13. 「Árbol del olvido」

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"En mis pagos hay un árbol

Que del olvido se llama

Donde van a consolarse, vidalita

Los moribundos del alma"

Víctor Jara – Canción al Árbol del olvido

—¿Eres consciente de que si el señor Avdol se entera que salimos a esta hora nos meteremos en serios problemas?

Jotaro bufó, llevando un cigarro a su boca mientras miraba las centelleantes luces de los coloridos letreros. Un reloj les anunciaba que estaban a las puertas de la medianoche, minutos antes había decidido transgredir la orden del mayor de todos, quien además, estaba a cargo de la seguridad de todos por petición de su abuelo. Se suponía que mantenerse juntos en el hotel los mantendría alejados de problemas y peligros innecesarios, pero esa noche no era como si pudiera quedarse tranquilo así como así.

—Como si alguien pudiera decirme qué hacer—murmuró—. Además solo quiero distraerme un poco contigo.

Kakyoin sonrió a la vez que sus mejillas se encendían en su pálido rostro. Deseaba besarlo, pero era molesto hacerlo en un lugar donde transitaba tanta gente, sin importar la hora. Tomó su mano con la ayuda de Star platinum, guiándolo en silencio por las calles.

Hong Kong era realmente un lugar interesante, en especial para él, que de alguna forma lo sentía nostálgico, a pesar de ser la primera vez que ponía un pie en la isla. De hecho, ese sentimiento fue lo que lo guió a salir a pasear junto al más bajo antes que la fundación Speedwagon les diera información sobre su próximo paso a dar.

Estaba seguro de que nadie se daría cuenta de su escape, ya que tanto su stand como Hierophant green se habían asegurado de revisar la habitación donde Avdol y Polnareff estaban, concluyendo más de una vez que estaban dormidos.

En el lobby del hotel había escuchado, de un bar excelente, así que deseaba ir junto a Kakyoin, esperando que de esta forma el alcohol relajara un poco los obvios nervios que podía ver en él.

Sonrió de vuelta, haciendo que su stand atrajera un poco más al chico a su lado. Sintiéndose feliz de poder intentar hacer las cosas bien de una vez a pesar de no ser capaz de expresarle todo lo que sentía directamente.

Aunque no era como si no supiera qué hacer, pues Kakyoin era bastante claro con lo que le gustaba o no que le hicieran. Por ejemplo, le gustaban mucho los besos, eso lo había descubierto en tan solo dos semanas junto a él; también que jugaran con su pelo y dormir escondido en su pecho. La cosa era que al no tener la costumbre de mostrar su afecto no podía evitar sentirse débil ante el amor de su compañero.

Era raro si se detenía a pensarlo. Su familia era bastante cariñosa, en especial su madre y su abuelo, quienes eran hasta agobiantes a la hora de expresarlos, pero aun así, por más molesto que le pareciera, solía buscar su amor de forma discreta y deshonesta al fingir que odiaba recibir aquello que tanto buscaba en ellos.

Tal vez todo era debido a la gran y mala costumbre de no expresar nada debido a la poderosa conexión espiritual que existía entre ellos, ya que eso les hacía adivinar sus sentimientos sin mayores problemas.

Sin embargo, no podía permitir que Kakyoin se acostumbrara a eso, era egoísta de su parte. Y hasta se arriesgaba a que el joven se aburriera de su actitud y lo dejara por alguien que fuera mejor que él en ese sentido.

—¡Oye eso es mío!

La voz del más bajo lo trajo de vuelta a la realidad, notando que había comenzado a correr. Al parecer perseguía a alguien, quizás un ladrón, pues de verdad era rápido, tanto que incluso para él le era difícil seguir a ambos.

Mientras el mundo cae (Jotakak)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora