Capítulo 45: "La calma"

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     Pasé el dorso de mi mano entre la boca y barbilla para quitar la mezcla de fluidos de lágrimas y saliva, e inhalé profundo para mirar a Gerard, quien tenía los ojos cubiertos por su cabello desordenado debido al forcejeo.

     Dingo, amenazó nuevamente con un grito y mis oídos se centraron en el sonido que parecía como si hubiese jalado el cerrojo, entonces dirigí la vista hacia su rifle y le vi quitar el seguro; de manera automática, llevé mi atención hacia el bastardo que sonreía a pesar de extender sus brazos de forma horizontal, entregando una imagen de burlesca sumisión, como si no creyera que de un sólo disparo, su existencia acabaría; y tenía razón, porque Dingo, no era un asesino.

     —¡Hazlo, vuélame la puta cabeza! —gritó el tatuado y luego rió—. ¿Cuánto tiempo llevas deseando hacerlo, ah?

     —Gerard, va a soltarte y tú no harás nada más que irte de aquí, ¿entendido? —murmuró Dingo ignorando las palabras desafiantes.

     —Esto... ¿lo sabes, verdad? Esto —recalcó—, te costará caro.

     Las palabras del rubio fueron claras, él dispararía si no se alejaba de Gerard, no lo haría sin otra razón. Eric, obedecía, mientras yo le observaba incrédulo y, aunque mi mayor deseo era haber visto muerto a aquel bastardo, mi corazón intentaba estabilizarse al saber que Gerard no continuaría siendo lastimado. Finalmente, Eric, salió de la celda, sin tocar ninguno de los objetos que dejó allí dentro; mi mandíbula se tensó al breve contacto visual que tuvimos, para luego acercarse en completa calma hasta el extremo del rifle que aún sostenía Dingo, contra él. El arma se encontraba sin seguro, pero su mentalidad distorsionada y ajena a límites, hizo que en un rápido movimiento, abriera su boca hasta introducir parte del rifle en ella, manteniéndose de esa forma por un corto tiempo. A Dingo, le temblaron los brazos ante la desafiante oportunidad, Eric, sonrió aún en esa posición, y segundos después, alejó su boca para soplar con presión al agujero que no le intimidaba en absoluto.

     —No me voy por ti, menos por tu pequeña amenaza —dijo de pronto—. Lo hago porque siempre hay más oportunidades.

     El rubio frunció sus labios, dio una corta inhalación y movió su cabeza en señal para que Eric, abandonara el lugar. Gerard, presentaba una respiración agitada y expresión de dolor por el corte en su dedo, y, al momento de oír la puerta metálica cerrándose, Dingo, volvió a ponerle seguro al arma y entró a la celda, agachándose para tomar la pequeña llave sobre el concreto y comenzar a quitarle las esposas.

     —El corte es profundo —comentó el rubio observando la mano de Gerard—. Voy a llevarte al faro, necesitas curación.

     —Déjalo así, con un trozo de tela basta.

     —Gerard, por favor, hazle caso —dije con preocupación al notar la cantidad de sangre en su piel.

     —Llevarme al faro es contraproducente, ambos lo saben... Esta herida no es nada, un trozo de tela para ejercer presión y ya estará bien —afirmó sentándose y apoyando su espalda contra el concreto.

     Dingo, con su celeste mirada, me expresó la molestia que trataba de disimular, luego tragó saliva y asintió, enfocó su mirada nuevamente en Gerard, le dijo que volvería con alcohol y lo necesario para frenar el sangrado y luego se acercó a mi celda.

     —Frank... —pronunció haciendo una pausa—, lamento no haber podido hacer lo que esperabas.

     —Tienes tus razones —murmuré.

     Me observó durante un instante, sabía que dentro de su cabeza analizaba el estado y apariencia física que le demostraba. El silencio no se sentía incómodo, y la figura erguida, pero a la vez, derrumbada de su ser, me hacía verle de una manera totalmente opuesta a cuando le conocí. Dingo, era distinto, estaba ayudándonos, arriesgándose, y necesitaba saber porqué, pero detuvo mis pensamientos cuando introdujo la llave en la cerradura, lo cual me impresionó, pero me hizo entender sus intenciones.

ᴜɴᴋɴᴏᴡɴDonde viven las historias. Descúbrelo ahora