28. Infancia solitaria

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"Cuando era joven, parecía que la vida era tan maravillosa,

Milagrosa, era tan bella, mágica."

Supertramp – The logical song



Llevar al grupo a la casa había sido la peor decisión que Jotaro pudo tomar, o por lo menos, esa fue la conclusión a la que llegó antes de ir a la cama. Kakyoin parecía temerle a todo el mundo y Polnareff era demasiado ruidoso, al igual que su abuelo. Avdol, por fortuna, era un poco más reservado, pero insistía en que se sentía incómodo estando ahí con tantas personas hablando diferentes lenguas a la vez.

Obviamente, su madre y su abuela hicieron gran un escándalo al verlos. Era un shock para ellas que Joseph no las reconociera, y la cosa terminó por empeorar cuando se mencionó por accidente el nombre de un tal Caesar, viéndose forzadas a consolarlo, pues al parecer hubo olvidado su fallecimiento debido al efecto del stand.

No iba a negar que incluso para él fue sorpresivo enterarse de esto, ya que no sabía que su abuelo había tenido un amigo tan cercano que, según la explicación de su abuela Suzie, falleció protegiendo al viejo en una pelea contra rival que ambos tenían en común.

Aunque quien más le preocupaba era Kakyoin, pues se había mantenido gran parte del día sentado en una esquina jugando con Hierophant green ignorando a todos. Apenas hablaba, mirando en silencio al resto de los niños, y por sobre todo evitando a los adultos a toda costa.

Se preguntaba la razón de todo eso, porque si bien entendía su miedo al estar reunido con un montón de desconocidos, parecía querer recluirse a un mundo diferente al real todo el tiempo posible.

Suspiró, intentando dormir y olvidar el alboroto de la tarde, aunque fuera un par de horas. Odiaba estar tan cerca del tipo que buscaban y verse retrasado de esa forma. Afortunadamente pudo lograr hacer un plan de ataque, excluyendo por supuesto al francés y a Kakyoin porque no parecían entender la situación en la que estaban.

"Son demasiado jóvenes como para pelear, es más fácil protegerlos que incluirlos", dijo Avdol en un momento. Siéndole una sorpresa que fuera igual de maduro que antes, a pesar de que había mencionado que al parecer tenía dieciocho años y que había escapado de casa hace un par de meses tras pelearse con su padre.

Escuchó la puerta abrirse, despegando levemente la cabeza de la almohada, mirando de reojo el pequeño haz de luz que provenía desde el exterior. Sintiendo como la ira comenzaba a recorrerlo, deseando gritarle que dejara de molestarlo. Inspiró hondo, tratando de calmarse.

—Viejo, si no quieres dormir en tu habitación, ve a la sala—dijo sin mirar.

Pero no escuchó respuesta. En cambio la puerta se cerró con suavidad, haciendo que se acomodara en la cama nuevamente para seguir durmiendo. Creyó que la persona se había ido. Sintiendo al paso de unos segundos un leve peso sobre el colchón.

Un brillo verde atrajo su atención, descubriendo a Kakyoin, quien iba de la mano de su stand. Pudo ver unas cuantas lágrimas en sus ojos y una expresión mucho más triste que hace un par de horas. Sollozaba de forma casi inaudible.

—¿Un mal sueño? —preguntó.

El pequeño asintió, apretando la mano de Hierophant.

—Puedes dormir aquí si lo deseas.

—Gracias...

Lo ayudó a acostarse a su lado, viendo como aquel espíritu verde no dejaba al niño, incluso lo abrazaba con fuerza por la espalda. Pensó que era algo lindo, pero no había podido quitarse de la cabeza la soledad que mostraban sus ojos, trayéndole esa extraña sensación que tuvo al verlo por primera vez.

Mientras el mundo cae (Jotakak)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora