Capítulo 23: "El derrumbe de una idea preconcebida"

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     Sentados frente a frente en el colchón, nos observábamos con tranquilidad, mientras el sol iluminaba hacia la espalda de Gerard. Sus manos tocaban mis brazos con lentitud, y yo acariciaba sus rodillas y parte de los muslos, sabiendo que eso le provocaba cosquillas; sonreía ante mí, la mirada algo pudorosa y suave parpadear, reflejaban lo mismo que yo sentía en ese momento. Luego de habernos desnudado, todo parecía haber caído dentro de un silencio y calma que, al principio, me había confundido.

     —Frank —habló rompiendo el silencio—, quiero que sepas que esta... es la mejor manera y lugar, en donde pudo ser.

     —Es sólo un colchón tirado en medio del bosque —comenté restándole importancia.

     —Sí, sé lo que es, pero la idea e intención, eso es lo que me encanta de todo esto —comentó e hizo una pausa para continuar—. Quizá..., podríamos conversar un par de cosas antes de...

     Inhalé y exhalé con alivio, ya que sabía a lo que se refería, y agradecí que no fuese impulsivo o que omitiera conversarlo. Acercó más su cuerpo al mío, ahora su rostro formaba sombra sobre mí, y podía notar más de cerca sus facciones y gestos. Su mirada recorrió por un momento mi rostro, deteniéndose en mis labios, humedeciendo los suyos y, luego, volvió a encontrar nuestras miradas.

     —Entiendo que jamás has tenido una experiencia como esta, quiero decir, hmm..., con otro hombre —explicó con suavidad—, por lo mismo, puedo entender que, quizá, estés algo nervioso.

     —Puede ser —dije y solté una pequeña risa—. Hay cosas que desconozco, Gerard, pero..., podrías enseñarme.

     —Por supuesto, no quiero que te sientas extraño, también... debemos practicarlo de manera segura, ¿me entiendes?

     Sonreí y aproximé una mano hacia mi pantalón, sacando desde uno de los bolsillos, un preservativo. Lo acerqué a él, y entreabrió sus labios.

     —Lo tomé de tu cajonera. Nunca lo he hecho sin uno de esos —comenté dejándolo en la palma de su mano.

     —Sinceramente, no me esperaba este movimiento —dijo soltando una breve carcajada mientras miraba y jugaba con el preservativo en su mano—, pero ten, tú lo usarás.

     Mis latidos se incrementaron en menos de un segundo, mis mejillas ardieron y no supe qué decir. Gerard, agachó su rostro, escondiendo la mirada por un momento, mientras el silencio volvía a ser protagonista, dejándonos oír sólo el canto de la diversidad de pájaros en el bosque.

     Quise decirle que durante la adolescencia, había visto suficientes cintas para adultos, encerrado en mi habitación, y que entendía los términos que se utilizaban popularmente. Pero cuando quise hablar, nuestras palabras chocaron al mismo tiempo, permitiendo que él, lo hiciera primero.

     —Puedo ser versátil, no me molesta —dijo en voz baja con una sonrisa ladina—. Sobre todo, si es la primera vez para ti. Lo que menos quiero, es que te sientas incómodo.

     —Pero..., ¿y si hago algo que...?

     —Olvida la perfección, las pautas, indicaciones, incluso, el romance; al menos, por esta vez —dijo con seguridad e inclinó la cabeza—. Tranquilo, créeme que lo deseo tanto como tú.

     Pese a la comprensión que transmitieron sus palabras, me era imposible no percibirlas desafiantes, lo cual, despertaba el instinto más básico en mí, pero, ¿y si cometía algún error? ¿Y si terminaba no agradándole? Las dudas seguían siendo un ruido molesto, sin embargo, al verle inclinarse hacia atrás con los brazos sosteniendo el peso de su torso, algunos mechones de cabello intentando taparle los ojos y, su pecho y abdomen elevándose por su respiración, aquel instinto devoró gran parte de mis inseguridades. Gerard, estaba frente a mí, desnudo y entregado, esperando a que diera el primer paso, y lo hice; me aproximé a su cuerpo y rocé la piel de su cuello para oler el aroma que desprendía su piel: una sutil y masculina fragancia que me causó una sonrisa al notar que sólo se había aplicado perfume para dar una buena impresión en la ferretería.

ᴜɴᴋɴᴏᴡɴDonde viven las historias. Descúbrelo ahora