No lograba asimilar bien la situación. Estar viviéndola de manera tan inesperada, la convertía en una realidad paralizante. Gerard, cayó de rodillas sobre la tierra y su atacante soltó sus brazos, sin embargo, en vez de hacer algún movimiento que pudiese zafarle de aquello, no opuso resistencia. La navaja se mantenía de forma horizontal contra su cuello, el otro sujeto gritaba palabras amenazantes, mientras los demás continuaban con sus armas apuntando hacia ellos, incluyendo, Dingo.Podía sentir mi corazón bombeando en mi cabeza, me encontraba inmovilizado por el miedo, la reacción que mi cuerpo tomó como mejor opción. De pronto, oí los pasos de Bellamy, avanzando dentro de la vidriera; asimismo, oí la puerta al abrirse, mientras parecía hablar de manera instructiva con alguien, entonces, recordé que al otro lado se encontraba Eric. Segundos después, perdí un poco el equilibrio al recibir un empuje por parte del tatuado, causando que saliera de mi bloqueo mental. Carente de indecisión y sobrante de rapidez experimentada, como si fuese un reptil, el tatuado recostó su cuerpo en el suelo del balcón, mientras acomodaba y preparaba entre sus manos completamente tatuadas, un fusil de francotirador.
No supe qué fue, exactamente, lo que sentí en ese momento.
La capucha mal puesta de su hoodie, me permitía ver parte del cabello gris y raíz oscura. Eric, permanecía quieto y observando lo que ocurría a través de la mira del fusil. Miré hacia mi lado, en donde encontré a Bellamy, analizándole con seriedad y un leve destello de temor. Si el tatuado fallaba, lo más seguro era que el tipo de la navaja reaccionaría aterrorizado y terminaría con la vida de Gerard. Fue en ese momento que recordé aquella antigua conversación con Eric, dentro de su habitación, cuando había mencionado su habilidad con las armas; aquel último recuerdo, me tranquilizó de una manera confusa, pero, sin embargo, ¿quién era el sujeto en el que todos centraban su atención? Gerard, debía estar bajo el efecto de alguna droga, dispuesto a quitarle la vida a otra víctima que, según Bellamy, lo merecería. Entonces, quien ahora amenazaba, ¿había logrado escapar de él arrebatándole la navaja? Me cubrí la boca con ambas manos, al momento en que sentí la llegada de una impertinente tos; ese ruido molesto podría arruinar el tiempo de vigilia y cálculo que, el tatuado, debía asegurar antes de disparar.
La respiración agitada que mantenía debido a la situación, causaba el cosquilleo bronquial obligándome a entrar rápidamente para toser al interior, pero al mismo tiempo que lo hice, oí el estallido de un disparo. Al instante, me volteé para mirar hacia el balcón y logré ver que, Eric, lentamente, se ponía de pie sosteniendo el fusil, mientras que con una mano, llevaba la capucha hacia atrás, descubriendo su cabello. Se acercó con una nerviosa, pero genuina sonrisa, a Bellamy, quien le recibió brindándole un contundente abrazo.
El tatuado, miró hacia el interior de la vidriera, encontrándose con mis ojos. Su expresión se mantuvo dentro de un orgullo incomparable, para después volver a sonreírle a su mandamás, entonces, me vi a mí mismo como un perdedor, un auténtico inútil; aún así, mis pies me impulsaron hacia el exterior, pero Eric, entró, dejando el arma encima de un estante, deteniéndome con sus manos sobre mis hombros.
—¿Qué haces? No hay nada para ti, Frankie —dijo esbozando una sonrisa ladina—. Muévete, te llevaré a la celda.
¿Era cierto lo que decía? Después de todo, acababa de salvarle la vida a Gerard, yo no.
Camino de regreso al encierro no dije una sola palabra, mi cabeza estaba ocupada con pensamientos inseguros; la tos persistía al igual que la alta temperatura y, realmente, me sentía un estorbo. Cuando estuve al otro lado de los barrotes, miré a Eric, mientras aseguraba con llave. Lucía tranquilo, inquebrantable, como si tuviera motivos suficientes para estar vivo. Exhalé despacio, descendiendo mi cuerpo contra la pared hasta el suelo, jodidamente, avergonzado. Era absurdo sollozar como reacción tardía, pero cuánto lo necesitaba. Durante las últimas horas de soledad, tuve el tiempo suficiente para reconocer dolores en mi cuerpo que habían sido desatados por emociones constantes: una agobiante opresión en el pecho que, quizá, se debía a la humillación diaria, a la impotencia de no haber hecho algo por Gerard, pero, ¿qué? No sabía disparar una maldita arma. El dolor sobre mis hombros y cuello, modificaba mi postura diariamente cabizbaja; sin embargo, mis piernas y brazo izquierdo, ya no ardían, seguramente, cicatrizaban rápido, aunque las marcas y el recuerdo de su causa, permanecería.
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ᴜɴᴋɴᴏᴡɴ
Ficción GeneralAl momento de comenzar a cuestionar quién eres, es cuando comienzas a conocerte, pero ¿qué se siente cuando crees conocer a alguien que, inesperadamente, se convierte en un desconocido? Es el año 1989, y, Frank, comienza un profundo e importante aut...