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«Los cuatro Ases y la Reina.
Se dice que al inicio del surgimiento del ser humano y su entorno, nacieron a tiempos distintos cuatros varones y una mujer con habilidades y dones excepcionales para sus tiempos y los cuales reencarnaron en la actual sociedad de súper humanos.
El primero: As de espadas, llamado así por tener un especialidad para la estrategia y liderazgo, llevo batallas fieras y tratados pacíficos que llevaron su reinado a una vida de paz y armonía.
El segundo: As de tréboles. Un chico humilde y carismático que desprendía un aura tranquilizadora y una magia de amor que daba luz y paz. Con una belleza sin igual, una voz angelical y una mente tan abierta y positiva que era de envidiar.
La Reina entra en medio antes de los dos Ases restantes: una mujer dura y fuerte como el metal más duro y delicada y frágil como el pétalo de una rosa. Sabías palabras salían de su boca como si toda la información del mundo estuviera en ella, dotó y dio saber a los menos desfavoridos y riño y dio castigo a aquellos que aprovechaban y usaban mal el poder.
El tercero: As de corazones. Una eterna pasión por la verdad y la justicia, con sed de dar y aplastar a los enemigos con palabra y no con la lucha inútil del derramamiento de sangre.
El cuarto: As de rubíes. Alguien con corazón frágil ante la imagen de un "diamante en bruto" su poder superaba a cualquier conocido, incluso a sus antecesores.
Un ser que encerraba el saber del todo, que resguardaba un secreto que podía poner de cabeza al mundo sin importar sus avances y que con ello, cualquier ser podría dominar el todo.
No hay ubicaciones exactas de sus restos ni de sus hechos por escrito, algunos detalles fueron encontrados más allá de donde se cree originalmente deberían de estar.
Están de nuevo, libres, disfrutando de la vida como hoy la conocemos, esperando el momento.»
Aquella lectura le recordaba mucho su infancia, una que extrañaba y por la cual lloraba.
La puerta de metal fue abierta, Matatagi entro con una bandeja y en ella alimentos y agua.
La dejó sobre la mesa y se dirigió con el chico sentando en una cama atado con una cadena especial que le impedía usar su poder o alejarse más de lo establecido de su entorno.
De tez bronceada, cabello morado en coleta alta y flequillo y orbes igual morados con la pupila amarilla. Su vista estaba perdida en la nada, su complexión era de lo más débil y delgada con muy poca fuerza.
—Debes de comer –riño Hayato delante de él y ponerse en cunclillas, no le agradaba aquella forma en que era tratado el joven, pero ¿que podía hacer?
—Yuuichi nos dará de azotes a ambos –siguió —sabes que tras ese "lindo rostro" está el mal en persona –saco su móvil mostrándole inútilmente las noticias del día.
Le entregó el celular quien lo sostuvo y miro sin motivación mientras Hayato tomó el plato con alimentos varios entre cereales, carnes y vegetales y lo llevó sentándose a lado del otro y acomodar el plato en sus piernas —eres peor que mis hermanos –alzó la cuchara con una porción de carne y puré llevándola a la boca ajena quien no tenía intenciones de abrirla.
Suspiro —¿como llegaras a hacer algo con ese cuerpo tan débil que te estás encargando a tener?
Dejó de deslizar el dedo por la pantalla al ver una noticia que tomó de más su interés.
El titular mencionaba sobre la captura de un grupo mafioso, le seguía el encabezado de una nota sobre aquella captura y un pequeño espacio sobre el sujeto que perdió la vida en dicho acto, aquel quien llevó acabo la misión.
—Mirai Sasaki... –Hayato masticaba una cucharada de aquel plato, alzó la ceja y se acercó a ver un poco más —Sasaki...
—¿Sir Nighteye? Esa noticia fue de hace unos meses atrás, más bien del año pasado —dio por fin un primer bocado al chico quien lo comió —fue alguna vez el mano derecha de All Might, el antiguo "símbolo de la paz " –alzando cual comillas los dedos, dio otra cucharada al joven —deberías ver algo más interesante Víctor, no se...
—Estas tardando mucho –llamó la atención un hombre de cabello albino y orbes azules quien custodiaba en turno aquel pasillo.
Suzuno era frío como el hielo, pero, por lo menos más considerado que Naguno, algo que agradecía Matatagi.
Dio de comer más rápido al otro, agradeciendo que sus palabras llegarán a él y su estómago, recogió y dio un caramelo que bien guardaba entre sus ropas a Víctor y salió no sin antes darle ánimos al chico quien volvió a estar en su soledad.
Suzuno congeló el suelo por donde pasaría y pasó Matatagi haciéndole caer y sobre el la charole con el poco contendió que le quedaba —no vuelvas a tardar.
Le miro reprimiendo sus ganas de darle una buena golpiza, comenzó a recoger y siguió a las escaleras donde murmuraba en bajo.
«Deberíamos de darle un buen escarmiento a ese bastardo hijo de perra... »
Negó.
«Eres más débil e idiota que ese "As" Hayato, nos haces ver débiles» hablaba su otro yo malévolo.
—Es de sabio esperar al momento justo –le respondió para volver al silencio.