Capítulo 17: "Claro de Luna"

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     Debíamos inhalar todo el oxígeno posible hasta el límite de nuestra capacidad pulmonar y, quien más durara al exhalar una vocal, era el ganador del premio: un beso en cualquier zona que quisiéramos del cuerpo contrario. Así nos encontrábamos, sosteniendo nuestras manos, sentados de piernas cruzadas sobre la alfombra en la sala principal y, aquella mañana, después del desayuno, yo llevaba perdiendo siete veces seguidas, pero no porque lo hiciera con intención, supuestamente.

     —¿Cuándo me vas a ganar? —preguntó sonriente mientras recuperaba el aire.

     —Déjate perder, no creo que pueda ser de otra manera —respondí riendo con dificultad a falta de oxígeno—. Acepto mi derrota con... mucha tristeza.

     Gerard, mordió su labio inferior, rió suavemente y se acercó a mi oído.

     —Ambos estamos de acuerdo con que es cualquier zona, ¿verdad? —susurró y asentí—. Bien, entonces... recuéstate boca abajo.

     Le miré por un par de segundos sintiendo pudor, pero debía aceptar ser el perdedor. Girando mi cuerpo, me recosté como lo pidió y apoyé un lado de mi cara sobre el dorso de mis manos. La textura de la alfombra comenzaba a provocarme una leve comezón en la piel del torso, nos encontrábamos vestidos sólo con la ropa interior, una de las reglas que habíamos acordado para este juego.

     Apoyó una mano contra la alfombra cerca de mi rostro, hasta que sentí sus rodillas a cada lado de mi cadera.

     —Gerard... —murmuré inevitablemente con un poco de ansiedad.

     —Tranquilo, es un beso —dijo en voz baja.

     Tragué saliva y asentí. Confiaba en que no intentaría hacer algo que me incomodara o me hiciera sentir expuesto. Cerré los ojos y su cálida respiración cayó entre mis omóplatos; me cuestioné cuál sería la curiosidad que sentiría por besarme allí, pero mis pensamientos se dispersaron al contacto de la suavidad y humedad de su lengua sobre mi piel. La deslizó por toda mi columna, sintiéndose tibia, con una dirección de pequeños zigzags, provocándome un extraño hormigueo en la nuca. De pronto, se detuvo al límite, muy abajo, donde se curvaba la última vértebra y sus labios, suavemente, terminaron con pequeños besos en el mismo lugar; una corriente de calor me llevó a fruncir el ceño, extrañado por aquella nueva sensación, inquietante, deslumbrante.

     —Fin del juego —dijo cuando llegó nuevamente a mi oído.

     —No, no, espera.

     Me incliné con mis manos aún sobre el suelo, pensando en que se alejaría, pero no lo hizo. Continuó sobre mí, mientras movía mis rodillas para sentarme sobre los pies; su abdomen al respirar, rozaba mi espalda baja, y el silencio que nos rodeó, me intimidó al punto de verme en la obligación de levantarme y caminar al azar, enfriando emociones y pensamientos.

     —Quiero que pierdas, debes perder también —comenté mientras mis mejillas se ruborizaban y sus ojos me observaban con gusto.

     Risueño, sonrió poniéndose de pie y extendiendo ambos brazos a cada lado.

     —Heme aquí, derrotado ante tal empedernido guerrero —dijo con un tono histriónico—, ¿podría acercarse y darme la fortuna de morir por uno de sus besos?

     —¿De dónde sacas tanta palabrería? —pregunté comenzando a reír.

     —Libros, Frank. ¿Sabías que...?

     Me acerqué a él y no dejé que continuara hablando, su boca se podía ver bonita mientras hablaba, pero junto a la mía, era arte.

     Al atardecer volvimos al pueblo. Aparcó en la calle donde no se veía nadie transitando y salí de la camioneta en busca de películas para la cámara y un poco más de ropa. Anteriormente, habíamos conversado sobre el asunto de mi regreso al hostal, pero, la verdad, ninguno de los dos queríamos eso, ya que, no existía la posibilidad de darle espacio a la idea de separarnos. Una fuerza interna, nueva en mí, me impulsaba con fervor a descubrir más y más sobre él, escuchar lo que sabía acerca de diversos temas, música, o simplemente no hablar y apreciar el silencio entre nosotros, para que nuestras bocas continuaran explorando, libres y curiosas, pedacitos de piel y su textura, llenándonos de emoción al provocar algún escalofrío en nuestros cuerpos.

ᴜɴᴋɴᴏᴡɴDonde viven las historias. Descúbrelo ahora