Capítulo 21

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Entra con unas bolsas que pone encima de la mesa.

- Eh, pequeña ¿estás bien? – dice confuso.
- ¡NO! – digo entre sollozos, enfadada.- ¿Por qué te has ido?
- ¿Qué ocurre?, ¿Estás bien?- pregunta alarmado.

Se queda de pie, esperando mi respuesta desde la distancia.

- ¿Por qué nadie hace nada para que pueda salir de aquí?. ¿Sabes que faltan 3 o 4 días para que acabe mi supuesta luna de miel, que debería estar pasando con mi marido? ¿Te gusta tenerme aquí encerrada, verdad? A tu disposición, sin tener en cuenta mi situación y el resto de mi vida.

Su cara cambia, frunce el ceño, parece confundido.

- Cálmate, gorrión, sabes que salir a la calle puede resultar peligr…
- ¡NO! – grito, irritada. – ¡Quiero salir de aquí!, ¡Debería volver con mi marido!, ¿cómo se, que no me vas a dejar aquí sola cuando te parezca, o cuando esté totalmente enganchada a ti?
- Pequeña, no voy a dejarte sola, he ido a por provisiones a la aldea, solo ha sido un rato. Mi padre dice que está resultando muy difícil sacar del instinto a los lobos, incluso hay algún herido cuando los han acorralado.

Intenta acercarse al sofá, dónde sigo sentada, pero levantó la palma de la mano para que se mantenga ahí junto a la mesa, a una distancia considerable.

- Me tienes aquí asustada, a tu merced. Le estoy siendo infiel a mi marido, ¡¡yo no soy así!!
- ¿Tu marido?, Anoche no parecías acordarte de él…
- Tu me confundes, no sé cómo lo haces que acabo perdiendo la noción de la realidad, cuando ni siquiera no somos nada, no tenemos nada. Y yo estoy casada.

Me arrepiento de esas palabras conforme las digo, y hace que arranque a llorar, no somos nada, porque el no ha querido formalizar nada conmigo en ningún momento y por qué yo no me siento en disposición de pedirle nada estando casada.

- ¿Sabes que? – dice con rabia – Me he ido porque anoche dijiste que te sentías encadenada a mi. Así que decidí “quitarte las cadenas” un rato, me ausento dos malditas horas y no paras de hablar de tu marido. Gracias por tu sinceridad.
- Pues mira lo que has conseguido alejandote, me has hecho ver la realidad.
- No, la realidad la vas a tener ahora – dice con la cabeza alta. – He intentado decírtelo muchas veces, pero no sabía cómo y creo que ahora es el mejor momento. Que sepas, que el día del accidente, tú maridito salió del coche por su propio pie, ileso, y huyó corriendo de allí dejándote sola, desmayada e indefensa. Y fue entonces cuando tuvimos que intervenir mi padre y yo. Y si no llega a ser así, no estarías aquí.

Noto como el corazón se me para un instante. “Eso no puede ser, es imposible.”

- Eso no es cierto… - le digo con incredulidad. – ¡No te creo!.
- De echo, nunca estuvo protegido por nosotros, el se fue, ni siquiera miró hacia atrás y te dejó allí tirada. Por eso siempre he sabido que el está bien, se cubrió sus espaldas y huyó. Si hubieses dependido de él, estarías muerta.

- ¡¡Eres un maldito mentiroso!! – le grito mientras que me levanto del sofá y me pongo en pie.- me lías para que me acueste contigo y me dices mentiras para que siga enganchada a ti.

Su cara delata que está realmente enfurecido, y una vena de la frente se le marca, y escupe las palabras mientras que me señala con el dedo.

- Anoche fuiste tú la que me abordaste, no querías que le diera vueltas al echo de que estás casada, jugaste con mis sentimientos para que dejara de pensar, sin acordarte en ningún momento de tu marido. No sé qué es peor, ser una manipuladora o ser infiel, y tu estas pecando de ambas cosas.

Mi cuerpo actúa, sin pensarlo, solo me guía la ira. Me dirijo a él de frente, con la palma de la mano abierta y, le suelto un bofetón en la cara, de manera que gira la cabeza a un lado.

De repente su olor me invade, y noto en mi, como el fuego se apaga, como la tormenta amaina, y como me invade el arrepentimiento. “¿Dios mío, que he hecho?”

Él no se ha movido del sitio, anclado al suelo. Se lleva la mano a la cara y gira la cabeza para mirarme.

- Eres lo más parecido que he tenido a una relación formal. Nunca he tenido la necesidad sentimental de tener pareja. Pero sin darme cuenta algo se me ha arraigado en el pecho con tu nombre que no me deja sentir nada que esté más allá de ti, y ahora mismo estoy odiando la dependencia emocional que tengo contigo. Me siento impotente de saber que voy a perderte. Y aunque hubiese una remota posibilidad de que quisieras estar con alguien como yo, aún así, eres de otro. De un cobarde que no te merece.  Yo personalmente me voy a encargar de sacarte de esta jodida cabaña, para que vuelvas a estar con el imbécil de tu marido, aunque tenga que dejarme mi propia vida en ello.

En la Boca del LoboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora