Capítulo 43: "Decisión"

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     Cerré los ojos ignorando la reacción del tatuado, y volteé hacia la pared para comenzar a dormitar a intervalos. Cerca de una hora más tarde, era guiado hacia la torre por un sujeto de los que trabajaba en el lugar. En cada paso que daba, la imagen de Gerard, se hacía presente en mi cabeza. ¿Habría dado resultado esquivar las drogas? Todo se veía tranquilo alrededor, ningún indicio de que estuvieran intentando escapar tomándole como rehén, y eso me provocaba sentimientos totalmente opuestos. Al llegar a la vidriera del faro, se abrió la puerta de gruesa madera permitiéndome oír el leve sonido de alguna obra clásica, mientras el rostro de Bellamy, aparecía desde el borde de esta.

     —Adelante, Frank. Dispones de comida y medicina, sobre la mesa —comunicó y luego hizo una seña al otro sujeto para que se retirara.

     En el interior, mis dedos pellizcaron parte de la tela del pantalón, sintiéndome digno de lástima o, quizá, objeto de burla. La calefacción erizó mi piel, me estremecí por completo hasta el punto de descender mis párpados, pero los abrí rápidamente, al notar cuánta debilidad podría demostrarle con ese gesto. Bellamy, señaló con su dedo índice lo que me ofreció; me acerqué hasta la pequeña mesa y sin dudar, introduje las píldoras a mi boca, junto a un par de tragos del agua que me bastó para vaciar el vaso. Lo alejé de mis labios y con la yema de uno de mis dedos, rocé el borde; mi vista se enfocaba en aquel movimiento, mientras me percataba que el volumen de la música disminuía. Me comenzaba a incomodar el saber por qué quería hablar conmigo, igual que ayer.

     —Esas píldoras son más efectivas; no volverás a padecer fiebre —comentó exagerando su modulación—. Por favor, toma asiento.

     —Así estoy bien —murmuré soltando una breve tos—. ¿Sobre qué, quiere hablar?

     —Muchacho, no rechaces la comodidad, después de tanto tiempo sintiendo el concreto... Siéntate.

     Ubiqué el vaso sobre la mesa, fracasando en el intento de esconder mi rabia, la cual se traspasó en un golpe sonoro que emitió. Dejé que mi cuerpo cayera sobre el sillón, al mismo tiempo que giraba mi rostro hacia la fuente de calefacción; me sentía acorralado de cierta manera, presionado y, sobre todo, preocupado por no notar ninguna señal que me confirmara el éxito del arriesgado plan de Gerard.

     —¿Has reflexionado sobre nuestra conversación? —preguntó desde su escritorio—. No me refiero a lo que hacemos acá, hablo de Gerard.

     Negué con la cabeza, porque me provocaba cierto temor pensar en que pudiese conocer su estrategia. Ladeé levemente, mi rostro, hasta toparme con su expresión de espera; entrelazaba los dedos de sus manos y me impacientaba la calma exagerada que emitía.

     —Bien —dijo y suspiró—. Seré directo, ya que, lamentablemente, veo que no tienes la disposición para detalles, por lo tanto... Detrás tuyo, hay una cajonera y, en su interior, indumentaria y calzado más adecuados a tu talla.

     Fruncí el ceño, y mis latidos aumentaron por alguna extraña razón que, quizá, conocían, adelantándose a mi conciencia.

     —Eres libre, Frank —continuó—. Tu cautiverio, acaba hoy.

     Era imposible. Una nueva frialdad se instaló en mi pecho, creyendo que, quizá, ya no respiraba y que, seguramente, mis ojos se cristalizaban, sin embargo, también existían factores que alimentaban a mi posible confusión con sus palabras. Mis labios se separaron, recogí aire desde allí, despacio, sin quitar la vista de la azulada de Bellamy; esperé alguna señal de burla, risa, lo que fuese que me empujara a la realidad, pero no hizo nada. Bajé la mirada hacia mis piernas flexionadas, luego la enfoqué en mis manos, las cuales se aferraban temblorosas a los brazos del sillón; momentos después de haber encontrado cómo controlar la angustiante mezcla de emociones que se revolvía en mi alma, volví a mirar su rostro.

ᴜɴᴋɴᴏᴡɴDonde viven las historias. Descúbrelo ahora