Mafet

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"—¿Q-Qué?

—Soy gay —pronunció antes de cubrirse los ojos con una de sus manos.

La jovencita lo miró aturdida, sin poder creerlo. Ellos acababan de tener sexo.

—¿E-Entonces fue todo m-mentira?

—No, claro que no, realmente me pareces una muchacha hermosa. Pero... No me siento bien ahora conmigo mismo.

—Pero si te gustan los hombres ¿Por qué lo hiciste conmigo?

—No es que me gusten los hombres, sólo uno me ha gustado.

—¿Tienes un... Shi-e'tu? —preguntó con desconcierto.

¿En serio? ¿Podía existir algo así?"

***

Arrastró los pies mientras paseaba a la niña por la sala, bostezando. Estaba completamente agotado, Honey no quería dormir, no había querido dormir la siesta tampoco, y a Mafet ya no le quedaban energías.


—Hija por favor, cierra tus ojitos —bostezó—. Papá está muy cansado.

La pequeña lo miró y sonrió, moviendo sus piernas. Mafet sonrió débilmente y le besó en la frente. La dejó en la alfombra, y luego movió los sillones, hasta dejar un rectángulo en el medio.

Tomó un almohadón, y lo tiró en el suelo, usándolo de almohada.

—Papá cerrará un ratito los ojos, tú no te trepes ¿De acuerdo?

Se acurrucó en la alfombra, y la pequeña lo quedó mirando dormir. No le había costado nada hacerlo.

Gateó hasta él y lo tomó de la nariz, luego los ojos, golpeándolo suavemente en el rostro.

—Pa, pa —lo llamó dándole palmaditas—. Pa.

Sus ojitos se aguaron, y comenzó a hacer un mohín, antes de llorar. Mafet abrió rápidamente los ojos y se sentó para tomarla en brazos.

—¿Por qué lloras? Si estoy aquí contigo, mi amor, papá sólo iba a dormir un poco.

Se acurrucó contra el pecho de él, y apoyó su cabeza bajo el mentón de Mafet, abrazándolo. El castaño sonrió suavemente, y se acostó sobre el sillón, palmeando la espalda de la niña.

—Vamos a dormir un ratito, hija.

Y cuando él castaño creyó que podrían ambos dormir, escuchó un auto estacionar, y cómo alguien tocaba la puerta.

—No puede ser —murmuró agotado.

¿Quién diablos podía molestar en su casa de noche?

—Mafet, sé que estás despierto, puedo ver tu sombra.

Gruñó bajo, y dejó a la niña dormir en los almohadones. Se puso de pie y fue hasta la puerta, abriéndola para encontrar a Sasha.

—¿Qué demonios quieres?

—Disculparme por lo que hice. Yo... Quizás pasé un poco el límite.

—¿Quizás pasaste un poco el límite? ¡Colgaste una maldita pancarta! Debería denunciarte por acoso —exclamó molesto.

—Lo siento, en serio, lo que menos quiero es esto, que no podamos hablar siquiera.

—¿Qué quieres entonces, Sasha? Habla.

—¿Puedo pasar?

—No, mi hija está durmiendo, ya es tarde, por si no lo notaste.

—Lo sé, estuve esperando a que vinieras.

—¿Estuviste esperando fuera de mi casa? —le inquirió entrecerrando los ojos.

—N-No pienses mal, sólo-

—¡Eres un enfermo, acosador! —le dijo con rabia, cerrándole la puerta en la cara.

Sasha suspiró y apoyó su frente contra la misma, cerrando los ojos. Tal vez tenía razón. Tal vez... Debía darle un poco de espacio.

***

"—Ey, Mafet.

El muchacho se dio vuelta al escuchar que alguien lo llamaba, y se encontró a Ketall en su auto. Se acercó inseguro, y sonrió levemente.

—Hola, señor.

—Ven, sube, hace tiempo tenía ganas de hablar contigo —sonrió el oficial.

El joven castaño lo miró inseguro, y luego subió al auto, tomando el café que el jefe de oficiales le estaba ofreciendo con una suave sonrisa.

—¿Cómo has estado?

—Bien, estoy por terminar mis estudios, y luego enviar mi solicitud para trabajar.

—¿Qué estabas estudiando? —le inquirió curioso, ofreciéndole un panecillos de vainilla.

—Abogacía, señor.

—Suena interesante.

Desde que Sasha se había ido de la isla, habían pasando cinco años, y el único que había quedado mal visto era Mafet. Las personas lo miraban con desconfianza, algunos con desprecio, y otros con asco.

Mafet no tenía amigos, los hombres se reusaban a hablarle, creyendo que por el simple hecho de ser gay, podía "contagiarlos".

Era como si el muchacho estuviera enfermo de algo mortalmente contagioso.

No había sido fácil estudiar en la universidad, tener que hacer trabajos en equipo, pero lo había logrado, finalmente se recibiría. El calvario había terminado.

Pero las secuelas de su relación con Sasha aún permanecían, y seguirían allí.

Ni hablar de su familia, con quién ya ni hablaba tampoco. Era una vergüenza para ellos.

Mafet estaba completamente solo, ni siquiera las mujeres querían tener trato con él.

—Gracias por el café, señor, pero será mejor que me vaya.

—No me molesta que me vean contigo, Mafet.

—No quiero ocasionarle problemas, gracias —sonrió levemente antes de bajarse.

Ya bastante tenía Ketall con la imagen que Sasha había dado. Sólo que él había tenido la "suerte" de irse."

Miró a su hija dormir, y le acarició suavemente el cabello. Eran sólo ellos dos, no tenían a más nadie.

Honey había llegado en el momento exacto de su vida. Y aunque no era fácil ser padre soltero, no se arrepentía de nada.

...

Los hijos de Kanat'maDonde viven las historias. Descúbrelo ahora