Capítulo 7

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Ninguno pudo dormir, los dos estaban muy inquietos y pensativos sobre lo que esa noche habían realizado. Jared no podía creer que haya matado a esa chica tan cruelmente "Con una apuñalada hacia el corazón habría bastado" se decía así mismo, sin embargo no se arrepentía de haberlo hecho "Con alguien tenía que desquitarme". Se movía en su cama, pero un recuerdo lo hizo relajarse. Ese beso, el primero que se dio con Luna, pensó en ella. En sus ojos cafés, en su sonrisa cálida, en sus labios rosas, en su mirada, en su cuerpo, en su cara, en todo de ella, y por primera vez en mucho tiempo, se sintió feliz y una sonrisa se le dibujo en su rostro.


Por otro lado. Luna recordaba cada detalle de aquella espantosa noche.



Luna



Cuando deje a Jared en el edificio, arranque sin mirar atrás, aún me quedaba el sabor de sus labios y el deseo de tenerlos de nuevo. Ese beso me dio fuerzas, pero a la vez miedo...

 Llegue al lugar acordado, estacione el jaguar y después me encamine a la casa para esperarla afuera, no había nadie ya que era bastante noche, se oían los cantos de los grillos, las estrellas en el cielo brillaban con toda intensidad y la luna dejaba que su luz tocara mi piel. Una noche preciosa para un escenario trágico. Suspire, no sentí los nervios que tenía hasta que la vi llegar en un lujoso carro. Era un Mercedes Benz blanco de 1960, me sabía de memoria su tipo, era un 190 SL de 4 cilindros... De algo me sirvió estar 6 meses sin pasar un solo día en el garaje de la mansión, se estaciono y me vio curiosa desde el interior del coche, yo estaba recargada en la pared y la luz de la puerta me dejaba ver algo misteriosa, salió de su auto y se dirigió a mí.


– ¿Qué hace usted aquí? –me miro de arriba abajo, era una persona algo baja, de tez morena y ojos cafés. Nada excepcional.
–Solo vengo a cobrarle algo –sonreí al mirarla, yo seguía recargada alado de la puerta que ella trataba de abrir a decir verdad con algo de desesperación.
– ¿Qué? Pero si yo no tengo deudas. Todas las pague hace meses –me dijo extrañada, yo no pude evitar reír, fue muy gracioso como lo dijo.
–No ese tipo de deudas –sonreí y me acerque a ella a lo que retrocedió un poco– ya sabrá de lo que le hablo.
– ¡Dígalo de una vez! –dijo entre molesta y nerviosa, yo sonreí más.
–Este tipo de deudas –saqué la pistola de mi saco, ella me vio con sorpresa y alzo sus manos, como cuando un policía te dice "Arriba las manos" y tú lo haces... Reí al pensar en eso.
– ¡No por favor!
–Adentro –señalé con la cabeza la puerta, ella entro primero y después yo sin dejar de apuntarle, la casa era grande, con puertas de cristal y muy al aire libre, a decir verdad algo rustica y pintoresca, la llevé hasta la sala donde le dije que se sentara, lo hizo temblando y mirándome nerviosa.
– ¿Qué quiere conmigo? Yo no tengo deudas con nadie –la voz le temblaba, yo miraba la chimenea que tenía, era muy amplia.
-Yo no quiero nada contigo. Simplemente obedezco ordenes –me encogí de hombros– mis jefes son los que mandan, y yo la que obedezco lo siento. –la mire con lastima, pobre chica.
–Al menos me podría decir ¿Quién la mando? –dijo llorando.
–Por supuesto, de hecho te envía un mensaje –saqué de mi saco la hoja que Claudia me había dado en el sobre especialmente para ella, empezó a leer y se quedó helada un momento.
–Ahora entiendo, Claudia nunca me quiso – ¿sonrió?... al parecer así era.
–Pues ahoya ya sabe la razón –sonreí apuntándole de nuevo, ella volvió a mirarme con miedo– no la hare sufrir– se quedó en silencio un momento.
–... Gracias –suspiro, yo me sorprendí, ¿Gracias?
– ¿Por qué? -la mire extrañada.
–Por no querer hacerme sufrir, al menos me podre ir sin sufrimiento, ya que Claudia me hubiera torturado hasta matarme –suspiró, yo la mire una vez más y asentí.

Sí, eso hubiera hecho Claudia. Era su especialidad, hacer sufrir a las personas, yo no podía ser tan cruel.
–Dile a Claudia Poulain... Que yo nunca le guardé rencor.
–Le diré –arrugué el ceño, ella cerró los ojos y yo jale del gatillo, vi como su cuerpo cayó a mis pies, me aparte de inmediato, le había dado en la cabeza, tal y como dije, no quería hacerla sufrir.

Limpie la sangre que había en el suelo y su cuerpo lo subí al sillón y lo tape. Tal y como si se hubiera quedado dormida en el sillón, solo que la tape de tal forma que no se viera el balazo, me lave las manos, y queme los guantes, me percate de no dejar huellas ni nada por el estilo, todo estaba como cuando llegue.. Solo que con Daniela Willkins muerta en el sillón de su sala, suspire. Salí de ahí y me dirigí al jaguar estacionado en la esquina. Cuando iba para el carro vi una sombra detrás de mí y antes de que pudiera decir algo, me tapo la boca.
– ¡Dame todo lo que traigas! –dijo sin soltarme, sonreí. Era bueno ser mafioso en estos aspectos, así podrías defenderte. Bueno, trataba de verle el lado positivo a todo esto, el me soltó y me agarro de los brazos mientras me esculcaba en el saco, por fortuna no traía nada más que unos cuantos dólares, los agarro y se echó a correr.
– ¡Oye! –le grité y el sorpresivamente se detuvo, supongo que por el tono de mi voz, sonaba entre divertida y segura, él se volteo lentamente– ¡Se te olvido esto! –le enseñe el arma, el me vio sorprendido y antes de que pudiera echarse a correr de nuevo le dispare. Dos muertos en una noche, que genial, pensé con sarcasmo.

Lo arrastré hasta que lo cubrieran los árboles y agarre los dólares que me había robado. ¿Por qué hice eso? Solo eran dólares. Sin embargo, no me arrepentía, encendí el jaguar y me dirigí al edificio donde había dejado a Jared, espere unos 15 minutos y el salió. Al parecer, a los dos nos habían pasado cosas que ninguno quería compartir con el otro. Todo el camino fue silencioso, en fin. Ya tendríamos bastante tiempo para charlar.

Una Hermosa MentiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora