Capítulo 16

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Si su olor me resultaba atrayente, su sabor es una locura, su boca y sus labios gruesos me reciben con deseo.

No pienso, solo actúo, es como si mi razonamiento y mi cuerpo hubiesen perdido el contacto, hasta tal punto que quiero comérmelo, devorarlo.

El parece que lo nota, y por un instante va a mí favor, hasta que se retira levemente.

- Eh, gorrión, no sé hasta qué punto esto puede llegar a ser un problema para ti… - Dice en voz baja, con tono meloso.

Con su tono pretende hacerme dudar, pero sus ojos me llaman.

Yo aún a gatas delante suya, me bajo de la cama, para ponerme en pie, el no me quita los ojos de encima, y mi intención es que vea, que no estoy dudando…

Me acerco, y me siento encima de él, con las piernas abiertas y de frente.

“¿Qué es lo que hace para oler así???” me preguntó desde la más absoluta ignorancia.
Si algún perfumista lograra recrear está fragancia masculina, repoblarían el planeta en 9 meses…

Él no se mueve, pero no me importa, busco su boca, sus labios, su sabor, noto como se acelera su respiración y como mi corazón me golpea el pecho.
El posa sus manos en mis piernas, a la altura de las rodillas, pero sigue inmóvil.

Yo voy más allá y mientras nuestras bocas se funden y nuestra respiración va al compás, busco con una mano su nuca, y enredo mis dedos en su pelo negro, que le cae por los hombros. Así lo presiono contra mi. Con la otra mano acarició el lateral de su cuello.

- Pequeña me estás poniendo esto muy difícil… - susurra.
- ¿Difícil?. - Pregunto confusa.

“¿Acaso pretende rechazarme?” Esa pregunta que me hago a mi misma me atraviesa el pecho.
Me aparto, me retiro y me pongo en pie. Me abrazó a mi misma y retrocedo hasta que mi espalda se apoya en el armario.

- Lo siento. – Le digo con arrepentimiento.
- Eh, pero… - Intenta el.
- No se por que he dado por echo que te gustaba. – le digo sin dejarle hablar.

La sensación que tengo es una mezcla de: miedo, vergüenza y pena de mi misma. Esa sensación me inunda los ojos.

- No, ¿Estás llorando??. – Dice con preocupación.

No voy a contestar a eso, diga lo que diga solo va a confirmar su pregunta. En ese momento se pone en pie, y da un paso hacia mi.

- Mira, gorrión, he intentado mantener las distancias todo el maldito tiempo, he rodeado la mesa de la cocina un millón de veces con la intención de no acercarme a ti. Tienes algo que me llama, hay algo que haces, o que emanas que me está llevando a la locura. Y si por un instante has pensado que no me gustas, lo siento pequeña, pero te equivocas. Solo pretendía protegerte, cómo te he prometido anteriormente. Solo quiero que estés bien, me encanta verte sonreír.

De la forma que me mira es como si me estuviese rogando. Y continua.

- Cuando digo que me lo pones muy difícil, es por qué esto se nos puede ir de las manos y yo conozco tu situación. Así que solo te lo voy a preguntar una vez: ¿Me vuelvo al sofá, o prefieres confirmar personalmente cuanto me gustas?

Estoy tan atónita que no soy capaz de articular palabra, yo soy más consciente aún de mi situación, pero no puedo pensar con claridad. Después de ese arrebato de sinceridad me ruborizo hasta tal punto que creo que no estoy respirando.

- Está bien.- dice él con pausa. – me vuelvo a sofá, no quiero que…
- ¡NO!! ¡¡Nashua no te vayas!!! – le suplico – Por favor…

Está en la entrada del dormitorio de espaldas a mi. Se gira con una sonrisa, con picardía, en tres pasos lo tengo justo delante, y el se hace con el control de la situación, con su pecho me empuja hacia el armario y la punta de su nariz toca la mía. Cierro los ojos al volver a respirar su olor.

- Ahora vas a ser consciente de lo que me gustas. – me susurra al oído.

Se agacha levemente para agarrarme, abrirme las piernas y subirme a su altura, contra el armario. Yo instintivamente rodeo su cintura con la piernas mientras que el sujeta mi peso. Nos fundimos en un beso largo y profundo, me encanta buscar su nuca entre su pelo con mis dedos.

Me retira del armario para llevarme hasta la cama con firmeza y decisión. Me tumba boca arriba, a su merced, y con sus manos desgarra la tela de la camiseta del pijama abriéndolo en canal.

- Ya eres mía. – Me confirma con voz ronca.

Un gemido sale de mi garganta.
Se inclina y me besa con lujuria, su melena cae por mí cara, cuando noto que mi pantalón corre con la misma suerte que la camiseta, me lo arranca.

Entre besos y gemidos, acabamos desnudos. Me posee con decisión, con firmeza, me atrapa, me agarra las caderas y se hunde en mi, uniendo nuestros cuerpos y rendidos a los placeres de la carne, y entrelazados, tocamos el cielo con la punta de los dedos.

Y durante el resto de la noche, se enternece su lado salvaje cuando me mira, pero veo el fuego en sus ojos cuando me hace suya.

En la Boca del LoboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora