Los seis infernales años no fueron en vanos, conozco el sistema de trabajo y el lugar como nadie. El personal tiene unos horarios que respectan al máximo, incluye la vigilancia de noche. Mi preocupación se centra en que no dispongo de dinero, soy la única criada a la que no recibe salario, siendo la más trabajadora es una injusticia.
El resto no se sorprendieron al verme las nuevas marcas de amor, lo anormal sería que no las tuviera. Mi día transcurrió dentro de lo que cabe aburrido, Deacon no me molestó, lo agradezco, aguantarlo me desquicia.
Con lo que llevó puesto partí hasta la entrada, escondiéndome entre los inmensos árboles, tampoco poseo de otra ropa, a excepción de los uniformes.
Con sigilo, esperé y esperé, en nada habría un cambio de guardia y allí me fugaría. Asomé mi cabeza observando al rígido soldado que custodiaba los alargados barrotes.
—¿Qué hacemos aquí? —susurraron en mi oído, Deacon otra vez.
Mi corazón descarrilo por su aparición inoportuna, sentí el calor que desprende su cuerpo en mi espalda. Sus manos se enredaron en mis hombros abrazándome por el cuello.
—¿Nunca os cansáis? —. En esta posición me resulta difícil mirar al caballero, intenté sacarme sus pesados brazos de encima sin mucho éxito.
—De ti nunca —podría jurar que rio al decir la cursi frase, en solo pensar que me trataba como estúpida me enfurecía.
—¿Quién anda allí? —gritaron desde fuera, en el camino de piedras se encontraba un hombre sosteniendo un arma de fuego y una espada.
—Ven conmigo —. Propio de él, me jaló desvelando mi presencia al tipo castaño de ojos azules. Enlazo nuestras manos mostrándome como un trofeo.
—Daros prisa nos aguardan los demás.
Dicho eso el tipo salió de escena, ese hombre me daba malas vibraciones, algo no estaba bien con él. Ilusionada moví mis dedos para romper la absurda unió que Deacon me impuso.
Conseguí que reforzará su mano obstaculizándome la labor. Rechine los dientes encontrándome con su atenta mirada, tan diferente a las anteriores.
El rastro de frialdad y tristeza desapareció, en su lugar hallé un brillo indescriptible lleno de ternura, muy gracioso para mi gusto.
—No puedes vivir sin mí, reconócelo —. Deacon se equivocó, no puedo vivir con el merodeando. Negué con la cabeza riéndome, estoy tan exhausta que prefiero ahorrar energías a discutir con él —. Mentirosa, has venido a desearme una vigilancia tranquila como las demás.
Mis pupilas se deleitaron con la vigilancia, ¿entre todos los soldados hoy le toca hacer la guardia? Castigo de los dioses, la desdicha me persigue.
—Toma —me arropó con su chaqueta azul del uniforme —. Hace frío, te resfriaras.
Estuve tan absorta que apenas vi la espada y pistola que cargaba en su cinturón. La helada noche golpeo en la palma de mi mano izquierda, la misma que Deacon sujeto hace instantes.
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De Cunas Altas
Romance"El cuento de la criada en una pesadilla atrapada" Cuentos, cuentos y más cuentos. Estoy harta de que siempre tengamos que ser rescatadas, quiero ser mi propia heroína. Nadie salva a terceros de forma gratuita, esta sociedad está basada en tres prin...