Amasar pan me resultaba complicado, teniendo de espectador al caballero imbécil me alteraba. Deacon colocó la silla de la esquina en la mesa de madera frente a mí, apoyando su barbilla sobre sus muñecas cruzadas en la mesa me observaba, era evidente que algo se traía entre manos.
Como las cosas no se me tuercen Sindil amasaba el pan, situada a mi derecha imitaba todos mis movimientos y como no Ava.
Merna preparaba el desayuno de la Duquesa que Ava llevaríra, al parecer a Briseida le agradó la morena bajita de nariz achatada.
—¿Quieres que te prepare algo Deacon? —. Ava reclamó la atención de él fallando.
Deacon me sonreía al estilo infantil, sus cabellos mojados por la lluvia se le pegaban a la frente.
—¿Te gusto el regalo Leah?
Esas palabras provocaron una reacción común en masa, las mujeres en esta cocina cesaron su labor para mirar al moreno. Algunas veces pensaba que tendría en la cabeza, sabía que nada bueno, por lo tanto, lo ignoraba.
—¿Disculpad? —alcé las cejas, mis dedos se encontraban ocupados en la masa pegajosa que debía ser horneada.
—El regalo era mío —. Ava y Sindil cantaron a la vez, su rostro descompuesto buscaba la confirmación de Deacon.
—Se lo di a ellas —me centré en golpear lo que tenía entre manos—. Además, los regalos se los tendrías que dar a tus mujeres —escupí impulsivamente.
—Deacon ...—la morena enana no pudo continuar la frase ya que él la interrumpió.
—Te debía el camisón que te rompí —. Por el brillo en sus diabólicos ojos supe que lo dijo aposta —. Te recuerdo que eres mía Leah —jugó con mi nombre despacio consiguiendo que un escalofrío me recorriera hasta los dedos de los pies.
—¡¿YO QUÉ?! —. Sindil gritó lanzándome la masa a la cara. Raras veces le he devuelto los insultos, pero esto pasaba el límite.
Mis manos ayudaron a despejarme de la cara la bola mal formada de harina, con todas mis fuerzas se la empaste en el rostro, podían decirme lo que querían, pero tocarme quedaría en sus sueños.
Las carcajadas de Ava resonaron en la batalla blanca que reinaba en mis cabellos y cara. Sindil fue a devolverme el ataque cuando Deacon me sujeto por las caderas cargándome sobre su hombro.
—¡ME LAS PAGARÁS ZORRA! —. La capacidad de Sindil para gritar era abrumadora.
Deacon aplacó todos mis golpes y patada, salió de la cocina bajando las escaleras del exterior. Dejando al nublado cielo como testigo clavé mis uñas en la oreja izquierda de Deacon, si fuera preciso le haría sangre.
Bingo, me bajó veloz llevándose sus manos a la oreja.
—Sois una sádica —sonrió burlándose de mí.
—Así es como vos me dejáis tranquila —le recordé que para él tendría que estar muerta.
—Te conseguiré otro camisón — cambio de tema evitando la realidad.
—No quiero nada de vos —suspiré moviendo mis pies al escalón superior.
—Hoy lloverá y hará bastante frío — su mano izquierda se posó sobre la mía arrinconándola entre sus dedos, de espalda noté como se posicionaba detrás rozándome la falda negra.
Forcejeé mi mano izquierda presa de su agarre, las sacudidas no fueron de gran ayuda. Deacon me volteó haciendo que chocara contra él.
Me abrazó la cintura observando mis labios, corto la poca distancia entre ambos provocándome un enorme nerviosismo, mis brazos colgaban a cada lado de mi cuerpo, no sabía qué hacer, esos ojos tan profundos me estaban hipnotizando.
—Me toca patrullar, de echo me están esperando.
—Puuess veeettee —tartamudeé mordiéndome la lengua.
—Te voy a extrañar —me susurró en mi oído, mi corazón aceleraba como si fuera una carrera de caballos—. No te metas en ningún lio en mi ausencia.
Depositó un leve besó en mi mejilla pegajosa y me soltó. Estaba temblando con la boca abierta, ¿Qué pretendía con todo esto?
Petrificada vi cómo iba hasta perderlo de vista, sin él rondándome los líos se esfumaba, al menos eso creía. Me limpie la cara y los cabellos aniquilando los rastros de la masa.
En la cocina se encontraba Merna y Arlime, cada una me echo una mirada diferente. La de Merna era de advertencia mezclada con temor y la de Arlime era de crueldad con superioridad.
—La Duquesa la busca Leah —asimilé la escena, la ama del infierno, esa es Arlime, sostenía un látigo en la mano, significa que castigarán a alguien.
Fui sintiendo pena por la nueva víctima de la que abusarían, aún recuerdo el roce del cuero separando la piel de mi carne, escocia y dolía horrores.
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De Cunas Altas
Romance"El cuento de la criada en una pesadilla atrapada" Cuentos, cuentos y más cuentos. Estoy harta de que siempre tengamos que ser rescatadas, quiero ser mi propia heroína. Nadie salva a terceros de forma gratuita, esta sociedad está basada en tres prin...