Capítulo 14: "Luna roja sobre el mar negro"

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     No hablé nada durante el trayecto de vuelta a la casa, a diferencia de él. Me contaba la historia de su interés por aquel cactus llamado "Peyote", y de cuánto tiempo esperó para poder utilizarlo... Años, cerca de diez años y que, durante la adolescencia, sus padres le enseñaron todo acerca de las propiedades medicinales y espirituales; pero pese a toda la información que me había dado, dentro de mi infinito desconocimiento, me preguntaba si cambiaría después de consumir la planta. ¿Sería otro? ¿Y si sufría una sobredosis? Le miré de reojo al pensar en aquello, mientras él continuaba hablando con su propia naturalidad, y sentí ganas de hacer todo lo que estuviera a mi alcance para que no fuéramos a la montaña, pero, definitivamente, era algo ridículo.

     —Después del almuerzo, subiré —dijo mientras encendía la radio en la sala.

     —¿Irás solo? Te acompañaré, quieras o no —me atreví a decir cruzando mis manos sobre la espalda baja.

     —Oh, no, Frank. Si voy a estar acompañado, debe ser por alguien que no interfiera en lo que me podría ocurrir, ¿entiendes? Es probable que te asustes.

     —¿Qué? Hmm, y tengo que estar tranquilo sabiendo que estarás solo en una montaña, ¡alucinando con quién sabe qué cosas! —bufé e hice una pausa para tomar algo de aire, entonces continué ante su mirada analizadora—. ¿Crees que no me importas, cierto? ¿Sabes? Si piensas eso..., mejor me voy de aquí.

     Con naturalidad, luego de percibirme como un dramático, Gerard, comenzó a reír, mientras la música sonaba llenando la sala. Entré a la habitación y tomé mi bolso, pero cuando salí, él aún seguía riendo de brazos y pies cruzados, apoyado sobre la mesa de comedor.

     —Frankie, eres muy infantil —comentó entre risas.

     Tomé la manija de la puerta y abrí sin mirar atrás. La verdad, no me iría, sólo le estaba probando, pero debía actuar lo más realista posible hasta lograr convencerle de que me llevara con él a la montaña.

     Continué avanzando, mientras los siberianos me acompañaban y continuaba sin oír lo que mi orgullo quería, es decir: a Gerard, corriendo tras de mí, gritando mi nombre para pedirme que me detuviera, pero seguí con paso firme. Cuando faltaban un par de metros para llegar al portón de madera, giré mi rostro guiado por mi poca dignidad, ya que, necesitaba ver si de verdad le daba lo mismo que me fuera, pero la luz del sol me encandilaba, entonces, para cuando volteé otra vez, un áspero quejido salió de mi garganta, asustado al ver a Gerard, frente a mí.

     —Pensé que podía ser un buen actor, pero tú me superaste —dijo jadeante y rió.

     —¿Cómo...? ¿Cómo llegaste? No entiendo.

     —Bosque —respondió mientras se inclinaba hacia el pasto para tomar aire—. Te seguí a través del bosque —completó y sonrió.

     Tenía lógica lo que decía, porque hacia el lado derecho del camino, existía un bosque de pinos, el mismo donde una vez nos besamos. Sin embargo, me crucé de brazos, fingiendo molestia.

     —Dímelo de nuevo —pidió irguiendo su espalda- dime que te vas.

     —Ah, sí —murmuré rascándome la cabeza—. Sí, me voy, Gerard.

     Sus párpados descendieron, mientras comenzaba a esbozar una pretenciosa sonrisa.

     —Continúe su camino, majestad.

     Luego de decir aquello, se hizo a un lado, extendiendo su brazo hacia el portón. Fruncí el ceño y tomé el bolso con más fuerza, pero al dar los primeros pasos, se agachó y me tomó ágilmente por la parte baja de mi torso, logrando que quedara cabeza abajo con mi cara contra su espalda.

ᴜɴᴋɴᴏᴡɴDonde viven las historias. Descúbrelo ahora