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capítulo dedicado a: -vilinsky
meskill -supliciodinamita almadiamantte


TRES MESES DESPUÉS.





―CON ÉSTE CALOR podemos hacer un huevo frito en el asfalto, Izi.






Riendo ante la ocurrencia de Paredes, la de cabello castaño negó con una débil sonrisa de lado. Durante esos meses, los tres se habían unido tanto que fue una grata sorpresa para la de ojos curiosos y de cristal, puesto que pensaba lo contrario en que ambos varones se llevaran bien.

Pero demostraron todo lo contrario un día grisáceo donde jugaron un partido de fútbol en la lluvia, manchándose de barro por las caídas o barridas que se daban formaron una amistad leal entre el murciano y el tucumano, bajo la atenta mirada de Izaro quien mecía a Nicolás en sus brazos refugiada en el techo de chapa de su hogar.

Antiguo hogar.

Entre risas y un apretón de manos, habían formado un lazo fraternal. E Izaro no podía estar más feliz por ello.

―Es raro verte morena, el gris te representaba y mucho, ¿dónde está la estrafalaria Izi?―preguntó tomando el mate que su amiga le había cebado.

―Se murió.

―¡Izaro! ―regañó, frunciendo el ceño.

―Es joda...ey, no pongas esa carucha, no lo decía posta.

―Sabes que no eres inmortal, ¿no?

Mirando a otra parte de la plaza plagada de gente y de mascotas sobre todo, se permitió suspirar.
Aunque tuviesen una bonita y unida amistad, el de ojos verdes no evitaba en ponerse en desconfianza con todos.

Todos somos culpables hasta demostrar lo contrario.

―Ya sé Ginés, Agustín me cuida también. Desde que me mudé a su casa junto con Nico, mantuvo siempre ese cuidado. ―explicó, mirándolo después de un rato de no hacerlo.

―Lo sé, te ha tomado cariño tía. Y, de alguna forma u otra, le has sana'o. ―le sonrió a labios sellados. ―Le has demostrado que sí tiene motivos para seguir con vida y que, hay color en los días grises...y el arcoiris luego de una lluvia torrencial, esa eres tú.

Ruborizándose discretamente bebió de un sorbo el mate que giraba entre ellos dos, y mordiendo el interior de su mejilla volvió a mirarlo.

―Mírate, estás un tomatito.

―Cerrá el orto.

―Me amas. ―corrigió apuntándola con su dedo índice.

―Es verdad, no te voy a decir que no.

―¿Lo otro no me lo niegas, entonces?

Quedándose en silencio volvió a pasarle la bebida caliente a su mejor amigo mientras oía el melifluo del cantar de los pajaritos a media tarde rondar cerca de donde estaban sentados.

―Es complicado.

[...]

―Agustín, ¿y la criatura?―preguntó la muchacha saliendo del baño ya vestida y con el cabello totalmente húmedo.

mustio ; acru. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora