Capitulo 26. Ocho letras.

11 1 0
                                    

Beth

Las semanas habían pasado muy rápido, y sin duda, fueron las mejores fiestas navideñas que habíamos tenido en casa, o al menos que yo recordase. Todos los días parecían tan irreales que me emocionaban solo en pensar que pasaría al siguiente, pero eso solo ocurría en el día. Porque en las noches todo volvía a ser igual que siempre. La noche de año nuevo hice lo mismo que en la noche de navidad: espere que todos se fueran a la cama y me escabullí a la habitación de Ethan para poder dormir, aunque fuese por unas horas. No comprendía cómo no se había dado cuenta de que mis pesadillas eran regulares y no ocasionales, pero me aliviaba que no lo supiera, o que no me hubiese preguntado. No estaba lista para hablar de ello.

En el exterior de la casa, la nieve cada vez estaba más dura y caía con más frecuencia, pero unos días antes de regresar a Londres, Ethan me convenció de hacer un pequeño viaje en auto, a pesar de mis renuencias para no salir de casa, ya que lo único que hacíamos cuando estábamos juntos, era dormir, o al menos yo lo hacía, me recostaba en su hombro, y dormía una buena siesta.

Pero esa mañana Ethan me había contado a cerca de un lugar que quería que conociera, dónde prometió que tocaría el piano para mí, y por la forma tan mágica que describió el lugar, no pude negarme. Ethan condujo a las afueras de Seattle, pero no tenía ni idea a dónde se dirigía, y después de un largo rato de apreciar su semblante, perdí la batalla, y me quede dormida con su mano en mi rodilla.

—Beth, cariño.— Me dijo al oído tocando mis mejillas.— Despierta, cariño.

Parpadee confundida.

—¿Por qué?— Pregunte, sin saber que preguntaba, mientras trataba de mirarlo, y vi como sonreía.

Miré a mi alrededor, y me quede boquiabierta. Estábamos en frente de una gran casa, la palabra "grande" era pequeña comparada con la casa, la casa solo derrochaba la palabra dinero por todos sus rincones. Nunca había visto una casa así, al menos no en la vida real. Era una finca espectacular, una mansión de color blanco y los ventanales negros eran muy prominentes. Había algunos acres de viñedo, que seguramente en primavera, eran unos preciosos viñedos verdes. No me sorprenderías que los dueños de la propiedad tuviesen su propia producción de vino, y todos los jardines estaban perfectamente podados.

Y pensé seguramente debía de ser alguna especie de museo, o una de esas haciendas que eran abiertas al público.

—¿Qué hacemos aquí?— Le pregunte.

Ethan se removió nervioso.

—Solamente vinimos hacer una parada, tengo que hablar con Thomas. Puedes quedarte aquí si quieres.

Abrí los ojos como platos.

—¿Todo esto es de Thomas?— Pregunte impresionada.

Ethan asintió.

—Sí, algo así, solamente tiene que decirme algo personalmente.— Me tomo de la mano, y me dio un beso en los nudillos.

Asentí todavía un poco sorprendida, y miré como Ethan bajaba del auto.

Parpadee confundida, yo no quería quedarme sola en el auto y congelarme del frío, así que baje detrás de él. Ethan me escuchó bajar del auto, y cuando estuve a así su lado, entrelazó sus dedos con los míos, y caminamos juntos hacia la gran casa. Pero antes de que pudiésemos siquiera pensar en tocar el timbre, las enormes puertas de hoja de abrieron de par a par, y un par de señoras aparecieron en el vestíbulo.

Las señoras eran muy diferentes. Una mujer era muy formal, llevaba una elegante falda negra de punto, al igual que la americana oscura y camisa de lino blanca inmaculada. Era una mujer alta, y tenía el cabello oscuro recogido en un alto moño.

Inmarcesibles ||Destinados|| +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora