Capítulo Treinta y Dos

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Cada vez que Jaebeom iba a ese lugar le era imposible no llorar aunque fuera un poco. Habían pasado tantos años desde aquel accidente y aun no sabía como llevar una vida sin padres que cuidaran de él y lo aconsejaran.

Este era el día del mes en el que el chico acudía al cementerio a visitar a sus padres, sabía que no lo escuchaban y que mucho menos responderían, pero tenía la sensación de que en ese lugar se hallaba parte de su esencia, no tanto como en otros lugares pero ir ahí le reconfortaba un poco.

Las veces que iba, llevaba consigo un ramo de las flores favoritas de su madre y las cambiaba por las anteriores que ya marchitaban por el tiempo.

—No me siento bien mintiéndole a Maddie —murmuró—. Pero simplemente no me es cómodo hablar con ella sobre esto, tal vez debo conocerla más y dejar que la confianza crezca para poder abrir mis sentimientos. Maddie ya tiene suficientes problemas como para tratar conmigo. 

El viento sopló en su rostro haciéndolo cerrar los ojos y suspirar profundamente. Era verdad cuando dijo que hablaba sobre Maddie con sus padres, desde que la conoció era lo único en lo que podía pensar y hablar con ellos del tema, porque le gustaba la sensación en su pecho con solo recordarla y pronunciar su nombre.

¿Sería algo malo dejar que se metiera así en su piel?

Cada vez que meditaba en ello, el temor de ser lastimado de nuevo le insitaba a retroceder, pero una mayor parte de él lo hacía anhelar quedarse con ella y disfrutar o sufrir lo que tuviera que suceder. ¿Acaso estaba enamorado? No. Imposible. Probablemente solo estaba perdiendo la cabeza, y muy perdida.

Miró de nuevo el sitio donde descansaban los cuerpos de sus padres y sonrió levemente.

—Si la conocieran creerían como yo, que está loca —su sonrisa creció con el pensamiento—. Pero quizás el loco soy yo... Por ella.

Luego de unos minutos más hablando y hablando, decidió que era hora de volver a casa antes de que anocheciera, tenía planes con Maddie para más tarde.

Volvió a su auto y emprendió marcha hacia casa de Maddie, aún faltaban unas horas del tiempo acordado para verse pero pensó que una sorpresa la haría feliz. Condujo tomando la ruta del parque y mirando por la ventana se encontró al otro lado de la calle a cierta pelinegra llevando en una correa a un pequeño perro.

—¿Diana? —murmuró pasándola de largo.

Llevaban bastante tiempo sin hablarse y aunque no lo admitiera la extrañaba mucho. Además con su amnesia era más complicado acercarse, pero pensándolo por un momento una importante pregunta lo asaltó: ¿Podrían empezar de nuevo?

No se quedaría con la duda. Buscó un lugar para aparcar el auto y volvió por donde vino para encontrarla.

Tuvo que entrar al parque al suponer que era el único lugar al que debió ir. Y efectivamente, Diana estaba sentada al pie de un árbol con su perro entre sus brazos. Ella le hablaba al can con frustración y por momentos lo sacudía levemente. Jaebeom sonrió de solo verlo y se acercó.

—Había oído hablar de los amigos imaginarios, incluso veo a las personas hablar solas, pero esto es nuevo. Nunca se me ocurrió hablar con mi perro —observó la reacción que tuvo ella y fue verlo con sorpresa—. ¿Es verdad que son muy buena compañía?

Ella siguió la conversación sin problema y Jaebeom al ver lo bien que se desarrollaba la plática se atrevió a invitarla a tomar un helado, por los viejos tiempos.

Jaebeom supo entonces que si se volvieran a conocer había más posibilidades de que todo funcionara entre ellos, tal vez solo debía esperar el momento indicado. Pero entre más tiempo pasó con ella más se percató de que Diana realmente estaba enamorada de Jackson, ella no lo sabía pero hasta él podía sentirlo.

I'm Not Invisible! [임재범]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora