— Lo estábamos esperando Señor Deacon —escucharlo hablar me producía escalofríos.
El moreno respiraba agitadamente analizando al mago. Con paso lento y seguro se sentó en la silla vacía situada a mi izquierda, su cara de pocos amigos radiaba a Landiel.
Decidiendo apresurar mi estancia en su humilde hogar, saqué el sacó de monedas para darle el pago por aquel líquido venenoso.
— Es un regalo para ti — dejó el pequeño recipiente de cristal con tapón de corcho, en su interior cambiaba de color, fucsia a rojo, rojo a naranja, naranja a fucsia —. Si preguntan me pagaste, quédate el dinero —enfatizo las tres últimas palabras.
El recipiente cambiante se encontraba junto al curandero. Deacon se cruzó de brazos mirando la enorme lámpara de araña que colgaba del techo.
Jugando con sus manos, unos gestos elegantes y sus afiladas uñas de color burdeos sostenía una baraja de cartas.
— Siento ser descortés —dije con aire desánimado —. Tenemos muchas cosas por comprar aún.
— Querida Leah, solo te pido que me dejéis leeros las cartas.
Siempre que Landiel hablaba nunca miraba a la cara, su vista se fijaba en tu espalda o lados, esa peculiaridad le hace tan espeluznante.
— Ahora sé de qué va esto —. Deacon se llevó su mano derecha al pecho respirando con alivio —. Si me hubieras informado, te hubiera acompañado, ¿sabes lo preocupado que estaba cuando te esfumaste?
Otra vez el cansino imbécil a la vista, me mordí las mejillas interiores evitando una pelea.
— Acepto —me dirigí a esos ojos violetas que danzaba, extendí la mano para alcanzar tres cartas al azar, esto lo he hecho tantas veces.
— Vamos a hacerlo divertido — retiró sus manos haciendome atrapar el vació —. Cada uno cogerá tres cartas para el otro.
Me sorprendió que extendiera el abanico de cartas hacia Deacon, este eligió tres dejándolas boca abajo enfrente mío, sin revelar las imágenes. Una gota de sudor me recorrió la espalda cohibida elegí tres repitiendo las acciones del moreno.
Las manos de Landiel se posaron en la primera carta de ambos, al unísono las reveló desconcertándome, un ángel con una flecha para Deacon, Cupido, y para mí la diosa del amor, Afrodita.
— Amor —cantó Landiel, en cambio nosotros dos nos miremos muy confundidos.
La segunda imagen desvelada me golpeó, fueron diferentes, a él le salió una masa esférica de mana amarillo con truenos a su alrededor. La mía era una copa de oro.
—Interesante —chocó sus uñas en la mesa de manera chirriante —. Magia y dinero.
Las palabras de Landiel agrandaron el ego de Deacon, se recostó en la silla sonriente. La última de todas fue la crucial, al mismo tiempo se mostraron. La del caballero mostraba a un rey con su corona y cetro sentado en un dorado trono, la mía en su defecto era la muerte.
La capa negra ocultaba el rostro y cuerpo, solo se veía las manos esqueléticas que sostenían la guadaña y el fondo oscuro.
— Poder y muerte —el rostro de Landiel se tensó mirando en el espacio entre Deacon y yo —. Sabía que los rumbos cambiaron, no sabía la magnitud, bueno —unió sus manos rozando su barbilla—, esto es lo que provocareis en la otra persona.
— Muchas gracias —me incorporé sacándome la falda azul marino —si me disculpan tengo que continuar con los recados.
Estoy incómoda, demasiado, las otras veces me salieron distintas cartas, he deseado tantas veces la muerte y al fin vendría, ¿por qué me asusta?
— Recuerda, es muy potente, — señalo el contenedor del líquido camaleónico — una cuchara después de las comidas durante 48 hora, bajo ningún concepto en ayunas, y un médico al tercer día.
Deacon se adelantó capturando el objeto, impulsivamente lo abrió oliendo el ároma, con el corcho fuera un vapor negro ascendía ocasionando que el imbécil tosiera.
— ¿Es lo que creo qué es? —. La pregunta fue dirigida para mí, su cara se desfiguró en horror, Landiel asintió riéndose como un loco poseído.
— Me cae bien Leah, tráelo la próxima vez.
— No... —quise terminar la oración, <no existirá próxima vez>, cuando Deacon se levantó agarrándome furiosamente el codo izquierdo.
— ¿Estas en cinta?
Esta pregunta era patética, soy virgen, ¿embarazada de quién? Un momento, ¿él cómo sabe lo que es?
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De Cunas Altas
Romance"El cuento de la criada en una pesadilla atrapada" Cuentos, cuentos y más cuentos. Estoy harta de que siempre tengamos que ser rescatadas, quiero ser mi propia heroína. Nadie salva a terceros de forma gratuita, esta sociedad está basada en tres prin...