15. BUFÓN PERSONAL

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—Por eso os llamo imbécil, ¿queréis soltarme? —

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—Por eso os llamo imbécil, ¿queréis soltarme? —. La brutalidad que ejercía en mi codo es abrumadora.

—Puedo ser el padre, vamos a tenerlo —. El apodo de imbécil le favorece en todos los sentidos, Landiel y yo reímos.

Deacon enchinó los ojos obligándome a sentarme, tan cómica era la situación, se revolvió el pelo llevándose ambas manos a la cabeza queriendo encajar su falsa suposición.

—Me retiró, con permiso —incliné la cabeza levantándome de la roja silla, las manos del desquiciado me rodearon las caderas.

—Eres sensata, no lo asesines, él no tiene culpa, te puedo ayudar.

Deacon se ha convertido en el bufón personal de Landiel. El mago reía retorciéndose en el asiento con ambas garras en su estómago.

—Pasó de perder mi tiempo con vos, pensar lo que deseéis —me largué de allí al lograr quitar sus pesadas manos sobre mí.

En el exterior forme parte del bullicio del mercado, planteando guardar el dinero de la posición o comprarme un camisón.

En el exterior forme parte del bullicio del mercado, planteando guardar el dinero de la posición o comprarme un camisón

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—Que poco la conoces —opté mi pose defensiva antes las palabras de este desconocido, accedí a las cartas por ella —. Soy Landiel encantado Deacon.

Ese nombre resuena por todo el reino, uno de los cinco magos más cotizados. Danzó hasta llegar a mí, su comprensión delgada y afeminada me alteraba, he escuchado sobre esta clase de, ¿persona? Dejémoslo ahí.

—¿Disponéis de piedras lunares? —pregunté.

Al saber su identidad tengo que tratarlo con respecto, Leah me ha ayudado a encontrarlo, esa pequeña me traerá suerte.

Sacó de su bolsillo un saco de red con múltiples pequeñas piedras blanca. Balanceo mi pedido ladinamente sonriendo con maldad.

—Son puras —me las tiró a la cara, gracias a mi agilidad las atrapé antes de que colapsarán con mi nariz —. Hoy me siento generoso.

Asentí con la cabeza, por muchas clases de etiquetas que me han impartido, detesto la formalidad de tener que inclinarme y quedar por debajo de quien fuera. Tener que tratar a los Duques como corresponde me provocaba ulceras.

Landiel tendría que formar parte de mi equipo, me convendría un brujo o bruja, negro, pero por aquí no las hay.

—Ni lo sueñes —se colocó sobre su aterciopelado asiento.

—¿Disculpé? —. Incrédulo pregunte, tanta formalidad me ponía enfermo.

—No me vas a usar —jugó con sus cartas, de perfil vi como miraba para una de las sillas negando.

Una persona cuerda saldría corriendo, pero hace tiempo que rozó la locura y estoy acostumbrado a estas cosas paranormales. Soy un libro casi abierto para él, puede leer el futuro y me ha confirmado mis sospechas.

—Creo que no hablamos de los mismo Señor Landiel —mentí.

—Eres de los mentirosos que creen sus propias ilusiones —sus ojos violetas penetraron en mí, la cabeza seguía mirando para la otra pared, pero sus pupilas dilatadas me maldecían —. Siéntate.

—Se lo agradezco, pero he de ayudar a Leah.

Fui a abandonar la pintoresca sala cuando noté que mi cuerpo no obedecía mis peticiones.

—Me caes bien —caminó en círculos rodeándome, sus manos cruzadas por detrás desprendía un mana violeta, tan intenso como sus descomunales iris —. Seré breve, tu fortuna es su desdicha.

Ya entendí, le gusta Leah, de esto va la cosa. Despacio asentí, enfadar al ser que controlaba mi cuerpo no entraba en mis planes.

—No es mi prototipo —leía mis pensamientos sin poner su vista en mí, tragué intentando hablar, pero solo articulé los labios sin emitir ni una nota —. Sé quién eres, igual que sé que vas a arrepentirte como le hagas algo.

<Me conoce dice> si supiera con quien está hablando me soltaría de su hechizo.

—Debería llamarte bas... —. Por un momento me congelé, gracias a lo que fuera se calló, alejándose de mí.

Lo que hizo posible el milagro de revelar mi identidad fue nos temblores, la araña del techo se agito, las sillas saltaron.

—¿Qué ocurre? —pregunté sabiendo que no hallaría respuesta. Un simple chasquido de sus esqueléticos dedos y todo volvió a la normalidad.

—Tu juguete te está esperando, corre antes de que te arrepientas.

La única que me aguardaba es Leah, veloz abrí la puerta parándome en seco. El exterior era un caos, la gente corría gritando, empujando, todo temblaba desmoronándose. ¿Dónde está Leah?

De Cunas AltasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora