una chica hogareña, pero nunca me había molestado aunque fuese salir a dar la vuelta al parque, o ir al súper. Pero esa mañana, no importaba que su mano estuviese aferrada a la mía, dándome apoyo, yo estaba muy nerviosa con mis manos templando y mi respiración acelerada.

Tome una bocanada de aire cuando Ethan se detuvo.

Esa mañana él me había convencido para ir andando hasta la universidad, ya que era una estupidez, tratar de conducir en Londres hasta a la universidad, cuando esa, solo se encontraba a unos minutos del departamento.

Ethan me tomo de los hombros, e hizo que lo mirase.

—Beth, todo va a estar bien ¿De acuerdo?— Me dijo mirándome fijamente.

Asentí, y volví a mirar hacia la universidad.

Ethan me acompaño hasta mi salón de clases, antes de irse al suyo.

No me senté en la primera fila de la clase, sino en la última. No fui capaz de ir a saludar a las chicas, no estaba preparada para dar ese paso, no podía soportar otra mirada de pena en las personas. Pero en la hora del almuerzo, fue imposible seguí posponiendo lo inevitable.

Camine hacia la cafetería, dónde habían quedado todos. Y al llegar todo fue como lo pensé, Zamira, Kiew, Jeff, Luka, incluso Ava me miraron tristes, antes de dirigirme palabras de aliento y darme abrazos, que me resultaban extrañamente incómodos. Asentí ante sus muestras de cariño, y me limité a quedarme callada.

Me senté junto a Ethan, en el extremo opuesto a todos, mientras ellos se sumergieron en un incómodo silencio, y me miraban como si fuese un bicho raro.. Y mientras trataba de concentrarme en respirar, apreté la mano de Ethan, que seguramente debía de estar lastimada ante mi agarre, pero a él pareció no impórtale. Esa ocasión dejo pasar que solo comiera una manzana y un jugo.

Cuando regresamos al departamento pude respirar de nuevo. Deje mis cosas en la habitación y tome un largo baño de agua caliente que hizo desaparecer la tensión en mis músculos, al salir, tome una camiseta que Ethan había dejado en la habitación, y me sentí en tranquilidad con ella. 

Inmarcesibles ||Destinados|| +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora