Faltaban unas cuantas horas para que amaneciera, el chico no tuvo otra opción que irse caminando hasta su casa. Quedaba un poco lejos del hospital pero se haría al menos dos horas.
La falta de luz en las calles le daba un efecto tenebroso a su camino. Trataba de no pensar en el posible peligro que corría en un lugar tan solo y con poca iluminación.
Su mente seguía divagando sobre aquel chico de la fiesta, aunque le hubieran dicho que estaba bien y fuera de peligro, no dejaba de preocuparse. Ese chico no parecía merecer algo como eso.
Suspiró tratando de despejar su mente e intentó ocuparla en otra cosa.
En ese momento, en un callejón a tan sólo unos metros de distancia, se escuchó un golpe seguido de gruñidos. Un chillido y un par de golpes más lo hicieron detenerse.
Del callejón salió un gato corriendo, chillando y con el pelaje erizado. Detrás de él venía un gran perro con patas largas y la mirada fija en su presa. Jaebeom enmudeció ante tal imagen. El perro corrió y corrió, el gato siguió hasta dar vuelta en la esquina y cuando el perro dió vuelta en la misma, un desgarrador sonido aturdió al chico. Podía escuchar al gato maullar de tantas formas fuera posible, tan desesperado y ansioso hasta que finalmente hubo silencio.
Jaebeom tartamudeó en un inútil intento de tomar aire, nunca había presenciado algo así y se maldecía por no haber hecho algo por el pobre animal.
Un leve chillido proveniente del callejón llamó su atención. Sonaba tan agudo, tan similar al sonido que hacen los roedores. Podría tratarse de alguna rata que estuviera ahí. Su curiosidad le llevó al callejón a averiguar qué era ese sonido.
Había cajas, y bolsas de basura por todos lados. El chillido era cada vez más insistente. Buscó en cada rincón hasta que supo que provenía detrás de una caja. Se asomó y lo que vió lo dejó sin aliento.
No era un roedor, aunque parecía serlo. Se trataba de un pequeño gato, tan pequeño como la palma de su mano. Su corazón se contrajo al pensar en que el gato que salió corriendo previamente podría ser su madre. Se sintió aún peor por no haber hecho nada al respecto.
Quiso tomarlo pero enseguida el felino se alejó y erizó su cola. El chico intentó de nuevo y el pequeño lo arañó. Pensó en dejarlo ahí pero al volver la vista a la salida del callejón, vió al perro mirarlo fijamente. No lo meditó más y tomó al gato rápidamente, el perro permaneció quieto e inclinó la cabeza.
—Vete de aquí —murmuró Jaebeom pegandose el gato al pecho—. Porque no pienso dejar que le hagas daño.
El perro dió un paso adelante y el chico sintió al gato temblar, en un rápido movimiento lo metió bajo su chaqueta y miró al can a los ojos. Luego de eternos segundos, el chico vió al animal rendirse e irse.
Las garras en su pecho le hizo ver qué tan asustado estaba el pequeño. Su cuerpo temblaba mucho y el chico se compadeció de él.
—Ey, me lastimas —dijo el chico retirando las garras de su pecho—. También tuve miedo pero no por eso te encajé las uñas ¿Cierto?
El gatito comenzó a chillar y temblar, Jaebeom no supo qué era lo que quería y pensó que podría tener hambre y frío. Cerró su chaqueta para darle algo de calor y salió del callejón para reanudar su camino a casa.
—En cuanto amanezca te llevaré a algún lugar donde puedas estar a salvo. Yo no puedo quedarme contigo, no tengo tiempo ni ganas para cargar con una responsabilidad así —comentó al felino, quien cerró sus ojitos y respiró entrecortado.
Jaebeom dió por hecho que el pequeño dormiría y sonrió complacido pensando en que su pecho ya no sería lastimado.
Al llegar a casa prendió la luz y se sentó en el sofá. Abrió su chaqueta y sacó al pequeño para poder verlo. Su pelaje era blanco, a excepción de su rostro, patas y orejas color negro. Era fácil identificar que era un gato siamés.
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I'm Not Invisible! [임재범]
FanfictionUna promesa. Una decisión de no volver amar. ¿Qué sucede cuando alguien interfiere en sus planes? Jaebeom tuvo que perderla para entender que ella era la indicada. ¿Qué tan lejos tiene que llegar ahora para darse cuenta de que es demasiado tarde? AN...