Capitulo 32. No sabes.

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Ethan

—... Comprendo que esto es muy duro para ti, George. Pero ella es tu hija y no puedes solo ignorarla. Beth ha sufrido ya mucho, como para que su único familiar cercano la ignore.— Le decía Grace a George, era la primera vez que la escuchaba tan alterada.

Me quedé en silencio detrás de la puerta.

—¿Y crees que no lo sé? Pero ahora mismo no es sano para nadie que Beth se quedé en Seattle.— Le contesto él subiendo la voz.

Grace se enojó.

—¿Sano? ¿Sano para quién? Se acaba de morir su abuela, tu madre George, deja que la chica viva su luto.— Le dijo Grace muy furiosa.

George suspiro.

—Ya he pasado por esto antes, Grace. Y no tengo ninguna intención de que vuelva a ocurrir, Beth estará bien si regresa a Londres con Ethan.— Le dijo George suavizando su voz.

—Pues ve, y díselo a tu hija y a Ethan, a ver qué opinan.— Dijo Grace, y dio por terminada la conversación antes de salir de su habitación sin darse cuenta que yo estaba escuchando desde el pasillo. Había bajado a la cocina para buscar un poco de agua, pero al subir, me detuve al escuchar a Grace furiosa.

Era la mañana siguiente al funeral y las cosas perecían ir mucho peor.

Me gire y regresé a la habitación de Beth, que todavía seguía sentada en la ventana abrazada a sus piernas con la ropa del funeral. Tome una silla y me senté a su lado.

—¿Por qué no te cambias de ropa?— Su rostro se giró hacia mí en cuanto me escucho.

Beth solo me miró, parecía que estaba allí, pero a la vez no.

Suspiré, y le tendí la botella con agua, al principio dudo en aceptarla, pero al final la sostuvo, y la llevo sus labios y bebió.

—¿Quieres comer?— Pregunte señalando el sándwich que había preparado esa mañana. No quise que Beth comiese la comida que habían llevado los vecinos. Intuía que era sabría porque la habían preparado, así que un sándwich de queso no era tan malo.

Pero negó y volvió a dirigir la mirada a la ventana y se perdió en ella.

Me senté en la cama, y tome una de sus novelas que no había terminado. Era interesante, ella era una muchacha adinerada y prejuiciosa, y él era un hombre de circo que no había sido educado para llevar los estándares de la sociedad, eran tan diferentes como el agua y el aceite, como el negro y el blanco, ella era una mujer sensible y cariñosa, y él un hombre rudo y frío, pero por azares del destino, se casan. Él nunca confío en ella, y ella nunca dejo de creer en él, allí es cuando comienza la verdad historia, cuando se dan cuenta que él nunca debió desconfiar de ella, y ella nunca debió de creer en él.

—Es una buena historia.— Susurro Beth mirando el libro en mis manos.

Suspiró.

—Me habría gustado que se desarrollará más el final.

—Creo que Daisy fue muy buena con él.— Dije.

Se encogió de hombros.

—Yo si la entiendo, estaba enamorada, y dolida. Pero sabía cuáles era su prioridad. Y cuando él termino el ese amor que ella le tenía, el amor de él se encargó de abastecerlos a ambos.— Volvió a mirar a la ventana y se perdió en todas las formas de la calle.

En teoría era la misma Beth, su voz, su apariencia, era Beth, pero había algo en su mirada, ese brillo que siempre había tenido, ya no estaba. La antigua Beth, nunca habría hablado de una novela, con apenas ánimos, y suspiros entrecortados.

Inmarcesibles ||Destinados|| +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora