Capítulo 46: "Cicatrices"

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     Tibias yemas de unos dedos ajenos que danzaban a un ritmo lento, tocaban desde mis mejillas hasta mi frente, logrando despertarme con suavidad. Fruncí un poco el ceño, pero luego, recordé que había pasado la noche junto a quien parecía creer que mi rostro funcionaba como las teclas de un piano. Aún somnoliento por el delicado despertar, abrí uno de mis ojos y me encontré con el rostro naturalmente cansado, pero concentrado, de aquel músico a quien iba a entregarle una sonrisa, pero en vez de permitirme apreciar su presencia tan cercana por algunos minutos más, se adelantó casi guiado por un impulso, a juntar nuestros labios. Confundido por el apresurado contacto, percibí cómo se aceleraban mis latidos, y sabía que en él ocurría lo mismo; entonces, llevé una de mis manos hacia la suya, la cual continuaba extendida sobre la mejilla que acariciaba mientras dormía y sus dedos se separaron lo necesario para entrelazarlos con los míos. Entendíamos nuestros movimientos y lo que se cruzaba en nuestros pensamientos; Gerard, no quería que, en mí, la percepción de él fuera modificada, jamás sería así, sólo quería que me diera la oportunidad de hacerle entender que, realmente, comprendía el infierno en el que estábamos, y que las cosas podían tornarse demasiado dolorosas en el camino, pero que por sobre todas ellas, mantenía la fe en el motivo que él me pidió un tiempo atrás: saldríamos de allí, y eso ocurriría mañana.

     Seguramente, no quería hablar, porque en cada intento de pausar el beso, él presionaba sus tibios labios sobre los míos.

     —Tranquilo —susurré después de lograr alejarme un poco.

     —Lo estoy.

     —¿Seguro? Necesito verte, por favor, Gerard.

     Era cierto que anoche habíamos hablado por algunos minutos, pero dentro de la oscuridad. Hoy, a plena luz del día, pude observarle por unos segundos antes de que notara que había despertado y me besara, y, al ver que accedía y que su mano soltaba la mía, me apoyé sobre uno de mis codos, sin quitar la vista de su completo ser. No quería ver sólo su exterior en ese momento, aunque fuese su lenguaje corporal lo que más hablara; deseaba que supiera que mis sentimientos continuaban inquebrantables y que le amaba con todas mis fuerzas.

     Tranquilamente, recibía el oxígeno por la pequeña apertura de su boca y sus iris se movían saltando entre cada uno de los míos.

     —Inevitablemente, tendremos heridas en nuestro cuerpo y alma... —dije luego de observar su mano vendada—. Creo que no podemos hacer mucho contra esto, pero..., las veremos cerrar juntos, ¿bien? Cerrarán y se volverán cicatrices, pequeñas, fuertes, y... prometo acariciarlas hasta que sean invisibles, durante todos los días que pase contigo, Gerard.

     Mordí mi labio inferior cuando callé, porque sus ojos se cristalizaron, mientras asentía suavemente, empapando mi corazón. Incliné más mi rostro hacia él, y volví a susurrar, pero esta vez, cerca de su oído.

     —Eres valiente e inteligente, te amo, te amo demasiado por todo lo que eres —afirmé y dejó escapar un suspiro.

     —También lo eres, Frank —dijo encontrando mis ojos—. Gracias por creer en ti, en mí, en nosotros.

     Y lo haría siempre, hasta llegar al último día, más aún, si la vida quisiera desafiar cada movimiento que necesitáramos hacer. Después de todo, pequeños besos y caricias, era todo lo que queríamos por esa mañana, y quizá, por muy pequeño que fuera, nos fortalecía de una manera inexplicable. Gerard, recogió hacia atrás la tela del suéter que cubría mi brazo, lo sostuvo frente a él, a una corta distancia de sus ojos, mientras observaba las cicatrices que despertaban amargos recuerdos de aquella noche. La piel era más delgada y rosa en estas, pero ya no existía ninguna abierta; sus pequeños labios se encargaban de besarlas una a una, enviando punzadas a mi estómago con sensaciones intensas.

ᴜɴᴋɴᴏᴡɴDonde viven las historias. Descúbrelo ahora