Capítulo 36: "Vencer o ser vencido"

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     Quise preguntarle por qué creería eso, pero la respuesta estaba en mí. Volteé mi rostro hacia la pared mirando un punto fijo, mientras intentaba mantener la cordura después de tantos días permaneciendo en absoluto encierro.

     A veces, oía a Dingo, silbando por el lugar, pero no se acercaba a las celdas a menos que oyera la señal para llevarnos al baño. La temperatura de mi cuerpo descendía cada vez más, al igual que el ritmo de mi respiración, quizá, me sentía algo cómodo en esta posición, concentrado en el aparente descanso de Gerard.

     ¿Estarían, mis padres, buscándome? Quizá, mi madre, sí, pero él... No sabría decirlo. Pronto, cumpliría un mes desaparecido, y, si ellos no me extrañaban, esperaba que algunos de mis pocos amigos, lo estuvieran haciendo.

*

     No soportaba oler tan mal, me hacía sentir como una porquería y era lamentable; la comezón en ciertas zonas de mi piel me inquietaba; podría generar alguna infección, y no soportaba esa idea. Rasqué mi piel sin parar, desesperado, hasta soltar un quejido de impotencia.

     —Deja eso. Te vas a provocar una herida.

     Su voz sonaba mejor que ayer. Giré mi cuerpo hacia su celda, su cabello era un desastre y pude notar que los pómulos se le marcaban fácilmente. Gerard, mantenía su vista hacia mis manos, las cuales continuaban escondidas en el interior de mi suéter, y luego, la desplazó hasta mis ojos.

     —Pica mucho, no puedo controlarlo —dije mientras pasaba la yema de mis dedos sobre la piel.

     —Lo sé, pero puedes intentar evitarlo —comentó y suspiré negando con la cabeza.

     —No puedo evitar muchas cosas estando aquí, como por ejemplo, querer morir.

     Nuestras miradas permanecieron fijas. Mi estómago dolió después de decir aquello, porque sin querer, existía el riesgo de que se sintiera culpable. Intenté disculparme después de aquel silencio, pero terminó desviando la mirada hacia el techo, parecía aguantar muchas cosas que quería decir, mientras mordía su labio. Mis ojos vagaron por su cuello, y una leve tibieza nació en mis mejillas. Apoyé una parte de mi frente en los barrotes y mis párpados descendieron al comenzar a escuchar su voz, tarareando la melodía de una canción; sentí el débil calor de los rayos del sol tocando mi rostro, la inesperada luz cálida entraba por la ventana, y junto a las melodías que provocaban sus cuerdas vocales, el frío en mi cuerpo y alma, se desvanecían por un momento.

     —Eres la persona más valiente que conozco —murmuró al detener su canto.

     —¿Valiente? —pregunté frunciendo el ceño aún con los ojos cerrados—. No..., sinceramente, no lo creo...

     —Lo eres. Yo... intento no dejar que caigas, aún más, de lo que has soportado. Me cuesta mucho verte aquí, siento vergüenza y rabia, pero mantengo aquella idea de ti. No te pido nada más que reconozcas la fuerza que tienes... Todo lo demás, si ha cambiado, lo acepto.

     Sabiendo lo que quería decir, abrí lentamente los ojos, y observé que mantenía su mirada hacia la pared.

     —Si... te refieres a lo que siento...

     —Por favor, Frank, no es necesario —musitó.

     Cerré la boca porque no era asertivo lo que podría salir de ella. Honestamente, mis pensamientos se mantenían siendo un gran desorden; podía sentir cómo mi razonamiento intentaba cuestionar sus acciones e, inevitablemente, los prejuicios hacían eco. ¿Cómo podía ser que alguien como él, estuviera quitándole la vida a cualquier persona? Porque era cierto. Gerard, lo había hecho todas las veces que mencionó ir a trabajar. No había sido hasta cuando me pidió acompañarle a la montaña, la noche del eclipse, en donde estaba arrepintiéndose de sus actos, y ahora podía comprender que era algo completamente difícil para él, aceptar abrir los ojos ante lo que se había convertido en los últimos años y que, finalmente, parecía aborrecer. Exhalé con pesar, mientras el día estaba terminando y un escalofrío recorrió mi espina dorsal. Mañana le sacarían de aquí para llevarle al faro donde, probablemente, volvería a actuar bajo el efecto de alguna droga y no tendría la capacidad de estar consciente, mientras sus manos sostenían una navaja. Ante aquellos tortuosos pensamientos, el escozor y la vista nublada, regresaron a mí, sin embargo, Gerard, se adelantó; su sollozo quebró mi corazón, como si hubiésemos estado pensando lo mismo.

ᴜɴᴋɴᴏᴡɴDonde viven las historias. Descúbrelo ahora