—¿CÓMO COÑO SE CAMBIA UN PUTO PAÑAL?
La visita del español a la casa de Izaro fue un tanto esperada, puesto que el rubio iba de aquí para allá cuando componía sus canciones y si: Izaro era su musa.
Desde cualquier ángulo, ella era perfecta a la imaginación de Ginés con respecto a sus líricas, juraba que no importaba qué estuviera haciendo la peligris él siempre la encontraría digna de admirar.
Al fin y al cabo, se tenían uno al otro. Y el cariño fraternal que se tenían no lo ejercían de la misma manera con otras personas.
—Dejá Gin, lo cambio yo.
—De puta madre entonces, éste niño es muy inquieto y siento que pintará las paredes con mierda. —se mofó, oyendo la débil risa de su amiga. —Izi, ¿cómo va todo con Agustín?
Al oír esa inesperada pregunta, la muchacha ladeó su cabeza y con la mirada puesta en el pequeño continuó cambiándolo y abrigándolo, para después tomarlo en brazos y acurrucarlo en su cálido pecho.
— Supongo que bien, digo no sé siquiera si somos amigos pero va de vez en cuando a la estación de servicio.. —meció al niño con lentitud bajo la dulce mirada de su contrario. —y hablamos, fumamos un rato en su auto y es todo.
— Ostia, ¡que ya te has subido a su coche! —murmuró sorprendido para después amagar los golpes que la muchacha deseaba asestarle.—¡Espera que así tirarás a Nico, joder!
Dejando al niño en su cuna comenzó a corretear al muchacho, riendo entre pequeñas blasfemias al chocarse con algún mueble. De repente, la casa no se sentía tan fría y lúgubre como solía permanecer hasta las siete de la mañana, cuando las ventanas de Izaro eran de sol a la hora que volvía del trabajo y tiempo más tarde debía ir a la universidad.
— Vale vale me rindo. —alzó sus manos en son de paz e hizo una mueca chistosa hacia su compañera de estudio.
— Cómo arrugas, putito. —lo apuntó con su dedo índice, acusatoriamente.
Y tomándola desprevenida la cargó en su hombro, llevándosela hacia la habitación de la propia habitante de la casa.
—¡Ginés, bajame ya! —pidió en un susurro golpeando suavemente con sus puños la espalda del murciano.
Paredes hizo oídos sordos ante su petición e ingresando a la colorida habitación de la muchacha, la dejó sutilmente sobre el mullido colchón.
— ¿Y eso por qué fue?—acomodó algunos de sus mechones en un soplido de su boca.
— Tienes unas ojeras de la mierda y sé que no andas durmiendo como se debe. —sentándose en la silla giratoria del escritorio ajeno, habló sin mirarla. —Así que tú duerme y yo escribo en base a lo que veo, porque cuando estás despierta cargas una mirada jodida, tía.
— Qué tierno.
— Lo sé. —rió moviendo su cabeza vehemente, disponiéndose en escribir epifanías con tinta roja.
— Dormí conmigo, Gin. —pidió la ojiceleste en un tono rozando lo melifluo.
El recién mencionado alzó su esmerilada mirada del cuaderno y fijando sus orbes cristalinos sobre la figura somnolienta de su amiga, frunció los labios y jugó con la birome escarlata. — Sólo una cosa.
—¿Qué?
— No me patees los cojones y no te rías entre sueños, joder que me dejarás sin hijos y lo segundo da mal rollo. —la apuntó con el útil escolar.
— Bueno dale, te dejo el lado de la pared.
— Así sí, joder. —quitándose las zapatillas y gateando sobre la cama, se desplomó boca arriba suspirando de alivio. —Tu colchón es demasiado cómodo, qué envidia.
— Siempre decís eso cada vez que venís, desde los quince años.— aseguró acurrucándose en el hombro del contrario, no sin antes levantar un poco su cuerpo al sentir que la mano del español quería rodear su anatomía.
— Y porque es verdad coño, es la cama más cómoda en la que he estado en mis dieciocho años de vida. —confirmó, pegándose más al cálido cuerpo de Volsk. —Eres como una estufa, siempre estás calentita.
— Gran analogía, Ginés Paredes.
— Así de raro y todo me amas, Izaro Volsk. —tocó la punta de su nariz con su dedo índice y besó por un largo rato la frente de la de piel pálida.
—¿Qué onda vos, tan trolo?—preguntó curiosamente trazando las pecas del varón, como solía hacer en un borroso pasado.
Éste se encogió de hombros y tomando entre sus dedos algunos mechones plateados respondió con simpleza y directo.
— Me alegra tenerte en mí vida, ¿sabes? Me das equilibrio y calidez, Izi.
Y sin tener que responder nada, el cómodo silencio en la habitación se encargó de enviar la respuesta mediante el caluroso abrazo que Izaro se animó en obsequiar.
re trolo sí, así soy yo jeje.
bueno primero que nada hola gente como andan, espero no se estén agobiando con la poronga de cuarentena.tengo cosas que contarle como por ejemplo, que tuve la oportunidad de interactuar con agustin. sí, re loco pero yo le mandé unos mensajes el 6 de abril a la madrugada más o menos y me los contestó hace tres días, en un audio de cuarenta segundos.
gente no tienen idea de cómo lloré y temblé al escuchar como me agradecía por escribirle cosas tan hermosas. es un solcito tan bueno que lo quiero abrazar tanto les juro, paciencia con lo que desean. porque el universo se encarga de recompensarlos si o si, porque se lo merecen, merecen cosas buenas o reconocimiento de su trabajo.
anoche también le escribí un ultimo textito claro ke sí y me lo contestó de lo mejor, aclaró que él tarda en ver todos los mensajes porque son muchos pero los ve, e intenta contestarlos.
anímense a escribirle lo que sienten a la gente que quieren, tarde o temprano lo leen les juro, ¿qué pueden perder? no los atociguen de mensajes eso sí, no fuerzen nada y que todo fluya.
buenas vibras hermosas mías! !