Capítulo 16: "El amor y el deseo"

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     Gerard, dudó por un momento, como si algo más hubiese en aquel lugar, más que recuerdos.

     —A veces, quisiera que todo fuese diferente —comentó como si no me hubiese escuchado.

     —Y yo quiero que estés bien, con tu hermosa sonrisa de vuelta, por favor.

     Sonrió levemente y deslizó ambas manos por mi cabeza. Ladeé mi rostro al contacto y su sonrisa se amplió dejándome ver sus pequeños dientes.

     —¿Seguro que quieres volver? O, ¿prefieres ir a otro lugar?

     —Quiero volver, está haciendo frío y hmm, mi nariz está congelada —respondí y sonreí para mantener su sonrisa frente a mis ojos.

     La nostalgia en su rostro era evidente, y, aquel ambiente frío, nos impulsó a regresar pronto.

     Ambos íbamos sentados sobre el lomo del equino más fuerte, mientras que el de menor tamaño, nos seguía por detrás. Gerard, besaba en ocasiones mi nuca, mientras notaba que su estado de ánimo mejoraba por los intentos de chistes que le hacía. El trayecto fue más breve, ya que íbamos en bajada y pronto estaríamos de vuelta en su casa para cocinar y pasar el resto del día en tranquilidad.

     La tarde llegó iluminando la casa con tonalidades doradas y sombras duras haciéndola ver más hermosa y acogedora de lo normal. Llevé mi cámara hacia la sala principal y sin que, Gerard, lo notara, le tomé una fotografía: estaba sentado sobre uno de los grandes y coloridos cojines en el suelo, con el cabello alborotado del mismo color que el sol al atardecer; sostenía un libro en una de sus manos y fruncía el ceño mientras leía. Al sonar el "clic" del obturador, me buscó con la mirada y sonrió, luego miró la cámara y dejó el libro a un lado de él.

     —Frankie, ven, acércate a mí.

     Mis mejillas se colorearon como de costumbre y, cuando estuve sentado a su lado, deslizó una de sus manos por mi muslo y nos acercamos lentamente, hasta rozar nuestros labios.

     —¿Es la hora de los besos? —pregunté despacio.

     —No existe un horario definido —respondió riendo suavemente—, pero no suena mal.

     Se humedeció los labios, mientras acercaba el dedo índice y comenzaba a trazar el contorno de mi rostro.

     —El libro que estoy leyendo, me hizo pensar en ciertas cosas a las que no siempre le prestamos atención —susurró y dejó un beso en mi boca—. Las personas merecen saber cuán especiales son, y tú... eres muy especial para mí. No quiero que dudes de eso... ¿Sabes? La primera vez que te vi, creí que eras un chico rebelde, obstinado y mal criado —confesó mientras reía y sentí arder mi rostro—, pero no pude estar más equivocado. Tienes cualidades que me ena... Que me gustan mucho.

     —Hmm, ¿sí? ¿Puedes decírmelas? —pregunté escondiéndome en la curvatura de su cuello.

     —Vamos a hacer algo mejor que eso. Mírame.

     Volví a mirarle y ahora sus ojos demostraban un profundo interés. Tuve el presentimiento de que diría algo que posiblemente me incomodaría, entonces, sólo esperé a que hablara.

     —Nómbrame las cosas buenas que ves en ti.

     —Oh, vamos, Gerard... No empieces con este tipo de cosas —dije sintiendo presión en todo mi cuerpo.

     —Hey, tranquilo. Sólo tres —dijo bajando la voz al enumerar.

     Desvié la mirada hacia el ventanal ubicado a un lado de nosotros y, al observar el juego de movimientos que las sombras de las hojas hacían al llegar al vidrio, comencé a perderme en un suave, pero deprimente sentimiento; el pasado y las vivencias que me arrastraban al presente, y nada parecía existir a mi alrededor.

ᴜɴᴋɴᴏᴡɴDonde viven las historias. Descúbrelo ahora