23. Impostor

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"Esta es la forma de protegerte

Estar muy lejos de ti

Haré todo lo que sea para alejar

el dolor que te hiere

Y contaré cada segundo

Hasta que los cielos sean azules"

Miyavi – Guard You



Al parecer enfrentarse a Dio supondría una tarea más complicada de lo que pensaron en un principio.

Conseguir esa foto con el Hermit purple del señor Joestar tuvo el mismo efecto que tiene el disparar una bengala por accidente en medio de un escape sigiloso de una prisión. De la noche a la mañana, decenas de usuarios de Stand enemigos comenzaron a rondar su hogar, buscando atacar, no solo a Polnareff, sino que también a todos los que residían en ella.

Esto llevó a que Jotaro se viera forzado a dejar a su madre en una segunda oportunidad. Acordando con su abuelo que era más seguro enviarlas a otra residencia mientras que ellos junto a sus compañeros se movilizaban en busca de Dio, regresando a la casa principal solo para descansar y curar sus heridas.

Luchar de esa manera era bastante agotador, haciendo que se olvidaran del descanso que suponían prometer las fiestas de fin de año, y con ello de la calma que traía la llegada de la noche. Dormir era cada vez más difícil para todos por la paranoia que les causó el enemigos, realizando guardias nocturnas con el fin de mantenerse protegidos.

—Deberías dormir un poco—murmuró Jotaro.

Kakyoin se encogió de hombros, acurrucándose en él. Llamó a Star platinum, acariciando su cabello sin tener que moverse, centrándose en ese mechón rebelde y ondulado, que a veces parecía tener vida propia.

—Puedo dormir aquí—respondió—. No quiero dejarte solo.

—Yare yare...

Levantó su brazo, acostándolo en sus piernas con suavidad. Recorriendo su mandíbula con la mano, usando su stand para darle un beso de buenas noches. Miraba la silenciosa televisión que tenía frente a sus ojos, deseando poder saber qué decían las letras árabes que parecían multiplicarse con cada comercial que sucedía al anterior.

—Luces algo triste, JoJo.

No dijo nada, sintiéndose incapaz de bajar la mirada. Por primera vez se sentía molesto por la facilidad con la que Kakyoin había aprendido a entender sus sentimientos. Prefirió ignorarlo, no estaba de humor para decirle algo tan vergonzoso como que la razón de todo eso era que echaba de menos Japón y por sobre todas las cosas, la vida despreocupada que tuvieron hasta hace unos cuantos meses.

—Jotaro...

—Duérmete de una vez...

Lo escuchó suspirar, pidiendo perdón con un suave y mudo movimiento de labios. Se preguntaba si de verdad lograrían tener una vida feliz después de matar a Dio. La guerra parecía empeorar cada día y el estrés de los constantes ataques no tardó en mostrar las secuelas de las traumáticas experiencias que Kakyoin tuvo que vivir en el ejército.

Lo peor de todo, era que trataba de esconderlo a base de mentiras. Sintiéndose miserable al verse limitado a verlo temblar con cada ruido fuerte y repentino. Aunque sus episodios violentos eran más terribles e insoportables que eso, en especial porque recordaba el terror marcado en las caras de los enemigos antes de ser asesinados brutalmente por Hierophant green y la indiferencia de su usuario que simplemente se retiraba en silencio una vez terminado todo.

Mientras el mundo cae (Jotakak)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora