―TE DEJO SOLA UNOS DÍAS Y YA TIENES EL CABELLO DE OTRO COLOR.
Los cabellos azules de Izaro se revoloteaban por aquí y por allá, y un par de sonrisas se intercambiaban entre los universitarios. La de ojos claros se hallaba muy feliz ya que, el color realmente le favorecía y el español la miraba algo descolocado pero alegre por la energía que su amiga irradiaba.
―Bien, será muy raro no verte con el cabello gris pero éste azul...te queda precioso, muy bello de hecho. ―admitió, ladeando su cabeza.
―¿Viste? Me lo quería teñir de verde y negro, porque son nuestros colores. ―explicó pasando sus dedos entre sus hebras teñidas. ―Pero me gustó mucho éste azul, la verdad.
―La próxima será cari, de todas formas cualquier color te quedará espectacular, qué envidia. ―se recostó sobre la silla del auditorio vacío.
Habían llegado bastante temprano a la institución así podían ponerse al día con algún suceso que les hubiera pasado durante el fin de semana, luego de no verse debido al incidente en la discoteca.
―¿Cómo se encuentra tu ceja, tía? ―amagó con tocar el rostro de su contraria pero fue en vano cuando ésta se tapó con su cabello. ―Más bien, ¿qué ha dicho tu madre?
―En resumen: me hizo un drama y dijo que eras mala influencia para mí. Dios, ¡ni que tuviera trece años! ―se quejó, cruzándose de brazos.
De repente la inseguridad invadió de lleno al murciano, como si le hubieran tirado un balde lleno de ansiedad e inquietud en el rostro.
―Jo, tía..¿tú piensas que soy bueno para ti? ―preguntó en un hilo de voz mientras la miraba de a ratos. ―Es decir, llevamos años de amistad: hemos llorado, reído, hemos corrido como Naruto totalmente ebrios por las calles...pero sabes, no siempre todo es color de rosas. ―Volsk amagó con interrumpirlo pero éste con un gesto de su mano derecha la calló. ―Hemos metido la pata, yo más que tú, y me he replanteado hace unas noches..¿realmente te merezco, Izaro?
El collar de púas cada vez más se ajustaba en el cuello del rubio y no tardó en separar su mirada de la fémina a su lado. Una pesadez en el pecho se instalaba sin su permiso logrando nublar de sobremanera sus esmerilados globos oculares.
―Ginés... ―la muchacha lo llamó con dulzura, acunando su rostro entre sus manos. ―Me mereces y yo te merezco, ambos funcionamos perfectamente por naturaleza y eso nos hace más unidos. La cagamos un par de veces sí, pero miranos ahora.―acariciándole las mejillas con sumo cariño se inclinó en dejarle un beso en la frente. ―Seguimos adelante, no te olvides.
Guardando silencio por un rato que parecía inmarcesible, Paredes se permitió suspirar con una sonrisa de lado con las mejillas rojas por el pequeño llanto que fue opacado en el pecho carente de maldad de Izaro.
―Ahora entiendo, el por qué le agradas a Cruz. ―su mirada se ablandó, destilando cariño entremezclado amargamente con nostalgia.
―¿Por qué pensás vos?
Jugando con sus útiles de colores mientras algunos alumnos iban ingresando al lugar se recargó nuevamente en su silla, mirando de soslayo cuando el mencionado anteriormente ingresaba escuchando música y moviendo vehemente su cabeza al compás de ésta.
―Porque eres tú: buena, dulce, ruidosa. ―ambos rieron. ―Y porque tu corazón sube su valor como el oro.
[...]
―¿Trabajas hoy?
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