Dulces... y deliciosos 16

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Ser la única hija tenía sus beneficios, especialmente si su tío también la consideraba hija. Kanat tenía dos papás, el biológico, Millian, y su papá del corazón, Blaise.

Y es por eso que al cumplir los dieciséis, y cómo festividad que su madre traía del mundo, armaron una gran fiesta para celebrar lo que legalmente se conocía como mayoría de edad en la isla.

Los cumpleaños sólo lo celebraban los humanos, o hijos de humanos. Los kanatitas no solían tomar importancia a eso, como al resto de las festividades humanas.

Pero aquel día, muchas familias de amigos habían llegado para celebrar. No siempre había una fiesta tan grande por los dieciséis de una jovencita.

Al momento del vals, Kanat bailó primero con Millian, luego con Blaise, después con Summy, con Batiet, y con algunos amigos. Y cuando estaba por bailar con unos de sus primeros humanos, un alto y musculoso muchacho, la tomó primero de la mano, sonriendo.

—Uff, lo siento, amigo, pero parece que si no lo hago yo, mi turno no llega más —sonrió antes de llevarse a la muchachita al centro de la pista, donde más invitados estaban bailando.

—Aún no era tu turno —sonrió.

—¿Me ibas a dejar para lo último? —sonrió divertido, haciéndola girar.

—Tal vez, no estaba en mis planes bailar contigo.

—¿Sí? No eres buena mintiendo, "nenita".

—¿A qué te refieres con eso? —le inquirió curiosa.

—Hueles extremadamente dulce en este momento... Y sé qué quieres provocarme.

Lo miró a los ojos y bajó sus orejitas de gato, al momento en que sus pupilas se dilataban, y producía un sonido suave... Un sonido que ellas producían cuando estaban excitadas, para hacerles saber a los machos.

Adrien apretó la mano en la cintura de ella, gruñendo bajo.

—No hagas esto aquí.

Él la hizo girar, y luego la pegó a su cuerpo, abrazándola, sintiéndola. Kanat pasó sus brazos por detrás del cuello de él, y se abrazó a él, pegando sus labios en uno de sus oídos.

—Quiero que seas el primero —susurró en un tono cargado de deseo—. Te quiero en mi cama esta noche, Adrien.

—Faltan horas para que termine la fiesta —murmuró ronco—. Sígueme afuera.

El corazón de la jovencita se aceleró al escuchar aquello, sintiendo un escalofrío en todo el cuerpo.

—¿Aceptas o no?

—Sí.

La soltó, y Kanat bailó con uno de sus primos, viendo cómo Adrien salía del salón, tal como le había dicho. La jovencita bailó con uno de los amigos de sus papás, y luego se escabulló entre los invitados, fuera del gran salón.

Al salir, buscó con la mirada a Adrien, y se guió por el olfato para encontrarlo, en el estacionamiento. Y el moreno no lo dudó ni por un segundo, la tomó del rostro y devoró su boca, sujetándola de la nuca, mordiendo sus labios, acariciándola.

Kanat intentó seguirle el ritmo, sintiendo su cuerpo quemar en cuestión de segundos, y jadeó al sentir como la tomaba del trasero, apretándola a su cuerpo.

Adrien bajó a su cuello mordiendo y chupando su piel, antes de dirigir una de sus manos por debajo de la falda del vestido, y acariciar suavemente su intimidad, haciéndola gemir.

—A-Al baño —le pidió débilmente, con las orejitas hacia abajo, las mejillas rojas, y los ojos negros.

Y si ella seguía viéndolo de ese modo, y actuando tan sumisa y receptiva a él, Adrien no sabía cómo iba a hacer para controlarse.

La tomó por debajo de los muslos, alzándola, y entraron al baño del estacionamiento, sin dejar de besarla, sintiendo como ella le acariciaba el cabello.

Se separó un momento de sus labios, besando su cuello, buscando con una mano el condón que había guardado en el bolsillo del pantalón, antes de dárselo a ella.

—Ábrelo —gruñó ronco, jadeando, bajando la cremallera de su pantalón.

Ella asintió con la cabeza, y nerviosa, lo abrió, porque... ¿Y si ya no estaba segura?

—Sujétate de mí —le dijo antes de soltarla, para poder colocárselo.

—A-Adrien —susurró escondiendo su rostro en el cuello de él.

El moreno pasó una de sus manos por el trasero de ella, y lo masajeó suavemente, dirigiendo sus dedos hacia su ropa interior, para correrla y acariciar sus labios, sintiendo lo húmeda que estaba por él.

Kanat se estremeció al sentir que la penetraba con una de sus dedos, y un jadeó lastimero se escapó de sus labios, negando con la cabeza.

—Adrien, n-no quiero.

—Relájate —pronunció buscando su boca, para besarla, dejando quieta su mano.

Y aunque ella le correspondió, al sentir que comenzaba a mover su mano, volvió a quejarse.

—N-No, ya no quiero.

—Kanat.

—Me duele, no quiero.

—Pero-

—No quiero hacerlo.

La miró desconcertado, sin creer que le estuviera pasando aquello.

—¿Me estás jodiendo?

—L-Lo siento, me duele.

Suavemente dejó de penetrarla, y se sentó en el suelo, con ella sobre sus muslos... Siendo muy mala idea, ya que Kanat al sentir la erección de él detrás de su trasero, más nerviosa se puso.

—Es tu primera vez, sí te va a doler un poco, pero luego-

—No quiero que sea aquí mi primera vez —le dijo con lágrimas en los ojos.

Adrien suspiró y luego cerró los ojos, asintiendo con la cabeza.

—Lo siento, tienes razón.

—Perdón.

—Está bien, no te preocupes —murmuró—. ¿Estás bien tú?

Asintió con la cabeza, y se abrazó a él, mirando una de las paredes del baño.

—¿Me abrazas?

La envolvió entre sus fuertes brazos, y miró el techo. ¿Qué diablos estaba por hacer? Si ella no lo hubiese detenido, de seguro después se habría arrepentido.

—Igual quiero que seas tú mi primera vez —pronunció bajo.

Pero Adrien no dijo nada... Y no, no quería volver a pasar por lo mismo con una virgen.

...

Los hijos de Kanat'maDonde viven las historias. Descúbrelo ahora