El recorrido fue tranquilo, nos dividieron en grupo, según Tadd hay que fomentar el trabajo entre los diferentes escuadrones. Me tocó con desconocido, me importaban una mierda, solo he interactuado con mis hombres y las mujeres. Soy muy desconfiado y a excepción de Tadd, ninguno me agradaba.
Nada más salir con los caballos se presentaron, escuché vagamente, permanecí en sumo silencio, todos sabían quién era, para que hablar. Me coloqué en cabeza con Devil, mi veloz y fiel amigo, las personas deberían tener un perro o caballo, ellos si daban amor incondicional y altruista.
-¿Os gusta la mansión? -. La pregunta provenía de mi retaguardia -. Sir Deacon, ¿escucháis?
Frené a Devil para quedar en el centro del disparatado grupo, éramos diez hombres en el desolado camino, en nada llegaríamos al pueblo más próximo, todo noble con subordinados debería garantizar su seguridad, los tontos que velaban por Lihert éramos nosotros.
Lihert era el nombre del territorio del Duque Wadlow y también como se llama el pueblo principal, Uriel debería estar aquí organizando las patrullas, en cambio, el derrochador se encontraba en la capital pecando lujosamente.
-Debemos centraron en el entorno - me observaron de arriba abajo menospreciándome.
Ellos charlaban entusiasmados, sus fuerzas la derrochaban en mantener una conversación estúpida. Copie su ritmo de avance integrándome en la formación descuidada.
-¿Cómo es Leah? -. Uno de ellos se acercó a mí.
Había descubierto que ella era muy popular entre los soldados, la fría e insensible que los mandaba a volar, pero la pregunta me pilló desprevenido, ¿entre todo lo que me podía preguntar por qué de ella?
-Ya sabes a lo que me refiero -el mismo moreno de ojos azules fruño las cejas esperando reacción alguna.
-Cuando os cansáis pasarla, lo bueno hay que compartirlo -por el lado contrario se unió otro. Tenía la mano preparada en mi espada. Saqué la espada rozando el cuello del osado, las ganas de rebanarle el cuello se apoderaban en mí.
-Tócala y te mato -. La amenaza era real, en solo pensar que esos degenerados abusaran de cualquiera me enfermaban. Lo que me diferenciaba de ellos es que las trataba con más respecto, siempre he sido claro, nada de amor.
Excluyendo a Leah no les miento, las mujeres son dolores de cabeza placenteros, pero son personas y que unos desgraciados vengan a tratarlas como basura me traían malos recuerdos.
-Lo bueno se comparte -. El curioso de antes intentó tranquilizarme tarde. Mis ojos estaban inyectados en sangre y mis músculos listos para aniquilar al desecho humano.
-Sindil y Leah, todas tuyas -levantó las manos en señal de rendición, repasé si desgarrarlo o bajar el arma, opté por retirar el metal de su nuez.
-¿Quién es Sindil? -reconozco que soy malos con los nombres, probablemente si supiera el de ellos se me olvidaría.
-La rubia facilona -respondieron cinco a la vez.
Al fin le puse cara y cuerpo al nombre, <esa no me interesa> pensé en mis adentros, dar vía libre para que la atosigaran. Todos me toman por mujeriego sinvergüenza, que sigan pensándolo un poco más.
Una eternidad es lo que tardemos en llegar a la mansión acompañados por una gran tormenta. En la gran verga solo se encontraba un guardia, todo estaba desolado. De camino a los establos se aglomeraron todos, incluyendo a la desaparecida Gladis que observaba desde el resguardo de su paraguas.
La lluvia torrencial me dificulto distinguir el foco de la reunión. Arlime sostenía el paraguas a Briseida, mientras esta arremetía contra Leah.
De rodillas con las manos amaradas sobre su cabeza a la farola se encontraba Leah, cada gota de agua que la rozaba se convertía en roja, su piel desapareció mostrando las caricias que el látigo ocasionaba en ellas. Varias manos y brazos me impidieron acercarme hasta la déspota Duquesa.
-Deacon no interfieras -Jezziel me suplicó, odio ver como pisotean a los débiles. En parte tenía razón, ¿qué podía hacer por ella?
Nadie hizo nada, contemplaban como Leah arqueaba la espalda gritando al contacto del cuero. Desde que vimos a los lejos a Leah, todos coincidimos en que sus ojos eran los de Rhocan, lo que ninguno sabía era que no me recordaban a ella, cada moratón del cuerpo de Leah me recordaban a la mujer de mi vida, a la que dejé morir.
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De Cunas Altas
Romance"El cuento de la criada en una pesadilla atrapada" Cuentos, cuentos y más cuentos. Estoy harta de que siempre tengamos que ser rescatadas, quiero ser mi propia heroína. Nadie salva a terceros de forma gratuita, esta sociedad está basada en tres prin...