20. PERRAS EN CELO

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La semana paso con escases de novedades, al tercer día de tomarse el líquido venenoso un doctor reviso a Gladis, mis cuidados eran esporádicos, un alivio para mí

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La semana paso con escases de novedades, al tercer día de tomarse el líquido venenoso un doctor reviso a Gladis, mis cuidados eran esporádicos, un alivio para mí.

La pitón seguía en cama, su condición se estabilizó y el escándalo de que una señorita de buena familia quedará embarazada sin estar casada nunca ocurrió.

Después de acompañar a uno de los sirvientes a los aposentos de Dorotea podía descansar, las botas me pesaban como si estuvieran echas de plomo.

Uno de los rumores más murmurados era que Deacon me dejó, una alegría en verdad. Las clases sociales no son tan diferentes, la buena vida y cotillear de personas ajenas era lo que aspiraban todas.

Subiendo las escaleras hasta mi habitación liberé mi cabeza del absurdo sombrero blanco. El uniforme era tan feo, lo quemaría en la hoguera y danzaría para celebrarlo por su alrededor.

La puerta se encontraba abierta y dentro tres personajes indeseables, Sindi, Ava y Deacon.

—Puta —. Ava atacó a Sindil.

Deacon era la disputa, él contenía los golpes de ambas. ¿Qué tenían en la cabeza? ¿Dónde queda su orgullo? Al que deberían de jalar era al imbécil.

—¿Podrías iros a pelear a otra parte? —. La posibilidad era escasa, este espacio también era el dormitorio de Ava. Gané con la pregunta la atención de los tres.

—La que faltaba —. Sindil se llevó las manos a sus doradas greñas destrozadas.

—Excelente proposición —. Deacon levanto ambos pulgares aprobando mi solicitud.

—Es mi habitación por lo tanto el regalo es mío —. Ava fue directa a mi cama, antes de que llegará Deacon se lanzó tumbándose boca arriba.

A la que fulminaban visualmente era a mí, por activa o pasiva me comía todos los embrollos. Me mordí la lengua, empezar una discusión con estas perras en celo me agotaría muchísimo más.

Ellas se cruzaron de brazos a cada lado de Deacon. La expresión de él y sus ojos suplicante rogaba mi ayuda.

—Dejarlo, dormiré en otra parte —. ¿Qué caso tenía permanecer allí? El problema es de ellos tres, adelanté que se matarán, mientras no me afectará estaría bien.

Mis botas resonaron un par de veces por el desgastado suelo de madera cuando Deacon me obligó a girar para enfrentarlo.

—Buenas noches Leah —. Insensible a su juego de sonrisa brillante y mirada de cordero degollado, fue mi postura.

Me soltó del brazo izquierdo lanzándome el reclamado paquete por el cual las otras se matarían. El papel era verde y el lazo que lo sujetaba a cada lado era negro.

Al tacto podía sentir ligereza, se hundía al presionar mis manos en ella, le presté atención a un trozo de papel amarrado a la negra cuerda.

Dicha nota citaba textualmente: "Perdóname Leah".

Sorprendida sería calificarlo por lo bajo, hacia tantos años que nadie me daba un obsequio. Era la conversación de aquella noche lo que me impedía aceptar el lindo detalle de Deacon.

Medio atontada regrese a mi lecho, Sindil y Ava me arrebataron de las manos el ansiado regalo, suerte que ninguna sabía leer, les daría algo si descodificaban el mensaje.

— ¿Qué poné? —. Ava rompió las hermosas letras de Deacon tirándolas a sus pies.

—Como si supiera leer —. Al pronunciar en voz alta esa mentira piadosa, confesar que poseía cultural me haría ganar una paliza, me percaté de que algo se me había escapado ¿Cómo sabía Deacon que se leer? Era analfabeta para los demás.

Sindil destrozó el envoltorio revelando un camisón beige del mismo estilo que el que manche de sangre. Mi mente se nubló con los recuerdos de aquella sangrienta noche y Lucier se apareció allí detrás de ella. Tosiendo sangre me recordó la palabra que estaba odiando, asesina.

—Me gusta más revelador, pero está bien, me lo ha regalado Deacon —. Sindil se lo pegó a su uniforme y dio una vuelta feliz.

Ava le interrumpió su estado de éxtasis, ambas luchaban por ver apoderarse de la tela. Las dejé avanzar en la inútil batalla, el hermoso camisón terminaría roto y así fue como paso.

De Cunas AltasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora