12. Pesadilla

1.2K 177 173
                                    

"Mamá, escúchame,

Quiero decir

Que hoy tuve un sueño.

Solo estoy un poco asustado"

The Mortal – Sayonara Waltz

Una extraña sensación hizo que Avdol abriera sus ojos de golpe. Llevó su mano derecha hacia su rostro a modo de reflejo y tomó aquella mano que osaba a tocar su mejilla. Usaba la fuerza suficiente como para romperla en un par de segundos. Se preparó para atacar, sentándose a la vez que Magician's red aparecía en su espalda.

La vaga iluminación que emanaba de las llamas de su stand lo hicieron ver la silueta de Polnareff, uno de los tres compañeros de viaje y a la vez la persona con la que compartía habitación en aquel modesto hotel de Hong Kong. Suspiró, volviendo a recostarse a la vez que la impotencia volvía a recorrer su mente.

Si no fuera por aquella falla en el avión, estarían a tan solo dos horas de aterrizar en Egipto...

Decidieron rentar un par de cuartos y esperar a recibir información de la fundación Speedwagon antes de pensar en su siguiente movimiento. Pues si bien, ellos habían sido lo suficientemente amables como para cumplir a la perfección con la parte de sacar al nieto del señor Joestar del país sin ser atrapados por las autoridades, llevarlos a África suponía un recorrido muy grande y peligroso incluso con las influencias que poseían.

—¿Acaso no te han dicho que tocar a alguien cuando duerme es de mala educación?

—Lo siento—murmuró el francés—. Tuve una pesadilla horrible y quería asegurarme de que seguías aquí.

Cerró los ojos. Acomodándose para seguir durmiendo, no tenía energía ni estaba de humor como para soportar las estupideces de Polnareff por el momento, quizás en la mañana podría incluso intentar seguirle el ritmo a su inmadurez con alguna broma sutil.

—Oye—escuchó—¿No vas a preguntarme que soñé?

—¿Por qué querría oír algo como eso? —preguntó— apenas te conozco.

—¡Hablo en serio! —gritó, tirando las sábanas— Es algo que tienes que oír.

Contuvo los deseos de regañarlo por su actitud infantil, sentándose en la cama y encendiendo la luz de la mesa de junto. Lo miró con los párpados entreabiertos. Transmitiéndose su enojo con su mirada. Aunque aquello no duró, pues apenas logró enfocar el rostro de su compañero pudo notar que sus ojos estaban hinchados, como si hubiese estado llorando recientemente.

—Bien—dijo—. Cuéntame.

Lo vio caminar hasta la ventana, abrirla ligeramente y encender un cigarrillo que reposaba en sus labios con suavidad, la mano con la que sostenía el encendedor temblaba un poco. Estaba bastante alterado y eso le preocupaba, olvidando todo lo negativo que sentía hacía él en ese momento.

—Soñé que te asesinaban.

No dijo nada, preguntándose qué clase de sueño había tenido. Esperó un par de segundos, viendo como exhalaba el humo de una forma bastante elegante, antes de escucharlo una segunda vez.

—Estábamos en una mansión enorme, buscando a un tal Dio—dijo—. Nos acompañaba un perro y algo nos acechaba sin que lo notáramos...

Fijó sus ojos en la manera en la que el cigarrillo cayó de sus temblorosos dedos hacia el balcón del piso inferior. Parecía ver como el brillo de sus ojos se oscurecía, mostrando mucho más que resignación por haber perdido su precioso tabaco. Su pecho se apretó, a la vez que vagas imágenes se formaban en su cabeza, haciéndolo darse cuenta de que ese relato era de algún modo más familiar de lo que deseaba.

Mientras el mundo cae (Jotakak)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora