Capitulo 11. Todo de mi.

24 7 1
                                    

Beth

Esa mañana después del desayuno, recogí el correo de la casa, pero no había llego ninguna carta de la universidad. Estaba muy nerviosa, y necesitaba distraerme, así que comencé a hornear un cheesecake. Cuando estuvo lista, la saqué del horno, y la dejé reposando. Se veía muy deliciosa, con sus diferentes capas de texturas. Estaba admirando mi creación,, cuando tocaron el timbre, haciéndome sobresaltar. Era extraño, ya que casi nunca recibíamos visitas y cuando Ava solía visitarme, entraba directamente.

Me sacudí la harina del delantal, y abrí la puerta.

No pude evitar sorprenderme al verlo allí con otra de sus camisetas azul grisáceo y una caja rosa en las manos ¿De dónde ese chico sacaba tantas camisetas azules?

—Claro, Ethan adelante. Siéntete como en casa.— Le dije con ironía.

Él caminó directamente hacia la cocina, y respiró el aroma de que había por toda la casa.

—¿Estás horneando?— Me preguntó alegre. Asentí, él camino directamente a la cocina y dejo la caja en la encimera antes de acercarse al cheesecakes.

—Está caliente, acabo de sacarla del horno.— Le advertí antes de que pudiese tocarla, pero aun así le brillaron los ojos, y se inclinó para olfatearla.

—¿Desde cuándo sabes hacer estas cosas?

—No lo sé, supongo que desde que me permitieron acercarme a la estufa. Nana fue quién me enseñó todo lo que sé, pero aún tengo mucho que aprender.

—No creo que sea demasiado lo que te falte, esto se ve delicioso, y seguramente sabe igual.

Me sonroje.

Le di la espalda, y comencé a buscar un plato. Cuando comprobé que el cheesecake estuviese lo suficientemente frío, corte una rebanada, y la puse en una plato, y allí le esparcí el chocolate blanco derretido que había preparado. Los ojos de Ethan brillaban al verlo, cuando lo puse enfrente de él.

—Sí sigues cocinando así, vas a hacer qué engordé.— Bromeó antes de llevarse un gran bocado de cheesecake. Me reía cuando le soltaba tacos al postre. Y cuando terminó, se relamió los labios, me felicitó y me pidió otra rebanada. En esa ocasión, corte una rebanada para mí también, y nos sentamos en el sillón para comerla en silencio mientras veíamos documentales.

Lo mire.

—¿Qué haces aquí? No sabía que venias.— Le pregunte al darme cuenta que no sabía el porqué de su visita.

—Ah, vine a traerte, esto.— Se levantó, y fue hasta la cocina, y dos segundos después regresó con la caja rosa en las manos.— Te vi en la tienda como la mirabas. Así que la compre antes de irnos de Malibú.— Me dijo entrándome la caja.

Tomé la caja un poco sorprendida y al abrirla mis ojos amenazaron con dejar salir lágrimas. Era la esfera de cristal con una pequeña rosa dentro que había visto en la tienda de cristalería. En mis manos la esfera era mucho más hermosa, la arena parecía tener alguna clase de brillo, era lo más hermoso que había visto jamás.

—Brilla en la oscuridad.— Dijo con nerviosismo.

Lo miré.

—¿Podemos verla encendida?— Le pregunte, pero antes de esperar una respuesta, lo teme de la mano, y lo lleve al único lugar de la casa donde no entraba ni un rayo de luz. Mi armario.

Entramos en mi habitación, y me dirigí hacia la puerta de mi armario, por suerte esa mañana había organizado todo. Ethan estaba mirando todo a su alrededor. Quizá, debí haber pensado mejor lo de entrar a mi habitación, seguramente pensaba que era una niñata que le encantaba el color rosa, aunque no estaría muy lejos de la verdad.

Inmarcesibles ||Destinados|| +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora