—¡TÚ! —. Su profundo grito revotó por la diminuta habitación de tres camas. La rubia demoníaca se dirigía hacia mí con los puños cerrados, Deacon se interpusó cargándola como si se tratara de un saco, la arrastró hacia afuera soltándola sin ninguna sutileza.
—No puedes estar con ella —le recriminó al moreno que se colocó en la entrada evitando que pasará.
—Odio estos numeritos Cintia —. Una carcajada amenazó con estallar en mi boca.
Sindil quiso golpearlo, pero él la empujó haciendo que retrocediera. Es todo un espectáculo que ambos están protagonizaban, curiosa me situé detrás de Deacon alucinando del comportamiento de ella.
Es guapa, todos babean por ella, los duques la tratan bien y le pagan de maravilla, ¿para qué rebajarse así? Descomprendo la mente humana.
—¿Por qué ella? —. Sindil suplicaba con la mirada una respuesta a Deacon, será todo lo guapo que quieras, pero es un estúpido.
—Tengo suficiente para todas, menos para ti, piérdete —usó el mismo tono con el que me intimidó entre la ropa tendida.
—Fue bonito —hablé ganándome la mirada rabiosa de ella, él continuó mostrándome su espalda maltratada con incontables marcas —. Se acabó, lárgate con ella.
Lo empujé, mi fuerza no fue suficiente y a mi rescate acudió Sindil, mejor dicho, se esforzó en mover a Deacon para golpearme.
Ella mordía sus labios golpeándolo para pasar, será tonta, la culpa es de él mujeriego no mía.
Deacon abofeteo a Sindil, el sonido se me gravó, idéntico a los guantazos que me dan las señoritas. La rubia me rompió el corazón, por muy hija de perra que fuera conmigo no podía guardarle rencor, ni a ella ni a nadie.
De los ojos de ella brotaron unas gotas mirándolo a él.
—Enseguida regreso —creí que habló con ella, en realidad iba para mí. Sin botas, ni camisa el caballero me encerró bajo llave una vez fuera.
—¡ABRE DESGRACIADO! —chillé como poseída destrozándome las manos contra la puerta.
La respuesta fue nula, me senté en el suelo chocando mi espalda a la puerta barnizada. Carrucada apoyé mi cabeza en mis rodillas escuché con claridad lo que no me convenía.
—¿Está de nuestra parte?
La voz era de un desconocido, pasaría hablando con alguien, las malas condiciones del edificio no permitían la privacidad de los habitantes.
—Estoy en ello —al escucharlo un escalofrío me recorrió, Deacon era el que mantenía la conversación —. Quisiera veros a vosotros tratándola, es terca como una mula.
—Se constante y paciente, las demás no sirven, ¿quieres que me encargue?
—Me debe la vida, conquistarla será fácil —. Unos pasos se pegaron a la puerta.
Me incorporé pegándome todo lo que pude a la puerta.
—Te hizo caer enfrente de todos por venganza, ¿tú crees que va a pasar por alto el hecho de que la abandonaste con Lucier? Sabemos que no, iremos pensando un plan b.
—¡NO! Aquí él que está al mando soy yo, caerá todas caen sin que haga absolutamente nada, es igual a todas —escuché como introducían la llave en la ranura —. Además, pensaba volver, es más volví, solo quería que se asustará un poco, nada más.
—Concéntrate no podemos perder el tiempo inútilmente.
—Haré lo que deba, lárgate.
—Buenas noches Deacon —se despidió el extraño de él.
No sé quién va a caer, sí por casualidad soy yo, la lleva clara. Esperé a que entrará escondiéndome detrás de la puerta con una de sus botas en la mano.
Al abrirse la puerta me refugió de su vista, dudé en cavarle la bota en la cabeza o huir aprovechando la oportunidad.
—Te pille —se movió sobre sus talones arrebatándome la bota de mis manos —. Eres mayor para jugar a estas cosas, ¿no crees?
Con una leve patada cerró la puerta, tiró la bota por encima de su cabeza, esta chocó contra una de las camas. Acto seguido cerró otra vez con llave.
Uní cabos, la que tiene que caer según ellos soy yo, ¿Qué quieren de mí? Sentí el cálido tacto de Deacon por mis desnudos hombros. Demostrando mis dotes teatrales rodé abrazándolo.
Lo impresioné, se tensó justo cuando mis manos se enredaron en su cuello. Tardó en responder, sus hábiles manos bajaron hasta mi espalda. El condenado huele bien, comparado con los otros idiotas.
—¿Quién eres? —susurré en su oído izquierdo.
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De Cunas Altas
Romance"El cuento de la criada en una pesadilla atrapada" Cuentos, cuentos y más cuentos. Estoy harta de que siempre tengamos que ser rescatadas, quiero ser mi propia heroína. Nadie salva a terceros de forma gratuita, esta sociedad está basada en tres prin...