Besos

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Mordió su cuello, chupándolo luego, mientras se hundía en ella, tomándola de las caderas con una de sus manos, y enredando sus dedos con los de ella con la otra.

La castaña giró su rostro hacia un costado, buscando su boca, y Summy la besó, subiendo la mano que tenía en su cadera, hacia sus pechos, masajeándolos.

Él no solía besarla en la boca, únicamente cuando intimaban, y a ella no parecía importarle, ya que de igual modo, solía besarlo en las mejillas, o la frente.

Salió de ella suavemente, y la ayudó a girarse, para quedar ambos enfrentados, y abrazarla. Summy repartió pequeños besos por el rostro de Lekie, haciéndola sonreír.

—¿Te sientes mejor?

—Sí, tú siempre me haces sentir bien —sonrió mirándola a los ojos—. No sé que sería de mí sin ti.

—Probablemente estarías viajando por el mundo, conociendo nuevas personas.

—Puff, que vida tan vacía —le dijo antes de darle un beso en la frente—. Tú le diste sentido a todo. Si no hubieras aparecido, sino que hubiera hecho.

***

—¿Qué haces? —sonrió al ver cómo buscaba un pañuelo para taparse un poco el escote.

—Me parece que no es un buen vestido para esto. ¿Y si conduzco hasta casa y me cambio?

—Luces preciosa, Lekie, vamos —sonrió el rubio tomándola de la mano, bajando ambos del auto.

Había una reunión especial con sus colegas, y Summy le había pedido a su compañera que fuera con él, que lo acompañara. Y luego de saludar a algunos viejos compañeros, Summy dejó a Lekie en una mesa con algunas chicas, yéndose a hablar con uno de sus jefes.

—Wou, tú cada días más hermosa, ni parece que hubieras parido a cuatro niños.

—Gracias, todos dicen lo mismo —sonrió tomando una copa de agua.

—¿Y con quién dejaron a los niños ésta noche?

—Con mis papás, se ofrecieron a cuidarlos unas horas hasta que regresáramos.

—Oigan chicas, ¿Sus maridos también se han vuelto un hijo más? Meles a veces pelea con los niños, se ha puesto insoportable —pronunció otra muchacha rodando los ojos—. Ni hablar cuando viene cansado o lastimado de su entrenamiento ¡Parece un niño!

—Pues sí, Uteil a veces se pone así, y la verdad que entiendo a mi madre. A veces es mejor simplemente tener un macho cama a fuera, sólo para los encuentros y ya, como siempre hicieron nuestras hembras.

Lekie miró a los mujeres quejándose de sus maridos, y tomó un bocadillo de la mesa, sin decir nada.

—¿Y qué hay de ti, Summy es igual? ¿O busca consuelo en otra cama? —sonrió una rubia.

—No entiendo tu pregunta.

—Lekie, todos sabemos que Summy es un mujeriego, que siempre le gustó las fiestas y las mujeres. ¿Por qué te crees que se separó de Ilu? Ellos iban a casarse y ella lo dejó una semana antes.

—Eso fue hace más de diez años.

—Era su Umi'et, y lo entiendo, tú vivías en las tierras heladas, no eres parte de nuestra tradición, pero para nosotros, la umi'et o el shi-e'tu es irremplazable.

—Entiendo, pero no por eso mi marido me engañaría.

—Claro —murmuró una tomando una copa de vino, antes de beberla.

La joven madre suspiró y luego se puso de pie, deseándole una buena noche antes de retirarse. De camino hacia su pareja, un muchacho se puso en medio, sonriendo.

—¡Lekie! Tanto tiempo sin verte... Y sigues igual de hermosa que siempre.

—Gracias —le dijo quitándole las manos que había apoyado en sus hombros, de una forma cortés.

—¿Viniste sola?

—No, con mi compañero —sonrió señalando a Summy.

El tipo arqueó una ceja, y la tomó de la mano izquierda, observando su muñeca.

—¿Compañero? No lo creo. En cambio yo, hace mucho habría puesto un brazalete aquí... Él ni opaka lleva.

La joven frunció el ceño y le quitó la mano, ya molesta.

—Si me disculpas.

—Lo siento, no quise ofenderte —pronunció siguiéndola—. Es sólo que no entiendo cómo puedes estar con alguien con Umi'et.

Lo continuó ignorando, hasta llegar hasta Summy, quién sonrió al verla y la abrazó a él, depositando un beso en su frente.

—Justo estaba por ir a buscarte.

—Vaya, ni besarte de verdad puede —sonrió el otro tipo, mirando a Summy.

El rubio lo observó confundido, y Lekie negó con la cabeza.

—No le hagas caso, vamos a otra parte ¿Sí?

—Doctor Roth, yo creo que se equivocó de profesión —pronunció con burla—. Tendría que haber sido actor, de seguro sería el mejor. Hay que fingir muy bien amar a una mujer durante diez años, teniendo a otra en la cabeza y el pecho. Y encima llenarla de hijos para asegurarse que jamás se irá de su lado.

—¿Qué mierda dices? —gruñó de rabia Summy.

—No lo escuches, ven —le dijo Lekie apoyando una mano en su pecho, abrazándolo con su otro brazo—. Ven conmigo, sólo quiere molestarte.

—No —gruñó, sin poder dejar de ver la sonrisa burlona del otro.

—No tenemos que demostrar nada, Summy —pronunció en un tono bajo—. Ven conmigo, es sólo un infeliz.

—Infeliz es lo que ese bastardo te hará cuando te deje ¿O aceptas que esté contigo y se vea con la otra a escondidas?

Summy dejó de gruñir y Lekie miró hacia arriba. Buscó la mirada de él, pero el joven rubio se rehusó a verla.

Ella intentó soltarlo, pero Summy la abrazó, marchándose de ese sector, hacia otro lugar del salón.

—L-Lekie.

—Hablaremos cuando termine la junta —pronunció seria, ocultando sus emociones—. Hay muchas personas que confían en ti, en tu profesionalismo, sigue actuando... Cómo siempre.

...

Los hijos de Kanat'maDonde viven las historias. Descúbrelo ahora