— JODER IZARO, HAZLO
RÁPIDO PORQUE TENEMOS CLASES.Los jóvenes estudiantes estaban encerrados en el baño de la institución, uno con el pulso tembloroso y otro con la respiración agitada.
— Dale Ginés, me haces poner nerviosa al pedo, encima ni que fuera la primera vez.
— Lo sé pero yo no tengo idea de que tú sepas hacerlo, tía.
La de hebras plateadas entrecerró sus ojos y chasqueó la lengua.
— ¿Me estás rebajando, pedazo de puto?
— Que no tía, jamás he dudado de ti pero..
— Bueno cerrá el orto y vení para acá.
Paredes se acercó a ella bastante cerca de su anatomía y cerrando los ojos suspiró tembloroso.
— Por favor sólo te pido que..
Ni siquiera alcanzó a finalizar la oración porque la aguja atravesó su oreja derecha y pegando un grito que contagió a la muchacha, se apresuró en colocarle el abridor y el accesorio de oro.
— No me asustes así, boludo. —se quejó llevándose una mano al pecho.
— ¡Me has atravesado la oreja, tía!
— El culo también te lo atravesaron y no dijiste nada, ahora vamos que ya estamos por llegar tarde. —agarró su oscura mochila y guardando sus cosas dentro se tensó cuando sintió que, Ginés la abrazaba por detrás.
— Perdón si te he asustado, joder es que me has sorprendido y ni siquiera contaste hasta tres. —susurró, rebosando de ternura.
Volteándose lentamente lo enfrentó, y tomando con sus manos el rostro tibio del varón le acarició las mejillas.
— Uno. —besó su frente. —Dos. —besó su nariz. —Y tres. —para finalizar dejó un ruidoso beso en su mejilla derecha. —Ahora sí, vamos antes que nos saquen el lugar.
— ¿Sabes? Me gusta cuando estás amorosa, seguramente Agustín ya te dió tus besitos. —al decir aquello, Izaro no tardó en golpearlo en la nuca. —¡Auch! ¿Y ahora qué dije?
Ambos caminaban a pasos apresurados, casi al borde del trote hacia el gran salón. Y una vez que ingresaron notaron que el curso estaba más o menos lleno y compartiendo una mirada cómplice se dirigieron sumidos en una amena charla.
— Joder, eras tú quien me habló la otra clase. ¿Cómo fui tan tonto?
El tono de voz que ejerció el español la desorbitó bastante porque claramente no estaba prestando atención.
Y ladeando su cabeza mientras tomaba algo nerviosa la correa de su mochila, disimuló una sonrisa.
— Yo también me alegro de verte, Ginés. —habló con simpleza viendo al murciano, esbozando una sonrisa lobuna.—Izaro, me alegra verte..nuevamente. —carraspeó su garganta, no estaba acostumbrado a ello todavía.
— Bua, demasiada tensión, aunque lamento informarte que ella es mí compañera de estudio, tu la ves por las noches.
— ¿Quién dice que no nos hemos encontrado en otro lado? —respondió en un tono sobrador, ocasionando una mueca de ofensa en el rubio y un abrasador sonrojo tímido en las mejillas de la ojiazul.
— ¿Y no me has contado nada? Oye, simio no mata a simio, Izi. —miró a su amiga.
—Cierren el orto, y no pasó más nada Ginés dale, podes ser puto pero no seas trolo man. — y tomándolo del brazo se dirigieron hacia la otra punta del salón.
Agustín se permitió reír después de tanto tiempo. Jamás pensó volver a encariñarse y menos con alguien que era tan opuesta a él, pero no podía mostrarle debilidad de que allí en el hueco izquierdo de su pecho se hallaba un agonizante corazón, o restos de él.
Que latía pacíficamente con la presencia de Izaro, cuando la veía de refilón atendiendo en esa estación de servicio sonreía muy poco y volvía a beber de la botella de whisky barato. Sus latidos lo alarmaban cuando la veía acercarse a él y compartían un porro, los cuales Cruz no convidaba pero hacía una excepción por ella porque le daba gracia sus carcajadas hacia el cielo índigo que, casualmente combinaban con sus ojitos irritados y caídos por el efecto de las flores.
De alguna y muy extraña manera, parecía como que Izaro venía a restablecer el orden en su cabeza en el peor momento.
Y sin pensarlo dos veces, sacó su cuaderno y comenzó a escribir, sintiendo cada vez más cómo el lápiz emanaba espiritismo con cada rasgo y detalle que explayaba en el momento de su epifanía.
— Voy a sonar como una fangirl pero... —se acercó más a su compañera de banco, llegando a su oreja. — Agustín te está mirando..no espera —volvió a chequear disimuladamente. —...es algo mejor que solamente mirar...te está observando con una mano en su cara.
— N-no voy a voltear...te debes estar imaginando, Ginés. Ahora callate y anotá lo que está diciendo el profe.
— Vale pero luego vendrás a preguntarme algún consejo para conquistar el corazón frío, muy frío de Agustín...creo que ni corazón tiene. —escribió sin mirar su libreta, ganándose una pesada mirada de la contraria.
— Estás celoso.
El rubio acomodó su cabello con una mano e inflando sus mejillas, lo confirmó. —¿De él? ¡Qué va! Qué gran imaginación tienes, cari.
— No es imaginación, tenemos un sexto sentido. —lo codeó y volvió a escribir.
— Cállate, Izaro. —sonrojándose de la vergüenza logró hacer reír a su mejor amiga.
— ¿Viste que tuve razón?
— No te he dicho que sí, tampoco.
— Pero tus gestos lo afirmaron.
Un silencio se instaló entre ellos pero el bufido del varón acabó con él.
— Puede que sí...pero no volverá a pasar porque sé que los celos no te gustan.
hola perdón volví.