29. Aterrado

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"Bailarín lento, tienes la respuesta

Solo tú puedes liberarme"

Boz Scaggs – Slow dancer


Tiró la colilla del cigarrillo al piso, aplastándola con su pie. No tardó en encender otra, intentando mantenerse tranquilo mientras observaba como Avdol y el señor Joestar parecían discutir acaloradamente en una oficina, cuya única ventana daba justo en la sombra donde le gustaba sentarse a fumar.

El egipcio parecía abrumado, suplicante, mientras que el mayor tenía un rostro inusualmente inflexible y serio, como si estuvieran tratando un negocio de vital importancia para ambos pero donde solo uno parecía tener el control total de la situación. Deseó poder oír la conversación y así no sacar conclusiones apresuradas en base a algo tan engañoso como las expresiones faciales.

Desvió la mirada, alejándose un par de metros hasta encontrarse en un punto ciego, pretendiendo de esta forma no estar espiando y así evitarse futuros problemas. No deseaba más contratiempos, ya tenía suficiente con su ofensa planeada en contra de Dio y las interminables pesadillas que parecían atacarlo desde que puso un pie en el país, y que para colmo se vieron intensificadas con el descubrimiento de ese nombre.

¿Por qué le sonaba tan familiar?

Exhaló un poco de humo, mirando hacia el cielo eternamente despejado del desierto, sintiéndolo tan nostálgico y triste que no podía bajar el rostro para seguir espiando. Una necesidad de descansar lo asaltó, pero en ese punto, ya estaba odiando dormir, pues solo estando despierto se sentía a salvo de esos sueños donde todos sus amigos parecían morir violentamente por culpa de ese Dio y sus locos seguidores.

¿Por qué todos sus sueños giraban en torno a ese hombre?

Estiró el cuello hacia la ventana, viendo como Avdol dejaba la oficina. A la vez, el señor Joestar se limitaba a servirse un vaso de licor, bebiéndoselo de un solo sorbo. Se dejó caer sobre la silla de su escritorio, llevando sus manos al rostro, escuchando un ruido ahogado por el grueso vidrio de las ventanas. Ahora era él quien lucía agobiado, preguntándose qué era tan importante como para terminar de esa forma.

Apagó su cigarrillo, decidiendo abandonar su amada sombra para regresar a la casa a refugiarse del calor que persistía a pesar de que ya estaba por anochecer. Abrió la puerta, sintiendo como sus nervios comenzaban a salirse de control, pidiéndole otra dosis de tabaco. Apretó los puños, debía controlarse o terminaría fumándose el resto de la cajetilla de un solo golpe, ya llevaba cinco en menos de veinte minutos, sumando otros doce ya consumidos antes de la cena. Hasta podía decir que se estaba sintiendo un poco ahogado con su propio hábito y que le traería consecuencias ser así de compulsivo.

Avanzó hacia el baño en silencio, sintiendo como el agotamiento mental comenzaba a hacer de las suyas, pues una parte de su cabeza le decía que tenía que buscar al egipcio para preguntarle qué estaba pasando y así poder satisfacer su curiosidad. A la vez, la posibilidad de que se tratara de algo malo lo paralizaba, haciéndolo dudar sobre si de verdad valía la pena inmiscuirse o no.

Dejó que el agua cayera sobre su cabeza, cerrando los ojos, esperando poder hallar tranquilidad en esos cortos minutos a solas. De un momento a otro toda su vida parecía estar de cabezas, la muerte de su hermana había sido tan solo el comienzo y cada paso que lograban dar más cerca de ese Dio anunciaba el final de todo. Lo más triste, era notar que parecía estar destinado a la tragedia, sin importar cuan fuertes fueran sus deseos de ver más allá del doloroso presente en el que estaba.

Mientras el mundo cae (Jotakak)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora