Capitulo 33. Encantador.

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Beth

La mañana siguiente cuando sentí el día despertarse de nuevo, volví a llorar. Extrañaba mucho a Nana y no podía a aceptar el hecho que ella ya no iba estar.

Me cambie los pantalones de chándal por unos vaqueros, me puse las botas de invierno, tome mi abrigo negro junto los guantes y bufanda de invierno, tome mi bolso y metí dinero dentro, antes de salir de casa sin hacer ruido, por suerte no estaba nevando y eso hizo que mi caminata mucho más fácil.

Camine hasta la escuela donde estudie, donde Nana me llevaba todos los días, camine hasta el parque donde jugábamos juntas, camine hasta la cafetería de Rose donde nos sentamos a conversa, camine hasta el centro comercial donde íbamos de compras, camine hasta al pequeño lago donde patinábamos en invierno. Para cuándo me di cuenta hasta deambulando por las calles del centro de Seattle.

Sin darme cuenta estaba en frente, del departamento de Nana y Ken. Subí hasta el quinto piso, y abrí la puerta con la llave que Nana me dio, luego me deje caer el suelo, y me acurruque al lado de la puerta, obligándome a cerrarla detrás de mí para poder dejar que todo se destruyera dentro de mí una y otra vez.

En cierto modo, era egoísta y masoquista, porque sabía que estar sola nunca me hizo ningún bien, pero allí estaba consumiéndome en mi propio dolor sin pensar en los demás. Una vez había leído sobre la depresión de como la persona que la padecen puede llegar a consumirse a sí misma. Pero en ese momento, el dolor era el recordatorio de Nana, y sabía que si no la recordaba, la olvidaría, y no quería olvidarla.

Pasaron muchos minutos, gasta que abrí los ojos, las lágrimas me dificultaban la visión y la oscuridad de la noche no me ayudaba. Me levante con dificultad, y encendí la lámpara del sofá. Note los papeles que se encontraban allí, en su mayoría eran periódicos de hacia una semana, pero había una libreta con la letra de Nana, en ella habían recetas de nuevas comidas y nuevos postres.

Tome una caja vacía y tire dentro los papeles que habían allí, fui hasta la cocina y tome su taza de café favorita junto a la de Ken, tome sus diarios de recetas y los guarde. Lo más difícil fue entrar a su dormitorio y buscar sus pertenencias más preciadas. A pesar que la caja no tenía muchas cosas, se sentía muy pesada, al principio pensé en quedarme en pasar toda la noche allí, en el departamento, pero iba a ser demasiado duro.

Así que tome mis trozos rotos y camine paso a paso, de vez en cuando tuve que detenerme, y recostarme en el árbol o la pared más cercana, para limpiar mis lágrimas, pero me obligue a seguir caminado, hasta llegar a casa. Mis manos temblaban a causa del frio cuando abrí la puerta.

—¡Gracias a Dios!— Exclamo Grace en cuanto entre a la casa.

Ethan me dio fuerte abrazo, sujete muy fuerte la caja para evitar que cayera al suelo.

—¿Estás bien? ¿Dónde estabas?— Me pregunto Ethan preocupado, examinado mi rostro entre sus manos.

—¿Estás bien? Estábamos muy preocupados.— Dijo Grace acercándose a nosotros.

—Tengo que llamar a la comisaria para decir que ya apareciste.— Me dijo papá irritado levantándose del sofá para encerrarse de nuevo en su biblioteca.

Suspiré y mire a todos.

—Quiero subir a mi habitación.— Susurre.

Ethan me miró preocupado, pero no dijo nada.

Al entrar en mi habitación, fui directamente a mi armario, y comencé a empacar, pero solo fui capaz de empacar el diez por ciento de mi ropa, y el resto la dejé colgada.

Respiré hondo antes de ponerme de pie. Papá estaba recostado en el umbral de la puerta.

—Pensaba que te quedarías.— Dijo papá, lo mire fijamente.

Negué.

—Decidí regresar a Londres.

—No tienes que hacerlo...

Lo interrumpí.

—No, ya lo decidí y está mañana antes de salir, reserve dos boletos, para Ethan y otro para mí, supuse que él también regresaría a Londres.

Papá suspiró.

—Si eso es lo que quieres.— Podía notar la sorpresa en su voz, al parecer esperaba que discutiera más sobre el tema, pero no me sentía capaz.— Hay otra cosa de la que tengo que decirte.

Hizo una pausa.

—No puedo dejar que estés sola, no después de todo lo que ha pasado, no quiero que te ocurra nada.

Puse los ojos en blanco.

—No voy a suicidarme.

—No es solo por ello, Beth. La alimentación, el estrés, las pesadillas... estar con alguien te ayudará. Por ello pensé, que quedarte en el departamento de Ethan...

Me cabreé

—Yo ya tengo una habitación en la residencia...

¿Por qué papá no se daba cuenta de lo difícil que era eso para mí? ¿Qué no podía obligar a Ethan a vigilarme?

—Lo mejor por ahora es que no estés sola, lo lamento, pero es lo mejor.— Dijo categórico.

No dije nada, y solo lo mire.

Papá tomo una bocanada de aire.

—Lamento como te hable ayer...— Se pasó una mano por el cabello.— Elizabeth estuvo muy orgullosa de ti, al igual que tu abuela lo estaba, y como yo lo estoy.— Me miró fijamente.— Es muy difícil despertarse un día, y saber que las personas que estuvieron contigo, ya no estarán más. Me duele mucho no poder ser tu apoyo, hija. De verdad lo lamento mucho.

Camino hacia mí, y me dio un abrazo.

Inmarcesibles ||Destinados|| +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora