Capítulo 19

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Entre sus brazos me siento como en una burbuja, una burbuja que me aísla de todo lo demás, de los lobos, de mi vida en general. No hago ni por plantearme que va a ser de mi vida después de esto, no quiero saber si quiera si tengo vida fuera de esta burbuja o de esta cabaña.

Después de comer, recogemos un poco, y Nashua intenta enseñarme a encender la chimenea ya que esta lloviendo mucho y hace frío, y aunque el insiste en enseñarme, yo me rindo, es algo que no voy a conseguir nunca. Me moriría de frío si tuviese que estar aquí sola…

“Aquí sola” repito para mí, no sé exactamente qué es lo que siento por el, pero de alguna manera entiendo a la gente que tiene problemas de adicción.

- ¡Ya está!, ¿Ves como no es tan difícil? – dice mientras una pequeña llama quema pequeños trocitos de madera.
- Claro, tú estás más que acostumbrado a hacer fuego, eres un troglodita.

Me rodea con fuerza con sus brazos, me levanta del suelo y aunque intento deshacerme de él con una pataleta y gritos, es imposible… Me tira en el sofá y el cae encima de mi, y aún teniéndome presa, me da bocados en el cuello y el hombro.

- Voy a devorarte – me dice mientras que estallo en carcajadas.

Y entonces es cuando me besa, realmente me devora, me invade su sabor, su respiración se acelera al compás de la mía y noto como aumentan sus ganas de quitarme la ropa, cuando mete sus manos por debajo de mi jersey.

Levanta la cabeza y mira hacia la chimenea.

- ¿Se ha apagado el fuego???. – dice con enfado.

Se levanta, se retira de mi, se pone en cuclillas frente a la chimenea y con mucha habilidad y una piedra que echa chispas prende unas ramitas. Me siento bien en el sofá y anonadada veo como el fuego se habre camino. Se gira, y me sonríe.

Quiero más de él, y no me refiero al gambito sexual, quiero conocerlo mejor, saber de él.

- Ven, siéntate aquí conmigo. – le ruego dando palmaditas en el sofá.
- ¿Quieres que te coma a mordiscos? – sonríe.
- Más tarde… - contesto alegre – Quiero que me cuentes cosas, ¿Cómo es tu día a día? Es decir, antes de que yo fuese a parar aquí. ¿A que te dedicas?.
- Quieres conocerme más… - dice mientras algo en su mirada se enternece.
- ¡¡¡SI!!! – Contesto entusiasmada.
- Esta bien, te cuento… En la aldea donde vivo, somos autosuficientes. Tenemos un huerto grande donde cultivamos frutas y verduras de temporada, tenemos animales que nos dan leche y huevos, también carne. Un amigo de mi padre que también vive en la aldea, tiene una tienda en el pueblo y los productos que no consumimos los llevamos a la tienda donde se venden, frutas, verduras, huevos. Mi padre y yo nos dedicamos a la madera, hacemos figuritas, utensilios de cocina e incluso banquetas. Con algunas plumas hacemos atrapasueños y algunos complementos. También algunas cosas de barro, que después de cocerlas a altas temperaturas son muy resistentes. Todo eso lo llevamos a la tienda donde a cambio nos da una suma de dinero que conjunto a lo que producimos en la aldea hace que podamos vivir con todo lo que necesitamos.

Es increíble cómo es posible que nuestra forma de vida sea tan extremadamente diferente.

- No podría imaginarme viviendo así, tenemos una forma de vivir muy distinta. Completamente distinta.
- No puedes negarme que todo lo que traje de la aldea tiene un sabor infinitamente mejor que lo que sueles comer…
- ¡Eso es cierto!! El sabor es mucho más intenso, el pan, las frutas, las verduras, los huevos…
- ¿Y tu?? ¿Que es lo que tienes que hacer para ganarte la comida? – pregunta con curiosidad.
- Yo nací en la ciudad, dónde me crié en casas grandes, con asistentas de hogar y niñeras, porque mis padres trabajaban mucho. Eran dueños de una empresa multinacional de exportación e importación de contenedores, hasta que llegados a una edad, decidieron vender la empresa por mucho dinero. Hartos de la ciudad y el estrés, después de estudiar muchos sitios relativamente cercanos decidieron mudarse aquí, a este pueblo. Querían que me viniese con ellos a vivir, pero yo tenía pareja y trabajo, y aunque ellos podían mantenerme fácilmente, preferí ser autosuficiente. Encontré un trabajo en un periódico, me dedico a escribir artículos y me encanta, porqué me dan la libertad de escribir sobre lo que yo quiera, doy mi opinión sobre recetas, películas, libros, noticias de actualidad, tendencias en las redes sociales…

- ¿Y a que viniste al pueblo?- pregunta con curiosidad.

Yo no quiero hablar de eso, pero su cara me delata que hay algo que ha pasado por alto. Es como si se le hubiese olvidado por un instante.

- Nashua… vine a casarme…

Su cara cambia repentinamente, su expresión se endurece y no me mira a los ojos. Se echa las manos a la cabeza se pone de pie y empieza a caminar hacia la ventana.

Se apoya en la encimera de la cocina y mira por la ventana, a la vez que yo entro en pánico.

- Nashua, no te alejes… por favor…
- No se por qué he creído en estos días que eras mía, para mí.

Me levanto del sofá alarmada. No sé cómo controlar está situación, el tiene todo el derecho a irse, realmente no tiene ninguna obligación conmigo, pero pensar eso hace que se me encoja el estómago. Lo necesito conmigo. No soporto siquiera que esté al otro lado de la habitación y menos de la manera que se está dando la situación.

Me acerco a el, lentamente, pensando de que manera solucionar esto, hasta que el empieza a hablar.

- No sé qué es lo que quieres, no se que es lo que estamos haciendo, me estoy dejando llevar y no sé hasta qué punto es posible que salga malparado de todo esto…

Le agarro el brazo, necesito contacto.

- Yo te necesito, tengo la sensación de que estoy encadenada a ti. Te reconozco que tengo cosas que solucionar fuera de esta cabaña pero, por favor, no te alejes.

Me acerco más, subo mi mano por su brazo hasta el hombro. El me mira y aprovecho para besarle. Con desesperación, como si nos quedasen pocos besos.

- Pequeña, por favor, no me hagas esto. – dice con los ojos cerrados, suplicando.

Pero hago caso omiso a la razón, y me dejó llevar por mí capricho del deseo.

En la Boca del LoboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora