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Los orbes grises de la sirena se abrieron, pero sólo encontró un vacío en la cama que compartía con el vampiro.

Supuso que probablemente había ido de caza, así que se levantó sin más esa mañana, se había puesto un vestido, algo que no era muy común en ella, y se había colocado sus tenis.

Eran al menos las diez de la mañana, quería hacer sus compras, iba a comenzar a cocinar, quería prepárale algo rico a su hermano y a la pequeña Renesmee.

Había tomado su bolso, su cartera y sus llaves, conduciría en su auto.

Ni había notado nada raro en su hogar, al menos por esos momentos.

Salió como de costumbre de su pequeña cabaña, y caminó un poco hacia donde guardaba su auto, con los Cullen.

Pero nadie estaba allí, tomó su auto y se dirigió al pequeño supermercado, donde compró algunos vegetales, frutas e inclusive un poco de comida chatarra.

—Buenos días, Rose —la mujer de la caja registradora, a quien conocía a la perfección la había saludado naturalmente—.

—Buenos días Janette —la muchacha pagó sus compras—.

—Son cincuenta con ochenta y nueve —la mujer le dió las bolsas de las compras—.

—Aquí tienes —la joven sonrió como de costumbre, pagando y tomando sus bolsas—.

—Ten un buen día Rose —.

—Gracias, igualmente —la muchacha se despidió yéndose hacia su auto, donde dejó las bolsas en los asientos traseros—.

Encendió la radio para conducir alegremente, alguna canción de la que desconocía el nombre sonó, y ella comenzó a conducir.

Durante el camino pensó en los platos que prepararía, y cuando llegó a la casa de los Cullen un misterioso Edward Cullen la miró desde el pórtico de la casa.

La muchacha había estacionado su auto, y había bajado de el mismo.

—Hola Edward —la muchacha miró al cobrizo—.

—Hola Rose —.

—Estás un poco raro hoy, ¿Sucede algo? —el cobrizo sabía de la especial habilidad de la sirena para poder identificar el nerviosismo de la gente—.

—No, sólo, bueno... Hay algo que tenemos que hablar, ahora. —.

—Claro, pero antes... ¿Sabes dónde está Jasper? No lo he visto hoy —.

—Sobre eso quiero hablarte —.

—¿Sucedió algo? —.

—Jasper y Alice se fueron —.










(...)









Rose entró a la vacía cabaña, el silencio la hizo extrañarse y sentirse lejana a esa casa.
Las bolsas de las compras iban a ser depositadas en la cocina, donde había una nota, algo que no había notado en la mañana en la que salió.

"Lo lamento, te amo, pero no puedo estar aquí, no puedo quedarme, lo siento".

La sirena no pudo evitar sollozar un poco, dejó la nota en la barra de la cocina, e inconscientemente azotó las bolsas de las compras en la pared, esparciendo todo en el suelo.

Por un momento se sintió mal con ella misma, se sintió culpable de aquello.
Ambos habían prometido que todo estaría bien, que pasarían por ello y lo enfrentarían juntos, él le había prometido estar allí para ella cuando despertara, la noche anterior.

No quería que ninguna de las palabras que probablemente dijo de forma equivocada le hubiesen dañado, le hubiesen hecho irse de su lado.

La castaña sintió un poco de enojo, tanto así que terminó por azotar un par de vasos de vidrio en el suelo y en la barra.
Unos pedazos le habían cortado una pequeña parte de la mano, pero no sentía esa clase de dolor, no cuando el amor de su vida se había ido.

Rose cayó al suelo, refugiándose en ella misma y posando su rostro entre sus rodillas, lloró y gritó.

Se sintió culpable, se sintió horriblemente mal.

Sus largos cabellos cayeron por sus hombros, y algunos cubrieron su rostro, pero se sentía incompleta, se sentía sola.










(...)










Se miraba frente al espejo, con sus tijeras en mano, las más filosas que había encontrado en la casa.
Por un momento se planteó qué parecía mejor, su clavarlas en sus ojos en su pecho.
Aunque le pareció irracional.
Lloró y gritó de nuevo en el baño, abrió el grifo del lavabo y tomó un mechón de cabello, lo cortó con rabia.

Todo su largo cabello terminó en el suelo, sus cabellos disparejos que ahora llegaban unos centímetros más abajo de los hombros la hicieron desconocerse.

Estaba haciendo locuras por él.

Estaba enloqueciendo por él.

Se había sentido tan estúpida, pero también se había sentido tan rota.
Porque probablemente esas promesas habían sido en vano, y porque probablemente él nunca regresaría.

Rose no sabía qué hacer.

Estaba perdida.

'Til The End Of Time - Jasper Hale. [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora