Capítulo 44: "Punto límite"

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     —¿Bromeas? Jódete, Gerard. ¿Qué sentido tiene? ¡Si a este chico, le iban a liberar hoy!

     —¿Qué? —cuestionó con vacilación en su voz.

     —¡Esa misma mierda! Vamos, niño, dile lo jodidamente loco que estás como para preferir el encierro, en vez de...

     —¿Frank? —interrumpió Gerard y cerré los ojos con fuerza.

     Dentro de la densa oscuridad, sentí sobre mí el foco de la linterna que sostenía el rubio, aunque mis ojos se mantenían presionados. Intenté buscar las palabras correctas para justificar mis acciones, pero me sentía paralizado debido a la estupidez, mientras el silencio se mantuvo sepulcral durante algunos segundos. Gerard, carraspeó y, neutralizando su voz, volvió a hablar, dirigiéndose a Dingo.

     —Déjame salir y abre su celda.

     —¿Sí? ¿También quieres que vigile por si alguien viene? —preguntó con sarcasmo agitando el manojo de llaves.

     —No es necesario que te lo pida.

     Fue inevitable que una tímida sonrisa se dibujara en mi rostro, mientras Dingo, reaccionaba a las palabras de Gerard, con un animoso silbido que rompía la tensión previa. Ahora, murmuraba de manera ininteligible, debido a que sostenía la linterna entre sus dientes, cuando terminaba de abrir ambas celdas, entonces, me puse de pie impulsándome con mis manos contra la pared de concreto. Gerard, entró, perdiéndose en la oscuridad al instante en que, Dingo, se dirigió hacia la puerta metálica para hacer su vigilancia.

     —¿Por qué? —cuestionó con suavidad.

     —No podía, hm... Yo, simplemente, no podía irme sin... —titubeé sintiendo su calor corporal y sus manos encontrando mis hombros.

     Sin demora, llenó mi rostro con cálidos besos, ubicando sus manos entre mi nuca y cuello; asimismo, llevé las mías hacia su torso, envolviéndolo para atraer nuestros cuerpos, completamente sumergido en el dulce mareo causado por aquel contacto.

     —Hey —susurró contra mí oído mientras comenzábamos a abrazarnos—, te pedí que no perdieras ninguna oportunidad de salir de aquí, ¿lo hice? —inquirió y asentí contra su cuello.

     —Sí, lo hiciste, pero no te dejaría nunca... —murmuré—. Jamás, me iría sin ti.

     —¿Sabes que eres muy testarudo? Pero, mi testarudo.

     Los dedos de una de sus manos, pasearon con gentileza por mi cabello, mientras que, al mismo tiempo, deslizó la otra por toda mi columna hasta aferrarse a mi cadera. Suspiré y no pude evitar toser contra su hombro; él, me apretó más contra sí mismo, provocando que me sintiera, jodidamente, vivo.

     —Gerard... —mencionó Dingo aproximándose a los barrotes—, no puedo permanecer más tiempo aquí, hay mucho movimiento fuera.

     Sentí un suspiro de resignación chocar contra la piel de mi cuello, y las yemas de mis dedos se aferraron a la espalda baja que no quería soltar. Gerard, se apartó lentamente, procurando volver a besar mis pómulos, mejillas y frente, terminando por desnudar uno de mi hombros, para dejar un sutil beso en este. Finalmente, cubrí mi boca con el antebrazo, mientras tosía y soltaba su mano en el momento que dejó la celda para entrar a la suya.

     —¿Lo harás? Respóndeme, antes que te vayas —preguntó mientras el rubio cerraba con llave.

     —Bueno, si entiendo bien lo que estás diciendo..., necesitarías mi ayuda.

ᴜɴᴋɴᴏᴡɴDonde viven las historias. Descúbrelo ahora