Atardecía, así que decidimos regresar a su casa, pero antes, me acompañó al hostal. Había memorizado algunos de los horarios de práctica de los estudiantes que residían allí, siendo la jornada de tarde cuando más vacío se encontraba. Entramos y, Gerard, saludó de manera casual a la chica de recepción, ella le devolvió una sonrisa y le siguió con la mirada hasta que bajamos al subterráneo. Encendí la luz rojiza de aquel lugar, y me dirigí hacia un escritorio en donde guardaba los sobres con las fotografías reveladas, cada uno con su nombre escrito por fuera, según el contenido.
—¿Podrías mostrarme algo de tu proyecto?
—Hmm, sí, pero aún no está completo —comenté mientras revisaba los sobres para encontrar el suyo—. Aquí está tu regalo de cumpleaños —dije volteando para entregarle el sobre—, sé que ha pasado tiempo, pero... aquí lo tienes.
Lo recibió, sonriente y ansioso por abrirlo, pero la felicidad en mí, se desvaneció cuando recordé que allí dentro también estaban las fotografías que le tomé ese día junto a Eric.
—Gerard, espera, creo que...
Demasiado tarde. Tenía las fotografías en sus manos y sonreía dejando salir una dulce risa, tan inundada de alegría, que no pude detenerle. Entendí, perfectamente, lo que él estaba sintiendo: la emoción al ver los momentos plasmados en un papel, después de tanto tiempo sin saber el resultado de lo que capturó la cámara. Aquella emoción, la sentía cuando adolescente, siempre que iba a mi local favorito de revelado junto a mi madre, mi estómago me reclamaba con un suave toque de ansiedad e ilusión y, al final, cuando comenzaba a mirar cada una de las fotografías, me causaba demasiada felicidad y una extraña sensación de nostalgia. En el caso de Gerard, su mirada se detenía en cada detalle que podía apreciar. Reía, acercaba el papel a sus ojos, tocaba la textura y hacía comentarios sobre su apariencia, a veces pensativo, otras, realmente feliz.
—Mira mi cara en esta, Frank, ¿cómo te pudiste fijar en mí? —cuestionó señalándome una fotografía en donde aparecía con los ojos entreabiertos.
—Siempre estás así —dije entre risas—, siempre eres... muy fotogénico.
Él, dejó de avanzar con las fotografías, esbozando una perezosa sonrisa, y su mirada se posó en mí.
—Eres tú el que logra que todo se vea mejor. Tú haces la magia.
Su voz sonó suave, tanto, que me avergoncé por sentir que no merecía ese halago, porque sabía perfectamente que no era verdad, siempre había estado consciente de ser un tipo con más desventajas y menos talento que el que tenían algunos compañeros de la universidad.
Volvió a enfocar su vista sobre las fotografías, y sentí una leve presión en el pecho, al ver que se aproximaban aquellas donde se veía abrazado junto a Eric, caminando y de pie sobre una de las rocas de su casa. Finalmente, llegó a estas y lo primero que hizo fue morder su labio inferior, luego comenzó a parpadear rápido y, con su expresión totalmente seria, las apartó del montón, dejándolas sobre el escritorio.
—Recuerdo el momento en que nos tomaste estas fotos, pero, por obvias razones, quedan aparte.
Rascó detrás de su oreja y, sin mirarme, continuó buscando con sus ojos algún detalle en otras fotografías, tal vez, sintiendo las ganas de volver a tener su sonrisa de vuelta y, como era habitual en él, lo logró. Después de unos minutos, apoyó su cadera en el borde del mesón de trabajo, en silencio, guardando todo dentro del sobre.
—Me gusta la manera en la que ves la realidad. Tu punto de vista es diferente, quizá, no lo notes, capturas la esencia del momento, pero... es extraño, levemente melancólico, por lo menos así lo percibo. Gracias, Frank.
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ᴜɴᴋɴᴏᴡɴ
General FictionAl momento de comenzar a cuestionar quién eres, es cuando comienzas a conocerte, pero ¿qué se siente cuando crees conocer a alguien que, inesperadamente, se convierte en un desconocido? Es el año 1989, y, Frank, comienza un profundo e importante aut...