10. Aliados

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"No temas,

Soldado solitario

Hasta que entiendas la juventud que heriste

No te quedes quieto, solo sonríe

Solitario, solitario

Solitario soldado"

Zard (Izumi Sakai) – Lonely soldier boy

Incluso cuando habían planeado poder descansar apropiadamente durante esa noche antes de continuar su camino, el incidente con los extraños terminó por frustrar aquello. El que más sufrió por ello fue Jotaro, pues Kakyoin de alguna manera, logró manifestar a su stand todo el tiempo a pesar de quedarse dormido a ratos.

Al final dio la mañana y el par de extranjeros que habían atado a un par de sillas no despertaba. Se les hacía tarde y el miedo de que el ejército llegara a la ciudad guiados por los estruendos de la pelea lo desesperaba. Debían irse cuanto antes, solo en eso pensaba, así que, enojado, tomó un poco de agua y se las lanzó a ambos en la cara.

—¿Q-qué mierda?

El francés, cuyo pasaporte lo identificaba como Polnareff miró en todas direcciones, forcejeando del susto. En cambio, Avdol, el egipcio, parecía estar todavía medio dormido, pues solo abrió los ojos, permaneciendo callado e inmóvil.

—¿Quiénes son ustedes? — preguntó— Ch-chariot.

Un espadachín plateado apareció de su espalda, por lo que Kakyoin se vio obligado a inmovilizarlo. El otro extranjero, en cambio, apenas levantó la mirada.

—No queremos pelear—le dijo—solo queremos saber...

—Qué hacía un par de turistas peleando en medio de la calle—dijo Avdol finalmente—¿Me equivoco?

Jotaro asintió, recordando las veces en las que su abuelo hacía eso para burlarse de las personas.

—Solo quiero decir, que fue en defensa propia—se apresuró a decir Polnareff.

—Intentaste asaltarme...

El francés rodó los ojos.

—Ya te lo dije, confundí las maletas.

Ambos comenzaron a discutir, Avdol por su parte parecía ser muy bueno con los idiomas, pues cambiaba entre inglés y francés sin mayor problema. A la velocidad que ambos hablaban se les hizo muy difícil seguir el ritmo de la conversación, sacando de quicio a Jotaro, que no tardó en expresarlo.

—¡Cierren la maldita boca de una vez!

Todos guardaron silencio, incluso Kakyoin que tímidamente, intentaba calmarlos. Su stand apareció de la nada, amenazándolos con su presencia.

—¡Tienen cinco, no, un minuto para largarse!

Le dio una señal a su amigo para que liberara al par de hombres. Polnareff fue el primero en levantarse y buscar sus cosas tiradas. Caminó hasta la puerta, despidiéndose con una extraña calma, como si estuviera acostumbrado a verse metido en esa clase de problemas. Se detuvo una vez tuvo el pomo en sus manos, mirando de reojo al egipcio.

—¿Acaso quieres que te maten? —dijo—Vamos.

—No iré a ningún lado.

Jotaro lo miró en silencio, preguntándose en qué estaba pensando como para seguir molestándolo. Vio cómo se levantaba con lentitud, extendiéndole la mano.

Mientras el mundo cae (Jotakak)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora