25. Cinco minutos

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"La vida es eterna en cinco minutos"

Víctor Jara – Te recuerdo Amanda

No pudo decir con exactitud cuánto ni qué cosas sucedieron durante el tiempo que estuvo inconsciente. No obstante, recordaba haber soñado con voces hablando en lenguas incomprensibles a la vez que una sombra parecía aferrarse a su cuerpo, impidiendo cualquier intento suyo que se enfocara en avanzar, sin importar si existía o no un adelante o un atrás.

Había sido como morir pero a la vez no hacerlo, o quizás algo más complejo que eso. Como olvidarse de uno mismo pero recordar todo de sí, hasta el olvido mismo. Estaba seguro de que podía darle una tercera explicación pero no pudo formularla en palabras. A sus cortos diecinueve años era demasiado difícil el poder explicar a cabalidad y darse a entender al mismo tiempo, en especial cuando se trataba de una experiencia totalmente nueva e inesperada, dándose cuenta de que aún le faltaba mucho por vivir como para poder decir algo coherente.

"Aún no es hora, pero si quieres venir, ven..."

Nunca supo quién fue ni por qué esa voz le parecía tan convincente, tranquilizadora y lo más importante, tan familiar y cercana, como si la hubiese amado en alguna época ya olvidada de su alma.

"¿Vas a desperdiciar tu segunda oportunidad tan fácilmente?"

Una gratitud desde el punto más profundo de su corazón nació con esas palabras, las cuales de alguna forma le recordaban su propósito, quién era, qué hacía, y qué debía hacer.

Y lo que debía hacer era abrir los ojos.

—¿Jotaro?

La primera cosa que vio fueron un par de orbes violetas, los que brillaban con una potencia inesperada. Creyó, en un principio, que era porque estaban demasiado cerca suyo, no obstante, pronto entendió que era debido al fuerte amor que le transmitían. Una extraña paz comenzó a invadirlo, una que si no fuera por el fuerte control que ejercía sobre sus propios sentimientos, lo habría hecho llorar del alivio que sentía al notar que seguía vivo.

—¿Cómo...?

Kakyoin lo abrazó, recibiendo a la vez un beso que parecía llenarlo de un inmenso gozo que lo llevaba a través de cientos de universos diferentes, cada uno más glorioso que el anterior, sorprendiéndose de la forma con la que el chico parecía querer tragarse todo el dolor que ambos sentían a la par con sus alientos. Eso lo hizo arrepentirse de no haber tenido la iniciativa para hacerlo antes, todo por culpa de sus dudas estúpidas.

—Le avisaré al señor Joestar que despertaste—dijo alejándose de él—. Él te informará de todo.

—No.

Tomó su mano, impidiéndole escaparse con tanta facilidad. Buscó su boca, dándose la oportunidad de distraerlo mientras ordenaba el caos que reinaba en su cabeza. Empezó a enlistar rápidamente lo que deseaba en ese instante en orden ascendente.

Deseaba saber qué había sucedido, el estado de su abuela, el de Josuke, ver a su madre...

—Quiero cinco minutos contigo—dijo, liberando sus labios—. Nada más.

Las mejillas de Kakyoin se encendieron a la vez que una tímida sonrisa se iba haciendo paso en su rostro. Su expresión era de esperarse, después de todo ni él esperaba decir algo tan cursi. Estaba seguro que la falta de oxígeno hizo estragos con su cabeza, pero si ero le permitía conseguir algo bueno, fuera lo que fuera, lo aprovecharía sin tomarle mucha importancia.

—Si esperas un poco más, podrías tener más tiempo que eso.

—No quiero esperar.

La suave risa que bañó sus oídos lo hicieron darse cuenta de la complicidad en la que se veía envuelto y lo fácil de mal interpretar que habían sido sus palabras. No quería sexo, por primera vez, no lo necesitaba para poder mostrar sus sentimientos sin acobardarse.

Mientras el mundo cae (Jotakak)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora