Capítulo 34: "Visita al faro"

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     Durante el resto de ese día, comencé a entender el sistema que utilizaban conmigo. Si necesitaba ir al baño debía golpear los barrotes y, en ese momento, el sujeto rubio aparecía y me llevaba hacia uno de los cubículos.

     La estructura del lugar, en su totalidad, se componía de cemento. Había más especies de celdas alrededor, pero se encontraban vacías, no tenía permitido salir al exterior y la alimentación era bastante precaria. La ropa que llevaba puesta era el doble de mi talla: un pantalón de tela enorme que debía ajustar con un cinturón roto y un suéter delgado; el calzado era muy ancho y mi calzoncillo se encontraba estirado en el suelo a la espera de que la humedad de la lluvia se secara.

     Pese a estar dentro de una enorme incertidumbre y soledad, debía creer que, Gerard, estaba bien, y que en algún momento le volvería a ver. Me acurruqué en un rincón abrazando mi cuerpo, mientras la noche comenzaba a hacerse presente; pensé en la universidad, en el rector, en tantas cosas que terminé durmiendo cuando el cielo se aclaraba, quizá, cercano a las seis de la mañana.

*

     Las últimas dos semanas, habían sido una pesadilla. Nadie me daba una sola razón para mantenerme encerrado allí y aún no veía a Gerard. Nunca recibí compañía por más de quince minutos y esas cortas visitas ocurrían cuando Dingo, el sujeto del rifle, aparecía para traerme la botella con agua y el rutinario sándwich. Hace dos días, había jalado su brazo en un acto de desesperación, y tenía recuerdos borrosos de ese momento porque reaccionó golpeándome la frente con su rifle, logrando que perdiera la conciencia.

     Suponía que debía estar durmiendo tres horas como máximo, la temperatura era demasiado baja y durante las noches caminaba en círculos dentro de aquella jaula, para sentir algo de calor. No podía creer que, cada vez que veía a Dingo, algo dentro de mí, parecía tranquilizarse. Quizá, era la sensación del contacto físico, ya que pese a recibir cualquier tipo de golpe como respuesta, al menos, no me sentía tan solo. Tampoco había vuelto a ver a Eric, y esperaba que después de cada lluvia de balas que oía durante el día, escuchara la noticia de que una de ellas le había herido.

     Aquellos días, contados con pequeñas bolitas de migas de pan, me hacían sentir como si en cualquier momento iba a perder la cordura. Hace media hora, mi estómago devolvió lo poco que ingerí; me sentía podrido, abandonado, perdido y olvidado. La ropa ajena que cubría mi cuerpo, apestaba, todo mi cuerpo olía terrible, y sólo podía sentir lástima de mí mismo, mientras el sentimiento de odio hacia Eric, no hacía nada más que crecer.

     Mientras lloraba en silencio, intentaba aferrarme al pensamiento de que alguien estaría buscándonos. Mi mente se volvía muy frágil y cualquier pensamiento negativo que entraba en ella, viviendo esta situación, se maximizaba hasta terminar desgarrando mi garganta durante horas en aquel lugar. Comencé a sentirme débil nuevamente, dispuesto a entrar en un letargo provocado por desgaste psicológico y emocional, hasta que una voz conocida, me hizo temblar sobre el suelo.

     —Párate.

     No sólo me levanté, también corrí con la poca fuerza que tenía y me aferré a los barrotes para escupir su rostro.

     —¡Sácame de aquí, hijo de puta!

     —Eres como un cachorro rabioso, ¿sabes? —comentó mientras limpiaba su piel —. ¿Has disfrutado la estadía?

     Mi corazón estallaría, la rabia era casi incontrolable, pero comencé a sentirme mareado, no podía desgastarme con tantas cosas en contra. Retrocedí unos pasos sin dejar de mirar sus ojos, donde sólo existía venganza y satisfacción al verme encerrado.

ᴜɴᴋɴᴏᴡɴDonde viven las historias. Descúbrelo ahora