Constantemente, chequeaba la hora en el reloj de pulsera que descansaba sobre la mesita de noche, mientras una de mis manos se aferraba a la correa del bolso entre mis pies. Restaban cinco minutos para las nueve, y la inseguridad incrementaba al no saber cómo reaccionaría Gerard, cuando me viera con mi cabeza rapada. Me comparé con Eric, quien mantenía su larga y platinada cabellera, siendo una característica física que quizá le atraía a cualquiera, sobre todo a él. ¿Y si le desagradaba mi nueva apariencia? ¿Y si se desilusionaba? Mi corazón comenzó a correr dentro de mi pecho, ante la posibilidad de no parecerle atractivo, entonces abrí el bolso para sacar una sudadera negra y vestirme con esta, cubriendo mi cabeza con la capucha.
Miré el reloj por última vez y tomé una larga bocanada de aire, para luego, salir y bajar con rapidez hacia la primera planta del hostal. No divisé a nadie más que al auxiliar de aseo, quién me miró con algo de extrañeza fijándose en el bolso que sostenía, mientras barría la entrada; sin embargo, le ignoré evadiendo su mirada y continué hacia la calle en donde me encontraría con Gerard. Mis pasos eran muy apresurados, causando que mi respiración ingresara y saliera por mi boca, sintiendo cómo mi temperatura corporal descendía en cada metro avanzado, hasta que doblé por una esquina, visualizando al único vehículo aparcado allí. Exhalé con fuerza, cuestionándome si debía parecer indiferente, relajado, ¿confiado? Maldije mi estupidez en un susurro, disminuyendo la velocidad de mis pasos, mientras que con la mano libre, me aseguraba de que la capucha no se moviera hacia atrás. Gerard, me hizo una seña encendiendo y apagando los focos, lo que me hizo sentir tan jodidamente expuesto a su observación durante todo el trayecto... Podría estar fijándose en mi manera de caminar, en la forma y altura de mi cuerpo, simplemente, en la infinidad de cualidades con las que no me sentía muy conforme, pese a ello, cuando llegué a la puerta del copiloto, sentí que todo ese enorme peso desapareció cuando lo primero que vi, fue su sonrisa.
Tomé la manija y abrí la puerta, entrando y cerrando tan rápido que creí estar a salvo de cualquiera que me hubiese estado observando; luego giré mi rostro hacia el suyo, percibiendo el cosquilleo cálido en mi abdomen al mirar sus ojos brillantes, de apariencia cansada y con ojeras bastante oscuras. Desvié mi atención hacia el exterior a través del parabrisas, notando que aquella solitaria calle parecía protegernos gracias a la escasez de iluminación, encontrándonos inmersos en la oscuridad de nuestro encuentro. Oí un suave respiro de su parte y volví a mirarle, mientras se inclinaba hacia mí.
—Me gustaría que pudieras experimentar todo lo que me ocurre en este momento —dijo con una serenidad inquebrantable en su voz.
Él no era el único que pedía comprensión con lo que le ocurría, ya que, un mar de sensaciones y emociones recorrían mi cuerpo por completo. Vi que sus labios se entreabrieron para volver a hablarme de esa manera tan extraña, pero que me había hecho tanta falta escuchar, sin embargo, no se lo permití; hablar era lo último que quería hacer en ese momento. Llevé una de mis manos hacia su nuca, enredando mis dedos en su cabello y le atraje hacia mí, para juntar nuestros labios.
Gerard, apoyó una de sus manos sobre el respaldo de mi asiento, lo cual le permitió besarme mejor debido al impulso. Pronto, abrió su boca y el beso se humedeció, mientras escuchaba los casi imperceptibles jadeos que emitía al intentar regularizar su respiración, pero le deseaba tanto en ese instante que, presioné aún más mi mano detrás de su cabeza, causando que nuestros labios prácticamente se fusionaran en movimientos tortuosamente ralentizados. Mi piel se erizaba, mientras mis pensamientos se tornaban borrosos, pero pronto comencé a retomar la razón cuando comenzó a dejar pequeños besos sobre mi labio superior, para después iniciar un recorrido por mis mejillas, al mismo tiempo que liberaba una suave y pequeña risa.
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ᴜɴᴋɴᴏᴡɴ
Ficção GeralAl momento de comenzar a cuestionar quién eres, es cuando comienzas a conocerte, pero ¿qué se siente cuando crees conocer a alguien que, inesperadamente, se convierte en un desconocido? Es el año 1989, y, Frank, comienza un profundo e importante aut...