26. SANGRE

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Con todo mi amor para silky17, espero que lo disfrutes.

Los dioses tuvieron misericordia, eso creí al escuchar y ver como la puerta daba paso a alguien

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Los dioses tuvieron misericordia, eso creí al escuchar y ver como la puerta daba paso a alguien. Deacon continuaba en la misma posición comprometida y la nueva integrante fue Sindil.

—¿Sondra qué quieres ahora? —bufó antes de preguntarle a la rubia, al principio hacía risa que le cambiará el nombre, he perdido la cuenta de todos los nombres por los que ha llamado al resto, creo que lo hace a conciencia—. Vete estoy ocupado.

—La mató —me sentenció Sindil, ¿quién no quiere matarme? Me veo sepulcrada.

Deacon optó por capturarla, solo dos pasos y la arrastró fuera de mí vista. Cada día la entiendo menos, se ensanchaba conmigo como si fuera la causante de sus males, hasta un ciego vería claramente que Deacon estaba jugando con todas.

—¿Cuándo vas a entender? —era infinito el número de veces que he tenido este tipo de conversaciones, jalé a la rubia de cascos fáciles por la muñeca alejándola de ella, acabarían con Leah antes de que pudiera manipularla

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—¿Cuándo vas a entender? —era infinito el número de veces que he tenido este tipo de conversaciones, jalé a la rubia de cascos fáciles por la muñeca alejándola de ella, acabarían con Leah antes de que pudiera manipularla.

—Sindil, me llamo Sindil —escupió entre lágrimas. Algo que me remueve los billones de demonios era ver llorar a una mujer.

—Así te llamé Sindil —paré frente la puerta principal, la lluvia distorsionaba el paisaje para las mayorías de personas, en cambio para mí era una ventaja.

Me hubiera gustado limpiarle las mejillas, pero debo ser lo más claro, eso incluye mis acciones.

—Vas hacer padre —. Imposible, Sindil guio mi mano hasta su abdomen—. Es tuyo, no me vengas con que es de otro.

Fue lo primero que rondó mi mente, cada día estaba con uno nuevo, había posibilidad de que fuera mío al igual que de otro.

—Cuando nazca hablaremos, ahora entiende —. Brusco retiré mi mano de ella—. Es imposible que este contigo.

Saber si esa criatura llevaba mi sangre es sencillo, al nacer lo descubriría. Me quedé allí plantado sin saber que más decirle o como consolarla, este tipo de situaciones se escapaban de mi control, la rubia seguía llorando y su nombre se me volvió a olvidar.

Entre la cortina de agua que descendía del gris cielo unas diminutas gotas, invisible para la vista humana, se movieron mostrándome a un hombre encapuchado correr en esta dirección. En segundos Jezziel se descubrió la cabeza mostrando una expresión de horror.

—Cómo os mando al cuerno venís a convencer a Deacon —Jezziel acometió contra ella—. Da igual lo que me mande Deacon, no me haré cargo de vos, ni del bastardo.

Por un momento lo desconocí, el mejor que nadie sabe lo que era criarse sin un padre. Esa frialdad de Jezziel era similar a la mía, se pasó tres pueblos y me dio un respiro, la cabeza me estallaría con Silha.

—Rebobinemos, ella afirma que es mío y Jezziel dice que le reclamaste, que inmoral Silha —decirlo en voz alta sonó hiriente.

—Si no sabeis cerraros de patas es vuestro problema —Jezziel consiguió que huyera llorando.

—Te estás pasando —avisé al moreno, era como mi hermano.

—No lo consideró así, por cierto, la Duquesa te está buscando—cambio de tema hábilmente.

Cada vez que entraba en la mansión mis habilidades se esfumaban y la sangre me subía hasta el cerebro, en esas paredes me debilitaba considerablemente.

Ignoré a Jezziel y a la fuerte lluvia, todo me cabreaba, la actitud de él con la rubia, tener que aguantar a Briseida en este estado, mis heridas estaban casi sanadas, entrar allí supondría un retroceso.

A enfrentar a la desgraciada de Briseida Wadlow, se ha dicho. Odio a los que abusan a los demás, tiempo al tiempo, ya la veré caer.

De Cunas AltasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora