Capítulo 37: "Víspera de los muertos"

205 59 160
                                    

    

     Mientras mi cuerpo se preparaba antes que mi mente, me cuestioné si sería capaz de entregar mi vida a cambio de la libertad ajena. Debía enfrentarme con alguien en una batalla ilógica, donde nos encontrábamos en igualdad de desastre físico, mental y emocional. El silencio provocaba que mis latidos bloquearan el sentido auditivo, y que la piel de mi pecho se estirara intentando contener mi corazón, pero el raspar del calzado contrario, me sacó de aquel pequeño trance, notando el impulso que su pantorrilla izquierda causaba para moverlo hacia delante; fue entonces, cuando mis pies comenzaron a correr, hasta que nuestros cuerpos se unieron en un abrazo violento, uno de enemigos a la fuerza.

     Sentí sus huesos al presionar mis manos a sus costados y, por un momento, le percibí débil, sin embargo, la agilidad que utilizó con su pie para desequilibrarme, me hizo emitir un alto quejido de dolor al caer. Su cuerpo sobre el mío, se movía desesperado intentando sostener mis extremidades; giré mi rostro y pude visualizar la daga aún clavada en el suelo a una distancia considerable, ya que, la violencia con la que habíamos chocado, nos desplazó algunos metros hacia el fondo.

     —¡Pelea! —gritó con furia—. ¡¿No tienes a nadie por quién intentar mantenerte vivo?!

     Él, no entendería mis razones para no hacerlo, quizá, había sido entrenado para esto, pero no quería convertirme en un asesino. Tomé sus muñecas, ignorando su pregunta y logré girar hasta posicionarle debajo de mí; forcejeaba demasiado, mientras intentaba formular alguna frase que pudiese hacerle entender que no debíamos hacerlo, que no éramos perros de caza, que, quizá..., aún no era nuestra hora para morir, pero su mirada furiosa me desconcertaba, provocando que me sintiera como un cobarde y que, en efecto, su vida valiera más que la mía.

     Logró zafar uno de sus brazos de mi agarre, y recibí un duro golpe con su puño entre la mandíbula y oreja. Al instante, comencé a marearme, pero rápidamente, rodeé su cuello con mis manos para disminuir su entrada de oxígeno.

     —No voy a matarte —murmuré con voz temblorosa—, no puedo hacerlo.

     Su rostro comenzaba a enrojecerse y su mirada se cristalizaba, mientras sentía cómo rasgaba la piel de mis antebrazos con sus uñas; ardía, pero esa sensación lastimaba más fuerte en mi alma. No podía hacerlo, ni siquiera le conocía, no podía manchar mis manos con su sangre, lo cual me llevó a gritar por frustración, golpeando su rostro dos veces, hasta romperle el labio con mis nudillos. Pronto, me puse de pie, porque debía tomar el arma antes que él, pero su mano me sostuvo desde la tela del pantalón, jalando de este y desnudando mis piernas, causando que mis pasos se convirtieran en un breve enredo como objetivo de su intención para empujarme, y, así, tomar ventaja para ver cómo él corría hacia la daga.

     Joe, tomó la daga y, cuando creí que estaba perdido, la habitación se sumió en penumbra.

     —Ahora comenzarán a divertirse —jadeó desde algún lugar—, esto lo hacen cuando uno de los dos, toma ventaja.

     Mi respiración se entrecortaba, y una de mis manos volvía a cubrir mis piernas con el ancho pantalón. Comprendí que, Joe, ya había luchado por su vida antes, por lo tanto, había salido victorioso; él, era un asesino, pese a ser víctima de quiénes nos miraban detrás del cristal. Las velas continuaban encendidas y era la única iluminación que teníamos, demasiado tenue, pero permitía ver nuestras siluetas, entonces, guardé silencio. Aquello, ¿podría ocultarme? ¿Y, si moría? Mis ojos se llenaron de lágrimas, aterrado. Lo siguiente que hice, fue arrastrarme por el suelo intentando no emitir ningún sonido. La luz de las velas se veía distorsionada, y ya no importaba lo lamentable que podía lucir, necesitaba sobrevivir.

ᴜɴᴋɴᴏᴡɴDonde viven las historias. Descúbrelo ahora